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Cultură

#GHVIP: Bienvenidos a la parada de los monstruos

"GHVIP" es un programa en el que los participantes se saludan con un "¿Ya estás descalza, maricón?".

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"GHVIP" es un programa que se llama VIP pero en el que la mayoría de concursantes no tienen ni puta idea de quién es el compañero que tienen al lado. Y es el programa en que la gran mayoría de participantes son menos famosos que los concursantes de "Gran Hermano". Ayer, sin ir más lejos, nadie reconocía a Julio Bienert, "Julius", cocinero estrella del Canal Cocina. Es decir: nadie conocía al único tipo con oficio y beneficio que había en la casa. Y por el contrario todos sabían perfectamente quién era Sema. Es el mundo al revés, y adoramos que así sea, es la auténtica gracia y poder del programa. Iguala y pone en el mismo nivel a distintas formas de entender el concepto celebrity: nuevos famosos de medio pelo conviviendo con viejas glorias de la tele, estrellas caídas en desgracia codeándose con tronistas emergentes.

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"GHVIP" es un programa en el que los participantes se saludan con un "¿Ya estás descalza, maricón?". Raquel Bollo a Rosa Benito. Así de entrada, sin un hola o un qué tal, normalizando el delirio. Y en el que cada vídeo de presentación de los concursantes es una pequeña obra de arte de la televisión kitsch. Desde el "quiero empezar desde cero" de Benito a la declaración de intenciones de Belén Roca, que llega con el inmejorable aval de su parentesco con Camilo José Cela. Cada frase lapidaria y cada declaración solemne es tan inconsciente y surrealista que tienes la sensación de que alguien nos está grabando en casa para seguir de cerca nuestras reacciones ante semejante derroche de ingenio trash.

"GHVIP" es un programa en el que Carlos Lozano busca otra oportunidad. No se sabe bien para qué, pero es evidente que la busca. Lozano entró ayer en la casa con cara de depredador. Depredador de Luz de Gas un jueves a las 4 de la mañana. Subido en el coche escoba y a la espera de encontrar algún cadáver que llevarse a casa. En cinco minutos ya había echado la meadita territorial encima de Liz o Lucía Hoyos. Lozano no tira la caña: deja caer la red de arrastre y que sea lo que Dios quiera. Si alguien me pregunta quién simboliza y representa mejor el formato, no tengo la menor duda que se trata de Lozano: un juguete roto de la televisión, una víctima del olvido propio del medio que se cree que lleva con dignidad su estatus. Y, claro, no es exactamente así. Lozano es a "GHVIP" lo que Rafi Camino fue a "Supervivientes".

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"GHVIP" es un programa que nos permite ver a Julián Contreras Jr. disfrazado de faraón y a Rosa Benito de esclava egipcia. O a Julius, un tipo que creíamos normal, con pinta de no haber dormido en una semana. O a Rappel leyéndole la mano a Liz para concluir que si no se ha casado aún es porque "te aburres de los señores". Una revelación que el telespectador ya tenía bastante clara desde hacía años. Escenas que, en cierto modo, suponen un resumen muy gráfico de lo podemos esperar de sus concursantes: llegan dispuestos a cualquier cosa para complacer al público y, sobre todo, a los responsables del programa. La constatación visual de que estamos ante la parada de los monstruos del siglo XXI: personajes extraños, que parecen vivir en una realidad paralela, entregados en cuerpo y alma a la explotación de sus grandes carencias intelectuales y afectivas para deleite del público, siempre ávido de devorar las propuestas de estos circos televisivos.

"GHVIP" es un programa en el que el Pequeño Nicolás quiere convertirse en Fran. Como si fuera un running gag preparado y sabiamente guionizado por un elenco de humoristas, cada vez que entraba alguien en la casa y saludaba a Fran se producía la misma escena:

–"Hola, el Pequeño Nicolás, ¿no?"

–No, Fran.

–Ah, perdona, como siempre te llamaban Pequeño Nicolás.

–Ya, pero me llamo Fran.

El gag se repitió con cada compañero, como si fuera imposible escapar del loop. Fran contó a VICE hace unos días que se planteaba participar en "GHVIP" porque quería enseñarle a España su verdadera imagen, mostrarse tal como es. Lo tendrá difícil: ni el público ni sus propios contrincantes parecen estar por la labor de cambiar el chip y descubrir a un nuevo personaje. Por lo que vimos ayer, ya nos va bien con el que conocíamos.

"GHVIP" es un programa en el que el propio presentador se mira con distancia, incredulidad y sarcasmo a los participantes y al propio formato. Jordi González es el contrapunto ideal para la franquicia. Te imaginas "GHVIP" en las manos equivocadas, es decir, en las manos de un conductor sobreactuado y empeñado en darle entidad o credibilidad al producto y te entran escalofríos. Por el contrario, esta capacidad de González para desmitificar el reality, presentar con desdén e ironizar constantemente sobre los propios concursantes es el punto justo de distancia y frivolidad que necesita una gran broma como esta.

"GHVIP" es un programa en el que menos es más. Si en "Gran Hermano" la primera gala es sinónimo de espectacularidad, grandeur y pomposidad televisiva, aquí, por el contrario, se produce una reconfortante exaltación del bajo presupuesto y el cutrerío. No solo tiene sentido y coherencia, sino que además la agradecemos sobremanera. Esos motivos decorativos egipcios, ese photocall lamentable en la entrada, los vídeos de presentación, las sucesivas entradas en la casa, el 70% del elenco del casting: se podría decir que hay más dinero en un episodio de "Águila Roja" que en diez ediciones de "GHVIP". Pero es que creo sinceramente que así es como debe ser, así es como mejor funciona y más sentido tiene todo esto.

"GHVIP" es un programa en el que no tiene el menor sentido hacer valoraciones de casting tras su primera gala. Si ya de por sí se trata de un formato de largo recorrido, que necesita rodaje, tramas y estados alterados para sacar lo mejor de sus participantes, en esta edición aún parece más evidente esta sensación de que la inversión es a medio-largo plazo. Debemos esperar a que Julius se aclimate a la nueva situación, a que Lozano empiece a notar los efectos del síndrome de abstinencia sexual, a que Contreras Jr. eche de menos los antidepresivos o a que Sema ya haya desquiciado a media casa con sus tonterías. A mí personalmente me parece un casting con mucho menos cartel que el de la anterior edición, que contaba con fichajes estrella como Belén Esteban o Kiko Rivera, pero más compacto y cohesionado que aquél, del que probablemente surgirán más tramas y conflictos.