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Fui becario de Pornhub por un día

Aunque Pornhub recibe una media de 35 millones de visitas diarias y mil millones de visitas al mes, Amber y Madeline son las primeras becarias de la empresa.

Son días oscuros para la juventud norteamericana. Según Jana Kasperkevic, del diario , solo el 63 por ciento de los jóvenes entre 20 y 24 años ha encontrado empleo después de la Gran Recesión, y los que están entre los 18 y los 25 constituyen ese 35,5 por ciento de los trabajadores que ganan un salario anual por debajo del umbral de la pobreza. Muchos recurrieron a como trampolín para iniciar su trayectoria profesional y acabaron trabajando gratis durante años. Varios becarios demandaron a Conde Nast y a otras empresas con la esperanza de que de ese modo empezaran a ofrecer una retribución a sus becarios y la respuesta de Conde Nast fue la de .

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The Guardian

millennials

las becas no retribuidas

cancelar el programa de becas

Con 22 años, y habiendo conseguido mi primer trabajo de verdad gracias a varias becas de prácticas, encuentro esta cadena de acontecimientos muy deprimente. Pero entre la bruma de esta crisis se atisba un rayo de esperanza en @Pornhubinterns, dos becarias del popular sitio web que han convertido esta oportunidad en una cuenta de Twitter y en su propia marca de identidad.

Aunque Pornhub recibe una media de 35 millones de visitas diarias y mil millones de visitas al mes, Amber y Madeline son las primeras becarias de la empresa, que hace un año publicó un concurso para optar a dos plazas de prácticas. Una amiga de Amber le pasó el enlace para que se presentara. Esta rubia de veintitantos años y grandes pechos lleva varios años trabajando de stripper y viajando de aquí para allá. Cuando se enteró de la convocatoria, no le cupo duda de que había nacido para ser becaria de Pornhub.

Madeline se enteró de la convocatoria por su cuenta. Entre el cabello largo y negro y su intensa mirada, Madeline se parece a Miércoles en un remake de La familia Addams: la tradición continúa pensado para conectar con los jóvenes del milenio. Vio el anuncio de la plaza durante el último año de universidad, mientras estaba en pleno colocón de Ambien en su cama. Madeline pensó que aquella podría ser la solución a sus problemas. Toda su vida había lidiado con la ansiedad. «Era demasiado guay en el colegio, pero no tenía amigas», me cuenta de sus años en un colegio católico. «Yo era la chica guay que trataba mal a las hijas de papá». Pero desde que empezó en la universidad, prácticamente no sale de casa. «No me muevo de casa porque soy lo puto peor. No tengo amigos. Prefiero jugar a Los Sims ». Así que pensó que la beca le iría muy bien.

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Después de varias rondas de audiciones, ambas obtuvieron la plaza. Casi de inmediato, Pornhub mandó a las chicas a los premios AVN en Las Vegas, donde se conocieron por primera vez. «Estábamos tan hasta arriba de todo que ni dormimos», explica Madeline. Acabaron en la fiesta de Ron Jeremy, pero se niegan a decir qué ocurrió allí. «Ron Jeremy es un tipo muy influyente en lo personal, lo emocional y lo físico», me aseguró Madeline.

«Y quizá fuéramos nosotras las que le causamos el aneurisma», añadió Amber.

Actualmente las chicas casi no asisten a ningún acontecimiento del sector y pasan la mayor parte del tiempo trabajando desde casa. Madeline vive con sus padres en las afueras de Chicago, y Amber ha pasado los últimos meses alojada en un hostal, aunque su residencia permanente está en Montreal. Entre sus tareas en Pornhub están las de tuitear comentarios guarros, dejar comentarios en vídeos porno y relacionarse con los fans de las redes sociales del sitio web.

Durante sus primeros meses de trabajo, las chicas no lograron atraer a muchos seguidores, pero desde otoño, su público de Twitter ha crecido hasta alcanzar los 8.000 seguidores y ellas mismas se han convertido en el objeto de la fascinación de muchos aficionados al porno. Muchas empresas ponen a sus becarios a tuitear, pero solo Amber y Madeline han logrado sacar rédito de su condición de estudiantes en prácticas en forma de seguidores.

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¿Qué diferencia a los becarios de Pornhub de otras personas de mi edad? Decidí hacerme becario de la web porno para descubrirlo por mí mismo.

Como las chicas trabajan desde casa, Pornhub les pidió que se desplazaran hasta Brooklyn para que pudiera compartir con ellas un día de trabajo en una habitación de motel de lo más cutre.

Cuando entré en la estancia con paredes verde lima a las 11:30 de la mañana, las chicas estaban tiradas en la cama, vestidas de negro. En cuanto me vieron entrar, Amber propuso ir a tomar unos vinos.

«Estoy sobrio porque, si me emborracho, acabo enrollándome con los novios de los demás», contesté.

«¡Oooooh! Tenemos tanto en común…».

Las diferencias entre las dos eran evidentes a simple vista: Amber era rubia y no dejaba de sonreír, mientras que Madeline tenía el pelo negro azabache y tenía una expresión más taciturna. Amber había traído un cerdito de peluche para dormir y Madeline, un juguete horrible que parecía un alienígena. Por último, Amber me enseñó la enorme maleta de Hello Kitty que tenía por equipaje. Madeline le lanzó una mirada asesina. «Yo he traído una maleta de color negro sensato», replicó.

Saqué una libreta de mi mochila de Snoopy para anotar lo que las chicas me iban contando y a los pocos minutos, Madeline ya estaba criticándome por Twitter:

También me confesó que había estado espiándome por la red antes de que llegara. «¿Solo escribes sobre los temas típicos?», me preguntó. «VENDIDO». Igual que la famosa bloguera de Hollywood Nikki Finke, comprobé que las chicas de Pornhub habían descubierto las mayúsculas.

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Amber se unió e insistió en que debía ponerme unas mallas de Pornhub y la camiseta de tirantes de becario. «¡Tiene que ponerse las mallas para demostrar confianza y su brillo interior!». Sentía cierta aprensión ante la idea de ponerme unas mallas, pero luego recordé que siempre me ha gustado llevar boxers ajustados.

Mientras estaba en el baño, mi teléfono se iluminaba cada vez que mis amigos indicaban que les gustaba el comentario sobre mí en Twitter. Abrí la puerta de golpe y en cuanto me vieron, las chicas se pusieron a reír. Todo cambió cuando salí del lavabo con mi nuevo atuendo. Sentí una conexión con mis compañeras becarias. La forma en que los huevos se me marcaban bajo las prietas mallas me hizo entender que no se estaban riendo de mí, sino que simplemente tenían un sentido del humor algo peculiar y poco convencional, en parte responsable del éxito de las chicas. Sentí un vínculo espiritual con lo que ellas bautizaron como el #CreamTeam. Había llegado el momento de publicar fotos de los tres juntos en las redes sociales para anunciar nuestra recién nacida colaboración.

Más tarde, estuvimos discutiendo cómo debería firmar mis tuits. Las chicas firman los suyos como A (de Amber) y M (de Madeline), pero el problema es que yo tengo la misma inicial que esta última.

«¿Por qué no los firmo como MS?», propuse.

«¿Eso no es una enfermedad?», repuso Madeline.

Al final decidimos que usaría mi nombre para promocionarme en sus redes sociales. Para mi primer tuit, quise satisfacer una de mis fantasías sexuales y le envié un mensaje a Harry Styles, invitándole a que se pasara por nuestra habitación de hotel para participar en un bukkake de One Direction.

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Era consciente de que Styles no viajaría hasta Brooklyn para correrse en mis ojos, pero en mi nueva condición de becario de Pornhub, me sentía empoderado para tuitear a la banda.

La actividad tuitera potenció nuestro vínculo de #CreamTeam. Amber sacó su kit para hacer pulseras, puso «My Neck, My Back (Lick It)», de Khia y empezó a hacer una pulsera de la amistad.

«Ahora estoy en modo porno», nos dijo.

Cuando acabamos de hacer bisutería y de escribir tuits sobre comidas de culo, las chicas me cubrieron de pegatinas de Pornhub antes de salir por comida.

Paramos en un Subway y un tío que estaba comprando un bocadillo me dijo, «Te había confundido por un cartel de Pornhub». Le explicamos que las chicas eran las famosas becarias de Pornhub y que yo era un periodista que trataba de escribir un artículo sobre ellas. Le preguntamos si quería posar para una foto con nosotros, pero el tipo se pensaba que estábamos de broma. Cuando volvió a casa, buscó a las chicas en Google por curiosidad y se dio cuenta de su error. Les envió un mensaje a las chicas:

Cuando volvimos al hotel, me volví a poner mis mallas y empezamos a fisgonear en la plataforma social de Pornhub. Madeline tenía la foto de una polla como imagen de perfil, por lo que ya había recibido docenas de fotos de otros tíos enseñándole su miembro. Amber me aseguró que los usuarios eran más que simples pajilleros.

«Hay muchos poetas en la comunidad de Pornhub», dijo.

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«Les gusta expresarse», añadió Madeline. «Como a ti, cuando te pones esas mallas».

Luego, cada uno escogimos un vídeo porno, lo vimos y escribimos un comentario. Madeline escribió: «ZORRA DE 18 AÑOS CON MEDIAS BLANCAS COMPLACIENDO A UN ABUELO SALIDO».

«Todo el mundo lo ve… Me he vuelto inmune al porno», confesó Madeline.

Después de haber troleado la página de la empresa de sus empleadores, jugamos a pasarnos el enema anal de Amber y publicamos un tuit animando a los seguidores a que escribieran sus preguntas, que responderíamos mediante un vídeo.

¡Vice conoce a las becarias de Pornhub! Parte 1, cortesía de Pornhub

¡Vice conoce a las becarias de Pornhub! Parte 2 cortesía de PornHub

En el vídeo debatimos sobre la afición de Madeline por vomitar sobre la polla de los tíos. «Les limpio el vómito en cuanto puedo», señaló posteriormente. «La mayoría no se acuerda porque les doy Ambien. No los duermo, aunque hay un tío que dice que sí, pero es porque quiere volver con su novia feminista».

Algunos de los comentarios de Amber y Madeline resultaban molestos. En el metro vimos a un chico que llevaba una kipá y no paraba de mirarme. «¡Feliz Janucá, joder!».

Pero al fin y al cabo, son los mismos comentarios que uno oiría en la oficina o en el vestuario de un gimnasio. Al fin y al cabo, me había pasado el día mandando fotos de culos y ojetes por Grindr a desconocidos. ¿Quién era yo para juzgarlas?

¿Es eso peor que los chistes crueles de Madeline? La diferencia entre estas becarias y el resto de la gente es que ellas son lo suficientemente atrevidas como para decir ese tipo de cosas en público y, además, no les perjudica profesionalmente. Al contrario. No les importa si sus tuits puedan cerrarles las puertas a un puesto de trabajo en una empresa superseria. ¿Por qué iba a importarles? Ya no existen esos trabajos.

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Después de cenar en Williamsburg, las chicas y yo estuvimos un rato tirados en la cama antes de irnos a un club de striptease. Después de un día entero publicando tuits y haciéndonos selfies sexuales, por fin se sinceraron conmigo respecto a los que las criticaban y sobre su pasado.

Madeline me contó que los cristianos le envían biblias todo el tiempo, pero ella ve su trabajo no remunerado y pecaminoso como el camino a la salvación. «No soy feliz», dice. «Vivo con mis padres, no tengo trabajo. Mi título es de lo más útil. Supuestamente ya debería tener un trabajo antes de graduarme. Ya sé que no vivimos en el mundo de nuestros padres, pero cuesta adaptarse a él. Ojalá no hubiera estudiado. Tengo la sensación de que ha sido una pérdida de tiempo». Esta beca de prácticas le ha sido más útil que la universidad y le ha servido para encontrar trabajos de desarrollo web como autónoma. «Pornhub me ha dado muy buenas oportunidades», dijo. A diferencia de los trabajos más convencionales, aquí no tiene que preocuparse por lo que dice o hace.

Amber también está muy agradecida por esta oportunidad. «Ya me han hecho ofertas», me cuenta. «Estoy supercontenta». Al igual que Madeline, también ha tenido una vida difícil. La relación con su madre siempre fue muy tensa y acabó marchándose de casa a los 17 años. Empezó a trabajar como stripper, a salir de fiesta por clubs de sexo y a viajar. Una noche, se produjo un incendio en el club de sexo en el que estaba, pero logró escapar. «Hago lo que quiero», afirma, «pero sacrifico mucho para conseguirlo».

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Ambas han estrechado su amistad a raíz de sus problemas personales. «Cuando rompí con mi pareja, llamaba a Madeline por Skype para llorar», me cuenta Amber. «Ella me vio en plena agonía».

Aquellas becarias de Pornhub no eran muy distintas a mí o a cualquiera de mi edad. Estaban jodidas. La única diferencia era que ellas habían encontrado una forma de aprovechar esa situación para su propio beneficio. Saqué mi portátil de la mochila y puse el tema «Dear Diary», de Britney Spears. Amber y yo empezamos a acurrucarnos con su muñeco mientras Madeline giraba sobre un costado.

«Dear Diary» dio paso a «Everytime». Madeline se incorporó. «¡Dios! ¿Este es el tema de Spring Breakers?», preguntó. «Veamos la peli». Encontramos la escena en la que james Franco y las chicas del Disney Channel asesinan a gente con Britney de fondo, pero no nos hacía falta verla. Como becario de Pornhub me sentía ebrio de poder, como un Mosquetero que interpretara su primera escena de sexo en la pantalla.

Una hora después, estábamos en el asiento trasero de un taxi escuchando «Just Like a Pill», de P!nk. Mientras nuestro taxista adelantaba a otros coches de la autopista, pensé que aquella no sería una forma tan mala de morir. Quizá a Madeline podría parecerle deprimente, pero para mí era un final feliz. Estaba con dos chicas a las que habían jodido y que habían decidido arriesgarlo todo para hacer lo que les diera la gana. Yo lo veía como el final perfecto. Pero no nos matamos, sino que acabamos en Pumps, un club de striptease.

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En el club nos encontramos con varios blogueros y cantantes de punk que seguían a las becarias por las redes y que querían conocerlas en persona. Nos sentamos junto a la barra larga que rodeaba el escenario. Ninguna de las chicas llevaba ropa de colores. Yo era el único chico del grupo hasta que llegó mi amigo gay, Michael, con su compañero de piso hetero. Mientras yo tomaba notas en mi cuaderno, una stripper se inclinó sobre la barra y me pidió que le metiera un billete de dólar en el canalillo.

«Soy gay y estoy aquí por trabajo», respondí.

«Eso dicen todos».

Le di un dólar para salir del paso. Mi amigo no tenía mucho interés por ver tetas, así que se marchó a un bar gay. Su compañero se quedó para ver a las strippers. Mientras las becarias repartían camisetas de Pornhub a las strippers para que posaran para la foto, le dije al chico hetero que se uniera a nosotros. «No puedo», repuso. «Quiero ser político». Como si cualquiera que estudiara en Eugene Lang pudiera llegar a ser político.

Me alejé y vi que las chicas se estaban mirando en el espejo, arreglándose para la foto con las becarias. El compañero de mi amigo era hetero, alguien que podría hacer prácticamente cualquier cosa sin consecuencias, ¿y le daba miedo hacerse una foto con las becarias de Pornhub?

Pero mientras nos reuníamos a la puerta del local para la foto, me olvidé de todo el rollo heterosexual. Los trabajos previos a la recesión ya no existían, los graduados universitarios tienen trabajos con salarios ínfimos y las becarias de Pornhub son las chicas más libres y flipantes de los EUA. Corrí para salir en la foto y, justo cuando uno de los empleados del bar sacaba la instantánea, Madeline gritó: «¡Millennials!» en lugar de «Luis». Se me escapó la risa: ni Madeline ni Amber parecían chicas del milenio. En los días más oscuros de la economía mundial, aquellas chicas y sus selfies sexys se habían convertido en un símbolo de esperanza.

¿Buscas algo con lo que masturbarte? Sigue a las @PornhubInterns en Twitter y visita Pornhub.

@mitchsunderland

Traducción por Mario Abad.