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Noche de miedo

Bailando con zombies y fantasmas en el carnaval de Haití.

Todas las fotos © Leah Gordon 2010

Antes de acaparar titulares a resultas del catastrófico terremoto que el pasado mes de enero acabara con las vidas de 230.000 personas, Haití era un país conocido principalmente por dos cosas: Wyclef Jean, de los Fugees, y el vudú (o

vodou, como sabrán quienes estén culturalmente más al tanto). Años antes de que un desastre natural de tales proporciones lo hiciera noticiable, Haití ya era objetivo preferente de la cámara de la fotógrafa afincada en Londres Leah Gordon. Su nuevo libro para Soul Jazz Publishing, Kanaval, documenta los a menudo inquietantes y a veces directamente aterradores disfraces y clanes que dan color al carnaval de Jacmel, un pueblo costero al sur de Haití que, por desgracia, resultó devastado por el terremoto. Así pues, charlamos un rato con Leah sobre algunas cosas que ella conoce bien: Haití, el carnaval y los disfraces. Vice: ¿Qué te inspiró en primera instancia a viajar a Haití? No es un destino de vacaciones muy popular.
Leah Gordon: La primera vez que fui a Haití fue en marzo de 1991, y desde entonces he visitado el país unas 30 veces más. Supongo que tengo que echarle a Jill Dando la culpa de mi largo idilio con Haití. Tras obtener un diploma de postgraduado en fotoperiodismo, yo trabajaba como conductora de furgoneta para el partido comunista y tenía la vaga sensación de culpabilidad de no estar yendo a ningún sitio. Tenía un amigo en Hungría, pero la idea de ir allí no me seducía; sobre todo por el clima, demasiado similar al de Inglaterra. Una tarde estaba yo viendo en televisión el programa Holiday con medio ojo abierto y la presentadora, Jill Dando, se puso a explicar las alegrías de unas vacaciones familiares en la República Dominicana. Al final del programa miró a la cámara y dijo, “He de advertirles de que la República Dominicana comparte isla con otro país, Haití, pero no se equivoquen y vayan allí. Hay dictadores, golpes militares, magia negra, muerte y Vodou”. Miré por la ventana. Era un día tristón y nevaba. Pensé: “¿Tienen todo eso y además un clima cálido?”. Sólo un mes después ya estaba en un avión de Miami a Puerto Príncipe, con un ejemplar de Los Comediantes de Graham Greene en las manos y sin idea concreta de lo que iba a hacer al llegar, más allá de coger un taxi y pedir que me llevaran al Hotel Oloffson, donde Greene había ambientado su novela. No es la actitud típica con la que se viaja a un país. Además del carnaval, ¿qué otros aspectos de Haití has documentado?
Volví en 1993 para cubrir el golpe militar y trabajos fotográficos esporádicos para Amnistía Internacional y The Guardian hasta 1995. Empecé a comprar exquisitas banderas Vodou cubiertas de lentejuelas para venderlas en Inglaterra y eso me permitió acceder a muchos de los templos y comunidades Vodou de Puerto Príncipe. También trabajé con un promotor musical para traer un grupo Vodou que llevara a cabo ceremonias en clubs rave de Londres y Liverpool. Escribí un breve libro sobre el Vodou y colaboré con un colectivo artístico femenino llamado Orphan Drift para hacer un documental titulado Lineaments of the Lwa. En 2006, el Museo Internacional de la Esclavitud me envió a Haití con el objetivo de encargar una estatua que se expondría permanentemente en el museo. Así conocí a los Sculptors of Grand Rue, y todo culminó con mi participación junto a ellos como comisaria de la Ghetto Biennale, la primera bienal artística que se ha celebrado en un barrio pobre de un país en desarrollo. Uno de los artistas, André Eugene, ha sido socio mío durante los últimos cuatro años. Volviendo al libro, ¿cuándo y dónde hiciste las fotos?
Las fotografías las tomé a lo largo de un período de 14 años y son todas de un carnaval en concreto, el de Jacmel, un pequeño pueblo en la costa sur de Haití.

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Este grupo se llama “Les Diables”. Se trata de un clan muy antiguo y el que más involucrado está en el ritual Vodou. Empiezan en el cementerio, rindiendo homenaje a sus antepasados mediante el fuego. Al final apilan sus cascos con cuernos y los queman sin dejar de cantar y bailar

¿Qué tradiciones celebra este carnaval? ¿Cuáles son sus aspectos religiosos?
Todos los carnavales del Caribe tienen sus raíces en el carnaval europeo medieval. Mardi Gras significa “martes gordo” y es el último día de excesos antes del Miércoles de Ceniza y el ayuno previo al Domingo de Resurrección. Antes de eso era época de descanso y celebración durante el barbecho de las tierras de cultivo. Comparado con carnavales más conocidos, como los de Río o Notting Hill, estas imágenes, estos atuendos, la apariencia en general tiene más que ver con lo sobrenatural que con la purpurina y las plumas de avestruz.
Se trata de un carnaval que no tiene respaldo gubernamental detrás. La gente crea sus disfraces sin fondos estatales. Por otro lado, hay en el carnaval un tema recurrente: en parte celebra la revuelta de los esclavos. ¡Los esclavos insurrectos tenían que darle a sus opresores un miedo de cojones con los pocos medios a su alcance! En Haití la gente se ríe con la muerte y a menudo la celebran, y por tanto la imaginería relacionada con la muerte es mucho más frecuente a todos los niveles que en nuestra sociedad. ¿Existen distintos grupos de disfraces remitiendo a períodos concretos?
Hay muchos grupos diferentes y todos tienen sus figuras líder. Cada grupo tiene su propio atuendo, serie de gestos, narrativa y forma de actuar en las calles, una tradición que se ha ido transmitiendo a través de los años aunque siempre con pequeños cambios o mejoras. Boss Cota, el líder de los Chaloska, diseña un nuevo sombrero cada año. ¿Has estado en Haití después del terremoto?
Sí, una organización humanitaria me pidió que fuera a Haití cinco días después del terremoto. No pude ir a Jacmel pero, según me dijeron, el pueblo había quedado totalmente arrasado. A través de amigos pude averiguar que ninguna de las personas que habían contribuido a mi libro contándome historias había muerto. Este ha sido el primer año en toda la historia en que no se ha celebrado el carnaval. En su lugar, los habitantes de Jacmel caminaron solemnemente y vestidos de negro a través de lo que queda del pueblo hasta llegar al cementerio, donde recordaron a sus difuntos. Kanaval: Vodou, Politics and Revolution on the Streets of Haiti salió a la venta el 21 de junio. Lo edita Soul Jazz Publishing. Y si estáis en Londres entre el 5 de julio y el 10 de septiembre, no dejéis de pasar por la galería Riflemaker (79 Beak Street, Soho): Leah expone allí su obra The Invisibles.

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Estos son los Chaloska (Charles Oscar). Siempre visten uniformes militares y una dentadura falsa fabricada con dientes de toro. Charles Oscar fue un comandante militar especialmente cruel que estuvo a cargo de la policía en Jacmel. Todos le tenían miedo. Murió en 1912.

El personaje principal va envuelto en una sábana y representa el fenómeno de la zombificación. Es conducido por el pueblo por un “amo de zombies” con un látigo en la mano que hace restallar en cada cruce de caminos mientras el zombie murmura y se queja.

Un hombre con un vestido. En Kanaval se apunta que en el carnaval de Haití existe una larga historia de travestismo. Según La Historia del Carnaval, de Ady Jean-Gardy, “El travestismo masculino se remonta al siglo XVIII, cuando era una burla despiadada de los afeminados lords de la nobleza francesa”.

Aquí tenemos un típico fantasma. Mucha gente hace de fantasma disfrazándose de esqueleto.

Este es Yahweh. Luce cuernos y piel de toro.

Miembros de un clan cuya tradición incluye acarrear siempre algún tipo de caja—aquí, un ataúd de cartón—; los espectadores deben ofrecerles una pequeña propina si quieren echar una ojeada a su interior.

Aquí están de nuevo, con aire algo menos amenazador.