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Gays afganos | Con los talibán resurgiendo en Afganistán, los ejércitos extranjeros se las están pirando del país tan rápido como les permiten las piernas.

Foto © T. Dworzak Collection / Magnum Photos

Con los talibán resurgiendo en Afganistán, los ejércitos extranjeros se las están pirando del país tan rápido como les permiten las piernas. Los canadienses se marcharon en verano, los suizos tienen previsto hacerlo en 2014, y los australianos decidieron largarse a principios de noviembre, cuando un soldado del Ejército Nacional Afgano (ENA) abrió fuego sobre las tropas aussies. El ENA asumirá el control cuando los americanos abandonen el país, y esta perspectiva tiene a la OTAN con el ojete encogido.

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Pero la fiesta no acaba aquí: además de abusos con las drogas y de infiltración de agentes talibán entre sus filas, cosas de las que se ha informado hasta la saciedad, los soldados del ENA gustan de travestirse y darse por el culo. Un soldado de infantería canadiense con el que hablé sobre su experiencia sirviendo junto a ellos me dijo: “Los afganos se follarían lo que fuese. Para ellos, chupar pollas no es nada. Es como fumar hierba”.

Desde la invasión de Afganistán en 2001, las tropas de la OTAN han informado en ocasiones de las tendencias afeminadas de las fuerzas (demasiado) amigas de la ENA. Las quejas van desde una sección de refuerzos llena de drag-queens a darse de sopetón con uno de sus “jueves de amor entre hombres”, fiestas semanales de sexo gay en los barracones en las que el último recluta en llegar es el centro receptor de un gang-bang.

Los silbiditos están en el orden del día. Después de haber estado manejando howitzers todo el día, un soldado canadiense de artillería que prestaba servicio en el distrito de Panjway se dirigió a su base sin camiseta y tuvo que aguantar que los de la ENA le echaran silbidos y le siguieran con la mirada. “Me decían que tenía que dar gracias por lo guapo que era. Hablaban totalmente en serio de lo bonito que era mi culo… Joder con los shorts de mi ejército, gracias por nada”.

No es la primera vez que se habla de homosexualidad casual en el seno del ENA. Mike Luongo, editor del libro Gay Travels in the Muslim World, me contó que una vez, en 2004, se aventuró en las afueras de Kabul para asistir a una fiesta cruisingen la que todos los tíos participantes habían servido en el ENA y fanfarroneaban de sus hazañas contra los talibán. Según Luongo, en Afganistán no sólo no se ha estigmatizado la homosexualidad como en Occidente sino que la misma idea de ser marica no existe: se trata simplemente de hombres aliviando las frustraciones sexuales endémicas en un represivo estado islámico. En lugares como la provincia de Kandahar, donde existe una tradición de homosexualidad entre la etnia pastún, mariconear parece la única alternativa para muchos hombres que temen arriesgarse a que les pillen manos a la obra con una mujer con la que no están casados. “Dormir con una mujer puede acarrear un costoso crimen de honor”, dice Luongo. “Hay un dicho en Afganistán: ‘Los hombres te cuestan oro, las mujeres te cuestan la vida’”.

Hablé con un miembro de la depuesta familia real afgana y miembro del poderoso clan Mohammadzai, quien me explicó, “En hermandades como el EMA, es una cuestión de hospitalidad. Satisfacer los deseos sexuales de tu hermano, haciéndole una mamada o teniendo sexo con él, es una forma de liberarle de su estrés para que así pueda ser mejor luchador”.

Sea lo que signifiquen estos extraños encuentros sexuales, estos soldados afganos amantes de los culos peludos puede que estén en otro nivel de ardor guerrero. Luongo lo resumió al final de nuestra conversación: “Fíjate en el pueblo afgano: nadie lo ha derrotado nunca, y los hombres llevan miles de años teniendo sexo unos con otros. Puede que hayan padecido a Bin Laden, pero nadie logra derrotar a Afganistán”.