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Fotos

El sexo como arma de control por parte del sistema

En un patio cualquiera de vecinos, prostitutas y clientes se citan ante el teleobjetivo anónimo de Fosi Vegue, un fotógrafo que ha recopilado las imágenes en el libro XY XX.

Fosi Vegue se situaba con su teleobjetivo durante las noches de verano, desde que anochecía hasta que salía el sol, en una ventana. Su intención era fotografiar las ventanas de otras habitaciones del mismo patio donde acudían a tener sexo prostitutas y sus clientes. Permanecía oculto frente a algo que la sociedad también ha decidido ocultar. En un lugar que existe, pero podría ser cientos de sitios en cualquier ciudad del mundo.

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El resultado es XY XX un fotolibro que edita Dalpine en el que se recogen esas imágenes repletas de ruido y en las que “los que entran con detenimiento se encuentra con sexo explícito pero, en mayor medida, con otras fotos en las que se intuyen cuerpos, caras, órganos sexuales…”.

Y en las que también se repiten actitudes heredadas del audiovisual (cine porno). El proyecto y el libro son muy interesantes, así que lo mejor es que sea el propio autor, director de la escuela y miembro del colectivo de fotografía Blank Paper en Madrid el que nos cuente cómo surge esta idea.

VICE: ¿Desde dónde están hechas las fotos?

Fosi Vegue: La localización no es importante, podría ser cualquier edificio en cualquier ciudad del mundo. De hecho lo que asistimos a ver forma parte de la puerta trasera de los lugares donde vivimos, son esos residuos del sistema capitalista que escondemos y no queremos ver. Mi punto de vista no es (únicamente) el de un voyeur, más bien intento que ese punto de vista desaparezca, que la figura del fotógrafo se diluya, y sea el lector del libro el que ocupe mi lugar.

¿Cómo nace tu interés por el tema del sexo entre desconocidos?

Aquí los verdaderos desconocidos somos nosotros, lo interesante para mí es poner al espectador en una posición activa, intento despertar en él, a veces por primera vez, toda una suerte de reacciones: indiferencia, sentimiento de culpa, excitación, morbo… Supone una especie de examen interior de cada uno.

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Cuál fue la metodología de trabajo.

Trabajaba con un teleobjetivo por la noche en verano, desde que anochecía hasta que salía el sol. Sólo tenía un punto de vista muy limitado y una movilidad muy reducida. Desde el principio el trabajo me puso limitaciones de todo tipo, y las utilicé en mi favor. Cuantos menos recursos podía barajar, más profundizaba en los aspectos del proyecto que realmente me motivan: los límites de lo visible públicamente y el uso del sexo como una forma de control por parte del sistema.

¿Pusiste límites sobre lo que ibas a mostrar? ¿Hasta dónde se iban a ver cuerpos y órganos sexuales?

Yo tenía claro que no quería que todas las imágenes fueran explícitas, aunque las hay. Hubiera sido fácil abrumar con un torrente de fotografías de puro sexo, pero una vez más los límites los pone el publico. Las personas que entran en el libro con detenimiento se encuentran con sexo explícito pero, en mayor medida, con otras fotos en las que se intuyen cuerpos, caras, órganos sexuales… Y es ahí cuando este espectador cree ver un pecho donde hay un codo o un pene en una forma dibujada por una nube.

El público está acostumbrado a imágenes pornográficas, pero el sexo real es otra cosa, ¿tratabas de indagar sobre esa diferencia?

Es curioso porque en un gran número de escenas sexuales que he visto durante la realización el proyecto, se repiten patrones propios del porno. Son conductas imitadas al pié de la letra. Del porno, la prostitución, el sexo… lo que me parece impresionante es cómo parte de la sociedad lo identifica como pernicioso y por tanto son usados como armas de doble filo. Lo veo como la televisión, las drogas, el fútbol, las redes sociales… son elementos anestésicos tremendamente accesibles utilizados por el sistema en su beneficio.

La imagen tienen ruido de una forma intencionada, una textura como granulada, ¿qué pretendías con este efecto?

Por un lado, el aumento del ruido es la respuesta técnica al aumento de la sensibilidad del sensor, la cámara "se obcecaba" en "ver" más y lo que sucedía es que contrariamente el mensaje se vuelve más abstracto. El ruido abrumador es nuestro propio inconsciente, es el espacio mental en el que el sexo actúa como catalizador de nuestros instintos, de nuestros deseos y contradicciones.

Piensas seguir explorando este mundo del sexo y su representación.

Ahora estoy inmerso en la promoción del libro junto a Sonia Berger, editora de Dalpine. Pero como puedes ver más que el sexo me interesan las estrategias de los estados para diseñar el orden social.