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Cultură

Historias reales sobre perder la virginidad

No podía creer que esta mierda era de lo que todo el mundo hablaba y se moría por hacer. Estuve demasiado tiempo con ansias de saber qué se sentía al practicar sexo y fue una decepción total.

¿Recordáis esos rumores que corrían por el colegio sobre quién había perdido la virginidad con quién? En el mío hubo una compañera que dejó de ir a clase durante algún tiempo por la vergüenza que le dio que todos lo supieran. Todo el mundo la miraba o la trataba de una manera distinta.

Nuestras abuelas o tías nos dijeron alguna vez que la virginidad la teníamos que perder con "el amor de nuestras vidas". Y aunque algunos te contarán que vieron fuegos artificiales y la experiencia les dejó flipados, los hay que opinan que fue lo peor de su vida: incómodo, doloroso, poco placentero o con una persona a la que ahora odian.

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Pero queremos conocer historias reales sobre cómo fue esa experiencia, por lo que preguntamos a varias personas cómo perdieron la virginidad.

ANDRÉS, 29 AÑOS

La familia de mi novia había planeado un fin de semana en la playa. Éramos un grupo grande, así que decidieron alquilar varias habitaciones en una pensión de la zona. Compartí habitación con el novio de su prima y al lado, conectado por un baño, estaba el cuarto donde dormían mi novia, su prima y su abuela, que era la encargada de evitar que hubiera sexo.

Para entonces, entre mi novia y yo había empezado a haber cierto jugueteo sexual sin llegar a follar, así que siempre estábamos cachondos.

La segunda noche, después de la playa y la cena, mi novia y su prima tuvieron la brillante idea de "ver una película", plan al que se sumó la abuela en cuanto lo oyó. Vimos El cantante, película sobre la vida de Héctor Lavoe —con las actuaciones de Marc Anthony y JLO—que duraba cerca de tres horas.

Cada pareja eligió su cama y la abuela decidió unirse justo en la cama que yo había escogido con mi novia.

Mi novia, con la excusa de que teníamos frío, consiguió que nos pudiéramos arropar con unas sábanas. Minutos después comenzó a acariciarme el pene de una manera tan sigilosa que la abuela ni siquiera se dio cuenta.

Al principio me sentí incómodo porque la abuela estaba, literalmente, a centímetros de nosotros. Cualquier movimiento brusco podía llegar a desencadenar una hecatombe familiar. Después, mi novia, muy cachonda, me susurró al oído: "métemela", orden que cumplí gustosamente no sin antes ponerme un condón de una forma digna de Misión Imposible.

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Pues ahí estuvimos a pocos centímetros de la abuela, "viendo la película" follando a la velocidad de las tortugas o los perezosos, lo más lento que os podáis imaginar. No sé si era más excitante el hecho de estar haciéndolo en público o el hecho de que nos podían descubrir en cualquier momento, tanto así que en el momento de acabar tuve que fingir un estornudo orgásmico.

Algo sin precedentes. Mi novia y yo quedamos felices y satisfechos mientras su abuela, sin enterarse de nada, estaba emocionada viendo a Marc Anthony cantar.

CLAUDIA, 22 AÑOS

Perdí la virginidad a los 16 años. En ese momento no me imaginé que realmente iba a pasar, pero sí me había hecho a la idea de que iba a ser esa persona.

Estaba en la fiesta de cumpleaños de un amigo y el chico con quien la perdí vivía en ese mismo edificio. Obviamente estábamos superborrachos, jugando a póquer con otros amigos. Casi sin darme cuenta, me encontraba follando en el parque del edificio.

Estábamos tan borrachos que después de follar durante tres horas el chico se meó encima. Raro, pero comprensible, teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que habíamos bebido.

Para mí fue la mejor manera en la que pude perderla porque la persona no me importaba tanto, pero le tenía ganas. Fue extraño, pasas varios años de tu vida pensando cómo será y cuando lo haces te das cuenta que no es gran cosa.

El sexo es buenísimo, pero no con cualquier persona, y perder la virginidad no es increíble como todo el mundo piensa que es. Después de muchos años follando te das cuenta de lo distinto que puede ser el sexo según la pareja.

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LUISIANA, 22 AÑOS

Tenía 16 años, fue terrible y recuerdo que la perdí en un baño bastante feo. Yo no sabía qué hacer y él tampoco. No me ayudaba, se frustraba y se enfadaba porque le costaba penetrarme. No es que lo tuviera muy grande, sino que era la primera vez y claro, estaba muy cerrada.

Él solo quería disfrutar y no le importó en lo absoluto si yo estaba disfrutando, si me sentía bien o mal ni nada. No tenía la menor idea de cómo tocar a una mujer. Imagina que sujetas un bebé o algún animal con tus manos y no sabes cómo diablos cogerlos sin hacerles daño.

Cero sensual, horrible, hasta el punto de que me sentí mal conmigo misma y fue demasiado incómodo. Pero ahí no terminó la pesadilla. Cuando por fin logró penetrarme, con menos de diez movimientos terminó. Sí, los pude contar porque fueron muy pocos.

Salí de ese baño decepcionada con el mundo y un poco deprimida. No podía creer que esta mierda era de lo que todo el mundo hablaba y se moría por hacer. Estuve demasiado tiempo con ansias de saber qué se sentía al practicar sexo y fue una decepción total.

El muy hijo de puta me dijo cuando terminó: "Ha sido increíble; llámame si quieres volver a pasarlo tan bien como esta noche". Yo juro que no entendía nada, pensé que era una broma, porque para mí había sido un completo desastre, toda la experiencia. El chico perdió todo el encanto después de ese día; no quise saber nada más de él.

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Si pudiera, cambiaría a la persona con la que perdí mi virginidad, al menos para tener un recuerdo más placentero. Es que yo nunca creí en esas cosas que nos vende el mundo de que todo va a ser muy especial, increíble, y cosas así. Yo solo quería follar y ya.

JUAN PARRA, 27 AÑOS

Estudié en una escuela muy católica, de esas en las que lo primero que haces al entrar en clase es rezar el Padre Nuestro.

Recuerdo que había una capilla gigante, majestuosa. Estoy seguro de que todo el presupuesto de la escuela lo invertían en eso y en los viajes de los sacerdotes de la escuela a España para "ayudar a niños pobres". Jamás supe de ningún niño al que le mejorara la vida con lo que pagaban mis padres, pero bueno.

Una vez corrió un rumor en clase: supuestamente había una chica a la que, entre clase y clase, le gustaba ir a la capilla con ciertos chicos y practicar sexo oral con ellos. En el colegio se habló mucho del tema durante varios días.

Según mis amigos, solo había que presentarse en la capilla y allí estaría ella para hacerme una mamada. Así que antes de que los sacerdotes se dieran cuenta, aproveché mi oportunidad, ya que jamás había recibido sexo oral ni había llegado tan lejos con nadie. Fui a la capilla a la hora que decían los rumores que ella estaría ahí.

Llegué nervioso, un poco sudado, recuerdo, y ahí estaba, en uno de los bancos en los que te sentabas a oír la misa.

No sabía qué decirle. Pensaba en algo como: "Hola, vengo a que me des sexo oral porque mis amigos me han dicho que es lo que haces", pero no me pareció correcto. Ella me saludó, charlamos un rato y bueno, por suerte nos empezamos a besar y sin darnos cuenta estábamos sin ropa y follando en el suelo de la capilla. Recuerdo que terminé en un tiempo razonable para ser virgen, unos seis minutos o algo así.

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Obviamente, se enteró toda la escuela y ella no tuvo más remedio que cambiarse a otra, fue muy loco.

Hace poco tuvimos un reencuentro escolar y mis amigos me pidieron que contara la historia. Ella no asistió, pero me enteré de que ya está casada y con dos hijos.

DANIEL, 27 AÑOS

Una de las mayores razones por las que pedí a mi primera chica que fuera mi novia fue para poder practicar sexo. Por aquel entonces yo tenía casi 18 años.

Le tenía muchas ganas desde que la conocí y ella siempre me pasaba fotos sensuales y cosas así. Pero nada de contacto físico; no podíamos pasar mucho tiempo a solas por culpa de sus padres, así que solo había besitos y ya.

Un día que sus padres salieron de viaje, me invitó a ver Crepúsculo, porque estaba obsesionada con Robert Pattinson. También tenía los libros de la saga, que según ella eran muy románticos y te hacían fantasear con perder la virginidad.

Obviamente, acepté a ir a su casa. Iba loco por hacerlo con ella y hasta compré preservativos porque estaba seguro de que esa sería mi noche.

A media película me empezó a acariciar el pene y me preguntó: "¿Quieres?", refiriéndose a si quería que me hiciera una felación. Mi respuesta, obviamente, fue un sí rotundo. Lo que más recuerdo era que, aun sin tener experiencia, era increíblemente hábil.

Después me dijo: "Quiero que me la metas" y en ese momento yo oí las canciones de todos mis artistas favoritos sonando en mi cerebro.

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Saqué el condón, me lo puse y la penetré con Robert Pattinson y compañía presentes en la televisión de la habitación de los padres.

Ella se ruborizó. Fue muy extraño, era como si estuviese teniendo mucho placer y yo realmente no estaba haciendo nada mágico. Solo metía y sacaba el pene intentando no correrme y disfrutando del momento.

Cuando levanté la cara, vi que estaba llorando. Sí, estaba llorando y al darme cuenta de esto paré, y ella gritó un "¡NO!".

Continué y me corrí más rápido de lo que hubiese querido porque quería saber por qué mi novia estaba llorando mientras la penetraba. No la tenía tan grande como para hacerla llorar, es de tamaño normal.

Se lo pregunté y me contestó que la experiencia había sido muy romántica y especial. Que fue exactamente como había leído en los libros y visto en las películas de Crepúsculo, que todo fue muy mágico y que jamás lo iba a olvidar.

Quedé sorprendido porque para mí no estuvo tan bien, porque éramos dos vírgenes que no teníamos idea de lo que estábamos haciendo.

Hay otra anécdota. Tantas eran mis ganas de follar que cuando terminé y saqué el condón, vi que estaba roto. Es decir, me había corrido dentro.

Por mi cabeza pasó lo peor: pensé que iba a ser padre a los 17 años, que nuestra relación iba a cambiar, que le iba a destrozar la vida a una muchacha tan joven y todas esas cosas.

No le dije nada porque me daba vergüenza y no quería arruinar el momento. Al día siguiente, compré una pastilla del día después y cuando llegué a la universidad, le dije: "Toma esto y luego te cuento para qué es, confía en mí". Ella no entendió nada, pero se la tomó.

A los pocos días le vino el periodo y le conté que el preservativo se había roto y que me había corrido dentro. Reaccionó con normalidad, como si nada. Ahora entiendo por qué hay tanto embarazo precoz.