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Cultură

Hablamos con un ‘otherkin’ español, una persona que no se siente humana

Miguel dice que lo más cercano a su identidad sería un serafín, un espíritu cuyo aspecto es como el de un ángel pero con tres pares de alas. Utiliza las drogas para la percepción de su propio cuerpo.

En la pared de la habitación de Miguel, el cartel con el símbolo Otherkin que portó en el Orgullo Crítico de Madrid.

Disforia. En los últimos tiempos, hemos oído esta palabra hasta la saciedad, en general referida a la disforia de género. La disforia de género es ese rechazo al propio cuerpo que se produce en personas que sienten que han nacido en el cuerpo equivocado, con unos genitales y unos caracteres sexuales que no les corresponden. Imagina por un momento esta sensación: tu cuerpo, tan cercano a ti, esa masa que debes cargar de un lado a otro, te es completamente ajeno.

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En el caso de los otherkin, esta sensación existe, pero no porque no se identifiquen con los genitales con los que nacieron, sino porque, directamente, no se identifican con la especie humana. Su forma humana les produce extrañeza. En el Middle English Dictionary, "otherkin" aparece como un adjetivo que se refiere a algo "de una forma diferente o adicional, de otro tipo".

Aunque cada caso es un mundo, podríamos decir que los otherkin son personas que sienten que su identidad no es humana, o que sólo lo es parcialmente. Algunos de ellos se identifican o sienten más cercanos a algún animal concreto. Otros sienten que su identidad se corresponde con criaturas de la cultura popular, seres mitológicos o personajes fantásticos. No se debe confundir a los otherkin con la subcultura Furry Fandom, básicamente centrada en disfrazarse de animales de ficción.

Ser Otherkin no significa ir disfrazado de tu kin (el kin es el nombre que recibe la que un otherkin considera su verdadera identidad). Algunos otherkin se visten de su kin de forma puntual, otros no lo hacen nunca. La identidad, en este caso, es algo interno, que en algunas ocasiones no tiene demasiado sentido exteriorizar. Podría decirse que el universo otherkin es algo subterráneo, alejado de los focos de atención y las subculturas visibles.

Curiosamente, al haber tan pocos otherkin, y ser tan dispares entre sí, el encuentro entre otherkin se produce básicamente por internet. En última instancia, debemos tener claro que el sentir otherkin no es un fenómeno, ni una tendencia, ni una orientación, sino una realidad que sucede en el alma de los propios otherkin.

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Es relativamente complicado hablar cara a cara con un otherkin, sobre todo porque, en general, es una cuestión que se lleva con discreción. Algunos otherkin españoles con los que conseguí hablar, rehusaron a ser entrevistados, escudándose además en "la falta atractivo comercial, en el sentido que las cosas que contamos no son muy entendibles más allá de aquellos que también lo han sentido". "Más allá de los sentimientos", me dijeron, "no hay nada demostrable, que quede patente de forma visual, ni tenemos la gracia de los furries, que se visten de animales y van aullando por ahí".

Curiosamente, tenía la realidad otherkin mucho más cerca de lo que pensaba. Conozco a Miguel (nombre ficticio) desde hace dos años, pero nunca, hasta que él mismo me lo contó, supe que era otherkin.

VICE: ¿Cuándo sentiste por primera vez la sensación de no identificación con lo humano?
Miguel: Siempre fui un niño muy serio, desde que tengo uso de razón. Me miraba mucho a los espejos, sentía esa extrañeza, sentía que estaba de prestado. Yo no pertenecía a este mundo. Me desenvolvía en él, quiero mucho a mi familia, pero siempre existía esa sensación de estar a la espera de que algo pasara, de que alguien me llevara. Lo vivía como si alguien me hubiese dejado allí donde estaba, pero realmente sabía que mi casa era otra. No era nada angustioso, lo vivía con calma. Pero la sensación era esa: ¿Qué hago aquí?

Lo más cercano a mi identidad es un serafín, un espíritu cuyo aspecto es el de un ángel pero con tres pares de alas que le cubren completamente

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¿Imaginabas ya en ese momento ese otro mundo al que pertenecías?
No, ahí aún no había una figura específica con la que me pudiera identificar. Ahora, en realidad, aunque sí que hay una identificación más concreta con algo, sigue siendo una nebulosa. La sensación más potente es la extrañeza ante el propio cuerpo. Sobre todo esa sensación de que mi cuerpo es algo mecanizado, una especie de máquina, un cacharro ajeno a mí. Esta es una sensación que va en aumento.

Miguel echando el tarot sobre el tapete que muestra una de las imágenes del artista Peter Mohrbacher con las que siente identificación

¿Cuál es tu kin, cuál es la identidad con la que te identificas?
Mi identidad es un vacío universal, porque no sé realmente qué es lo que hay dentro exactamente. Es difícil describirlo. Lo máximo que puedo decir que percibo es esa cualidad de lo celestial que habita en mí. Suena un poco raro, el lenguaje es una trampa a la hora de explicar esto. Es una entidad que puedo identificar con varias imágenes, todas ellas pertenecientes a la imaginería humana. Podría decir que lo más cercano a mi identidad es un serafín o un ophanim. Un serafín es un espíritu creado, no ya a imagen y semejanza de Dios, sino como parte o esencia de él. Su aspecto es el de un ángel, pero con tres pares de alas que le cubren completamente. Un ophanim es también una imagen celestial, que se muestra como unas ruedas aladas que giran constantemente.

¿Cuándo fue la primera vez que lo sentiste?
Literalmente, sentí estar enchufado a un cable larguísimo que, a su vez, estaba enchufado a otra cosa. Sí, podría describirlo así. Sucedió hace tres años. Descubrí acerca de los otherkin, y sentí identificación con esa condición. Pensé largamente acerca del asunto, y, en un momento, me llegó esa sensación de una forma muy potente.

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Al no sentirte humano, ¿vives de alguna manera un distanciamiento del mundo?
Casi te diría que es al contrario. Esa sensación de que no pertenezco a aquí produce una calma brutal. Entonces la posición que tengo con respecto al mundo es de observación. También es importante remarcar que yo vivo inmerso en este mundo, de forma paralela. No estoy todo el rato percibiendo mi verdadera identidad. Yo soy consciente de mi condición física de humano, pero la siento un poco como un autómata. Pero precisamente esa distancia del mundo, esa visión tan externa, hace que lo mire todo con una tremenda curiosidad.

Habiendo consumido setas, me toco el gemelo y siento que alguien me lo está tocando y que yo estoy tocando algo ajeno

¿Podrías hablarme de la sensación que te produce el hecho de tener un cuerpo humano?
En realidad, la sensación de extrañeza, de sentir el cuerpo como algo mecanizado, una máquina que nos acompaña, me ayuda muchísimo a sentirme más cerca de mi identidad real. De hecho, siempre, desde pequeño, me ha ayudado mucho mirarme a los espejos para pensar. Es una manera de pensar: "estoy en este mundo, yo, aquí metido en este cuerpo, pero no pertenezco a él". Es curioso que mirar mi propia imagen humana, en lugar de provocarme disforia, en ocasiones me acerque más, por contraposición, a mi verdadera identidad, a mi kin.

Miguel representa con diversos objetos y una foto de su infancia lo más parecido a su identidad

¿Has sentido algún grado de disforia con respecto a tu cuerpo humano?
Existe una disforia de especie, por supuesto. Lo máximo que me ha pasado a este respecto es, en un momento, sentir el impulso brutal de querer cortarme las piernas. Las piernas son un atributo extremadamente humano. Y, evidentemente, el sentir permanentemente la mecanización del propio cuerpo es incómodo. Un hecho importante al respecto de esta disforia es que no hay prendas ni forma posible de parecerme a mi propia identidad. Por ejemplo, una persona que sienta disforia de género puede operarse o vestirse como su verdadera identidad le pide que lo haga. Incluso personas que tienen un kin animal pueden caracterizarse de su kin. En mi caso, no es así. Y a veces siento que necesito percibirme como lo que realmente soy.

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La imagen con la que se identifica Miguel

¿Cuál es el máximo acercamiento que has sentido a tu verdadera identidad?
Una de las cosas que más han podido ayudarme en este sentido es el haber consumido setas alucinógenas. Es un poco complicado de explicar, pero, habiendo consumido setas, me toco, por ejemplo, el gemelo, y se producen dos sensaciones: una, que alguien me está tocando el gemelo, y dos, que estoy tocando algo ajeno, un trozo de pollo. Esta disociación, este tipo de residuos de las drogas, son valiosísimos en cuanto a la percepción de tu propio cuerpo. Cuando más validado me he sentido ha sido al ver una imagen de un dibujante, Peter Mohrbacher . Dentro de una serie de dibujos que se llama Angelarium tiene un dibujo que creo que representa mi identidad. Creo que el ver ese dibujo me ha validado más que el hecho de que, por ejemplo, mi abuela comprendiese mi condición de otherkin. Ese dibujo me remite a algo familiar, como si estuviese viendo a unos familiares míos.

Está esa facilidad (por parte de la sociedad) para colocarlo dentro de lo 'no sano', de la enfermedad mental: "Tú estás loco"

¿Cuándo escuchaste por primera vez el término otherkin y sentiste que podías adscribirte a él?
Todo empezó porque tuve una pareja no binaria (las personas no binarias tienen una identidad de género que no se asimila a los espectros tradicionales occidentales de los géneros binarios masculino y femenino). Esta persona me explicó acerca de este tema, del que yo no sabía nada, porque vivía muy alejado de la comunidad LGTBQ. El saber que existía esa autodeterminación me tocó mucho emocionalmente. Era algo con lo que yo había luchado toda mi vida: el hecho de ser muy raro, y de sentir que, si no era posible ser definido por los demás, no poseía identidad alguna. Siempre había sentido, con respecto al mundo, un vacío en lo que respecta a mi identidad. Aunque yo podía definir ese vacío. Ahí descubrí que era agénero (no tener género masculino ni femenino; también conocido como género neutro). Esto ha sido relativamente sencillo en mi vida, porque he sido criado por tres mujeres muy especiales, que en ningún momento me exigieron que me adscribiera a una identidad masculina.

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¿Sabe tu familia de tu identidad otherkin?
Sí. Les conté que no sólo era agénero sino que no me sentía humano, que sentía una identificación celestial, que sentía que pertenecía a otro sitio. Usé términos bastante new age para que ellas me comprendieran, porque mi familia se mueve un poco en esa onda, y es un lenguaje que les resulta cercano. Mi abuela lo vio muy claro desde el principio, y me dijo que le parecía perfectamente posible, sobre todo teniendo en cuenta que el pertenecer a este mundo requería una conexión con la gente que nosotros, como familia, no teníamos.

¿Qué sientes con respecto a la incomprensión de lo otherkin?
Evidentemente, yo no pretendo que la gente vea mi identidad exactamente como yo la percibo. La empatía cien por cien no existe. Parece que los otherkin tenemos que hacer comprender exactamente a los demás lo que somos, y en realidad tampoco es tan necesaria esta comprensión total. Lo único que necesito yo, en realidad, es menos juicio por parte de las personas que me rodean. Ya está. Valoro mucho el hecho de que haya menos juicio, y el centrarse más en la simple observación de las cosas. También me revientan los dogmas, ese "no, es que, como no se puede comprobar científicamente quién eres, tú eres lo que nosotros digamos que eres, y punto". Mi autodeterminación no es científica.

¿Cuáles crees que son las principales barreras sociales con las que puede encontrarse un otherkin?
En primera instancia, está esa facilidad para colocarlo dentro de lo no sano', de la enfermedad mental. "Tú estás loco, eso no está bien". Como no encajas y lo tuyo no es práctico, y además nadie lo necesita, está condenado a ser socialmente exterminado.

¿A quién le cuentas que eres otherkin?
De una forma bastante pasiva, sin reivindicarlo locamente, lo he dicho socialmente, lo he dicho en Facebook, e incluso salí con la bandera otherkin (yo solo; no había más otherkin allí, que yo supiera) en la manifestación del Orgullo Crítico de este año en Madrid. Durante la Marcha, contesté a las personas que me preguntaban por la bandera. Pero la verdad, para quien la entienda. No necesito expresárselo a todo el mundo. Necesito defender mi identidad por mi bienestar, pero no por nada más. No hay un afán de contarlo a todo el mundo.

*El apellido de Miguel se ha decidido mantener en el anonimato.