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Música

Hipocondriasis, psicastenia y paranoia

Los punks barceloneses de los 80 eran muy fotogénicos.

Joni Destruye con Epidemia. Foto: archivo Meme. “A los 14 años edité un fanzine, Barna Rock. No me dejaban entrar en los conciertos y la mayoría de bandas no tenía nada editado”.

El primer contacto real que tuve con la escena punk fue en el año 84 en un concierto de Decibelios. Evidentemente esa música la escuchaba en Radio Pica, tenía los discos, leía entrevistas… pero ése fue el primer concierto al que fui. Y cuando entré ahí tenía miedo, no miedo de terror pero sí de estar cortado, porque vi a gente con pintas contundentes, agresivas. Y cuando eres un chaval de 17 años estás cohibido. Fue un punto de excitación, pero también de ‘coño, me voy a meter en la parte de arriba un poco separado que esta gente está muy loca’”. Así recuerda Jordi Llansamá su toma de contacto con el punk, como un chaval intimidado por cómo se las gastaba el mítico grupo Oi! de El Prat de Llobregat, firmante de clásicos como “Matar o Morir” o “Botas y Tirantes”.

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Ahora Jordi lleva 21 años al frente de BCore, uno de los sellos más longevos y estables de la independencia nacional y acaba de editar

Harto de Todo: Historia oral del punk en la ciudad de Barcelona. 1979-1987

, un nostálgico repaso a los primeros años del punk condal, en boca de sus propios protagonistas, empezando por los grupos que cogieron el testigo de los primeros coqueteos con el género (bandas como La Banda Trapera del Río, Basura o Mortimer, de vocación transgresora e innovadora, pero no plenamente identificados con la etiqueta) y que, con más ganas que medios, más energía que referentes y más problemas que éxitos, inauguraron la primera hornada plenamente punk de la ciudad. Grupos como Último Resorte, Kangrena, Attak, Frenopatikss o Shit S.A.

“Esa primera hornada salió de la calle, no de los colegios ni los institutos, ahí fue a parar luego. La delincuencia juvenil y el punk estaban sencillamente en el mismo sitio y había una mezcla curiosa.. mucha gente explica que antes que por la música se conocía por las drogas, por ir a pillar juntos”. Era una escena de noches duras en el entonces aún se conocía como Barrio Chino, noches de falsificar recetas para pillar anfetas de farmacia, prostitución, crímenes de poca monta, vivir en primera persona la irrupción del caballo, del SIDA, la persecución y el acoso tanto de la policía (aún eran tiempos de “grises”) como del resto de habitantes de la ciudad, que claramente no estaban preparados para aceptar algo así paseando por su ciudad. Era una Barcelona muy diferente a “la mejor tienda del mundo” que es ahora: sucia, chunga, inmersa en una turbulenta transición política, y donde llevar pelos de colores y una chupa de cuero implicaba convertirse automáticamente en un paria y una víctima real de la sociedad. “Entre los marginados no se llevaban bien porque los que les pegaban también eran marginados. Estaban los quillos clásicos y los punks, pero lo que pasaba era que, para los quillos, los punks eran maricones, tíos raros. Siempre había bullas”.

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Gente de Kangrena y Último Resorte saliendo del Bar Fantástico. Kike (Kangrena): “Ahí conocimos a los RIP. Carlos, su cantante, fue el primero que me metió un pico de caballo por la vena”.

El libro—del cual reproducimos aquí una selección de fotos y un buen puñado de descartes que amablemente nos ha cedido Jordi—dedica también un capítulo entero a un hecho crucial para la escena de Barcelona: el concierto del grupo punk tejano MDC (Millions of Dead Cops) en la antigua sala Zeleste en 1984. Aquel fue seguramente el primer concierto de hardcore como tal en todo el estado español y supuso un verdadero punto de inflexión para la escena local: “Fue el detonador del H.C., marcó el cambio en la música, la estética y la mentalidad. Llegaban tan pocas cosas que todo influía de un modo muy fuerte”.

A partir de entonces se establecieron las primeras conexiones con el extranjero, se creó una conciencia un poco alejada del punk (auto)destructivo de los primeros años y más centrada en la autogestión y la actitud positiva. Comenzó a romperse, en definitiva, el aislamiento respecto al resto del mundo. “Los fanzines se hacían por eso, para establecer conexiones, hacías las primeras entrevistas, conocías las primeras bandas, otros fanzineros de fuera… Todo el mundo que quería estar un poco activo hacia eso, aunque fuera una cosa de influencia ínfima, hecha más que nada para ti mismo. Patizambo Records tenía un catalogo de discos y directamente te los grababa en cintas. Al final teníamos todos las mismas cintas porque iban rulando”.

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De la mano de veteranos de la escena, empezaron a surgir grupos como Subterranean Kids, GRB, Anti/Dogmatikss o L’Odi Social, todos marcados a fuego por los nuevos sonidos que llegaban de EEUU o Italia. Fue una época, además, en la que la mayoría de punks se implicaban en las luchas sociales de la Barcelona pre olímpica. Surgieron los primeros sellos autogestionados y las primeras ocupaciones: “Había gente que se acercaba más al punk por las ideas que por la música en sí, como habían hecho los Crass años antes. Gente que tenía contactos con ateneos libertarios y demás personas de un espectro más político que musical”.

Harto De Todo

compendia charlas con los protagonistas musicales y con las personas que hacían fanzines, radios, distribuidoras y sellos o simplemente eran personajes de referencia de la escena. Ahora podemos volver a mirarles a sus jóvenes y anfetamínicos ojos, mientras ellos reflexionan desde la distancia acerca de una época de creatividad sin límites, de agresividad (apenas) controlada, de drogas, caos, estropicio y todo tipo de locuras de juventud.

Ultimo Resorte haciendo el cabra durante la grabación de su maxi “Una causa sin fondo”.

Peregrinación punk al Parc Güell. Bolo (Frenopaticss, Subterranean Kids, Shit S.A.): “Cuando vinieron MDC las cosas cambiaron radicalmente, vimos una actitud más politizada y radical”.

Las tetas de Silvia Resorte. “Nuestra droga era la anfetamina. Cada día antes de ensayar íbamos a la farmacia y pillábamos Bustaid y Maxibamatos. Entonces era fácil falsificar la receta”.

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Silvia y Rosa de Último Resorte. Jordi Llansamá: “Último Resorte fueron el espejo de lo que estaba sucediendo en Londres en 1977, auténticos pioneros”.

Quique de Skatalá. Foto de Susana Rico. “A los mods no los podías apalizar porque cuando levantabas la mano ya estaban a diez metros”.

Strong (Último Resorte, GRB) en una azotea de Ciutat Vella. Foto de su archivo personal.

Poly de Anti/Dogmatikss, de los primeros en practicar el DIY. Foto: Xavier Mercadé.

Gente de Kangrena, Último Resorte y Frenopaticss: Johnny, Silvia, Kike, Pa, Juanito, Manolo, Boliche y una chica sin identificar. Foto: archivo Yuju.

Manel y Wells de Shit S.A. en Zeleste, 1985. Fotos de Arturo Xalabarder. Wells: “El Roure pegó un palo a un banco, me vino a buscar y nos fuimos a hacer una gira callejera por Europa”.

Piorreah! en el Ateneu de Nou Barris, 1986. Foto de Xavier Mercadé.