Los Bravú son dos personas (Dea Gómez y Diego Omil) que dibujan cómics y que nos les gusta nada trabajar con el ordenador (al menos eso dicen). Como podéis ver en su tienda virtual y en su Tumblr aparte de fanzines e ilustraciones también hacen ropa y complementos, y es que los tipos saben ver perfectamente dónde está el negocio, dónde está el dinero. Vender un fanzine puede facilitarte la adquisición de una bolsa de patatas o una lata de cerveza pero si vendes una puta chaqueta puedes pegarte el lujo de comprarte un bistec. El caso es que hace poco ojeé el último librito que este dúo ha publicado, "Lujo, calma y voluptuosidad", y su estilo cercano a Jonny Negron (lo siento chicos, supongo que os lo han dicho cientos de veces) —que habita en el mismo espacio por donde se mueve Irkus M. Zeberio — me encandiló de la misma forma que lo hicieron las películas de Roberto Rossellini con una Ingrid Bergman rendida ante el amor. Es evidente que el trazo de Los Bravú es absolutamente mágico pero creo que son esos fondos texturizados —precisamente lo que menos destaca en sus imágenes— los que hacen que las viñetas funcionen y tengan movimiento. Ese espacio no determinado pero presente dota a las viñetas con un aura que hace que parezcan impresas sobre celuloide; leer sus tiras es como ver un episodio animado de Tom y Jerry pero con tipas voluptuosas en vez de simpáticos animalitos traviesos. Como en muchos otros aspectos de la vida, lo maravilloso reside en lo imperceptible, en lo oculto.

En fin tíos, ahí va la tira.