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Me Odio A MÍ Misma Y Me Quiero Morir

Hace ocho años, cuando Elizabeth Wurtzel empezó a escribir sus memorias sobre la época en que estuvo deprimida en la Universidad de Harvard, no intentaba ser un icono para las personas deprimidas en Estados Unidos. Pero en los...

Hace ocho años, cuando Elizabeth Wurtzel empezó a escribir sus memorias sobre la época en que estuvo deprimida en la Universidad de Harvard, no intentaba ser un icono para las personas deprimidas en Estados Unidos. Pero en los últimos meses, desde que publicó su libro, eso es exactamente en lo que se ha convertido. Te guste o no, la gente está flipando con Prozac Nation. La crítica dice que Elizabeth Wurtzel es una egoísta y una niñata, y no entiende por qué alguien va a querer leer 300 páginas escritas por una universitaria privilegiada que se queja histriónicamente de la mierda de vida que tiene. Sus seguidores dicen que es una descripción realista y muy detallada de lo que se siente cuando se está deprimido y que es un libro que los psiquiatras, o cualquiera que se haya enfrentado a la enfermedad o le hayan recetado antidepresivos, debería leer. Nosotros pensamos que es divertido leer sobre cómo los adolescentes se vuelven locos.

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Vice: Eres una de las primeras personas que ha tomado Prozac, ¿no es cierto?

Elizabeth Wurtzel:

Tuve la suerte de que en la Facultad de Medicina de Harvard hubiera un doctor experto en Prozac. Pero yo no formaba parte del protocolo, no formaba parte del experimento. Cuando empecé con el Prozac, acababa de ser aprobado por el Departamento de Control de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos. En Cambridge, la gente empezó a saber muy pronto cosas sobre el Prozac, y lo tomé justo después de que estuviera disponible. Entonces todo el mundo empezó a tomarlo años después y se les fue de las manos.

Lo divertido de todo esto es que en verano, mientras estudiaba en la universidad, trabajaba en la sección de tendencias del Dallas Morning News. Le dije a mi editora, “Estoy tomando un medicamento que se va a convertir en algo muy grande, porque es revolucionario. No sabes lo mucho que me ha ayudado”. Ella contestó, “No puedo creer que de eso pretendas sacar un tema”. Yo creía que iba a ser lo más grande y ella no podía tomárselo en serio como tema.

Parece que muchas personas se han colgado de este libro. Por el título parece un estudio sociológico, más que un relato personal.

E

l epílogo es mi intento de intentar reproducir la forma de pensar de las personas. Pero nadie hace nada por ser la voz de una generación, salvo Douglas Coupland y la Generación X. Pero es que normalmente nadie intenta serlo. El título original era “I Hate Myself and I Want to Die” (Me odio a mí misma y quiero morir), porque estaba basado en una experiencia personal. Pero escribí un epílogo titulado “Prozac Nation” y mi editor dijo, “Así es como deberíamos titular el libro”. Eso hizo que pareciera la historia de una generación o de un grupo de personas en vez de un relato personal. Márketing inteligente, supongo.

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Empezaste a escribir Prozac Nation hace casi diez años, en 1986. ¿Qué sientes ahora que ha salido, al fin?

Estuve mucho tiempo trabajando en él. En un principio iba a tratar sobre Harvard; ni siquiera iba a hablar de la depresión. Pero como todo lo que escribía era sobre lo deprimida que estaba, lo cambié.  El resultado me sorprende mucho. Te sientes rara cuando estás en ese estado mental. Podría caminar por Cambridge y preguntarme a mí misma, “¿Significará algo esto algún día? ¿Hay algo más que estos medicamentos estúpidos y miserables que me están volviendo loca?” No hay forma de saber si algún día todo esto tendrá algún sentido y te resultará de utilidad o simplemente estás viviendo un infierno. Me preguntaba si toda esta miseria tendría alguna utilidad. Al final resultó que sí la tenía, pero uno no siempre es tan afortunado.

¿Qué te ha comentado la gente sobre el libro?

El libro ha recibido muchas críticas pésimas; mucha gente lo detesta. Pero tuvo una buena crítica de Michiko Kakutani en The Times, y eso es muy importante. Después recibió una crítica horrible en el Times Book Review. Es decir, que ha recibido críticas excelentes y otras terribles. Pero sin duda ha llamado la atención.

Y tú te has convertido en icono del Prozac. ¿Qué se siente?

Que el público esté pendiente de ti resulta extraño. Realmente no es para tanto, mi vida no ha cambiado drásticamente. Pensé que cambiaría. Pensé que algo grande iba a pasar. No sé lo que estaba esperando pero se me ocurrió que la experiencia podría cambiarme. Pero todavía me sigo sintiendo como antes. Si tienes éxito, si por ejemplo ganas millones de dólares en la lotería, tu vida cambiará, pero no te cambiará a ti. Las experiencias de cambio salen de uno mismo. Suena un poco cursi, pero por desgracia es así.

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¿Fue escribir Prozac Nation una experiencia catártica?

Lo acabé una noche rara. Llevaba un par de días despierta, escribiendo; no había dormido intentando terminarlo. Escribí “Fin” o algo así y me fui a ver Clerks en el cine Angelika y fue realmente extraño: me había olvidado de ponerme las lentillas y no llevaba las gafas, pero podía ver perfectamente. Era como, “Dios mío, algo ha pasado. Estaba ciega y ahora veo. He acabado el libro y ha ocurrido un milagro”. Volví a casa y estaba contándole a mi compañera de piso que mi vista había mejorado desde que terminara el libro horas antes. Estaba intentando explicarle que había sucedido algún tipo de transformación cuando me di cuenta de que llevaba las lentillas puestas desde hacía días pero ya no las notaba. Mi vista no había mejorado nada.

¡Curioso!

Cuando por fin estuvo acabado, me sentí como, “Vale, ahora puedo dejarlo. Ya está en papel y ya no es un monstruo tan horrible”. Es algo. Marca una diferencia. La parte más dura es que sigo teniendo una personalidad esencialmente depresiva y continúo con la medicación, así que no era el fin.

Siempre me han dicho que tengo que intentar aparentar que estoy bien. Así es como me criaron. Mi madre decía, “No dejes que nadie sepa que estás loca”. Entonces lo escribes y sale a la luz y resulta que hay millones de personas que se sienten exactamente igual. Y es un alivio. Descubres que, de hecho, habría sido bueno hablar de ello sin más, que no es nada de lo que avergonzarse.

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¿Llevabas un diario o lo escribiste todo de memoria?

Sí que tenía diarios que, en algún momento, cuando a alguien le interese, donaré o venderé a alguna librería o lo que sea que se haga en estos casos. Pero tengo que decirte que no los usé mucho porque tengo muy buena memoria, y una de las cosas con las que más contenta estoy es que la gente que aparece en el libro me ha dicho que no pueden creer lo bien que me acuerdo de las cosas. No me han dicho, “Lo has recordado mal”, y nadie me ha acusado ni de inventarme cosas ni de equivocarme. Es evidente que no recuerdo los diálogos exactos, pero creo que se acerca bastante.

Vi al que es mi novio en el libro, Rafe, durante la promoción en otoño. En Seattle vino a verme y me dijo, “No sé cómo lo has hecho tan parecido a como era”. Y me alivió mucho oirlo, porque él no es el héroe del libro.

Aunque te hayan dicho que es muy exacto, ¿qué piensa la gente que sale en el libro sobre sus descripciones?

He intentado proteger sus identidades. He cambiado los nombres, aunque nadie que los conozca podría saber exactamente de quién estoy hablando. No hay personajes “compuestos” en el libro. Cada uno es un individuo aparte, pero creo que me he hecho parecer a mí misma la peor. O la menos amable. Con los demás, he intentado imaginar qué les pasaba por la cabeza para que fuesen humanos. No creo que el libro culpe a mucha gente o dé una mala imagen de nadie, así que creo que a la mayoría les pareció bien. Hay un personaje llamado Noah que no estaba contento con cómo lo había retratado.

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Es el tipo que conociste en tu primer año de universidad y con el que hiciste un viaje en coche por Inglaterra, ¿no?

Sí. Supongo que le hice parecer tonto, pero es que era tonto. Había algo muy estúpido en él y no había manera de evitarlo. No podía ponerlo de forma que pareciese otra cosa. Pero he aprendido un truco: si describes a alguien diciendo que es guapo, casi da igual qué más tengas que decir sobre esa persona. Simplemente di que una tía es preciosa o que un tío es guapo, o algo similar, y se olvidarán por completo de que también dices que es un puto lunático que mata bebés. Será como, “¡Pero soy guapo!”. Muy curioso. Era un truco cojonudo para hacer que la gente no se enfadase demasiado.

¿Cómo te sientes al ser etiquetada como parte del fenómeno de la Generación X? ¿Ha hecho que se preste más atención a tu historia?

Estaba muy acostumbrada a que fueran los del baby boom los que se llevasen toda la atención, ocupándolo todo, sin dejar oxígeno para nadie más. Así que ya era hora de que alguien se dé cuenta de que hay otra gente en el mundo. El grunge ha sido un poco este milagro, y ver a Nirvana en el Saturday Night Live. Lo vi en casa de mi madre y dije, “Oh, Dios mío, mamá, hemos ganado”. Estaban esas camisetas que Sub Pop hizo que sólo decían “Loser” y era como si los perdedores por fin hubiéramos ganado. Por fin el indie rock se había convertido en rock grande. Nos quedaba poco de escuchar a Poison y Bon Jovi. La música de los ochenta era un desastre, menos todo aquello que venía de la escena college-rock. Fue la peor época, muy opresiva. Tuvimos doce años de Reagan-Bush y, al fin, Clinton salió elegido. Finalmente el mundo dijo, “Basta ya de todo esto”. La gente joven había empezado a importar, aunque éramos pocos. Fue emocionante.

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¿Te preocupa que la gente espere que sigas escribiendo sobre tu depresión?

No me preocupa porque quiero hacer otras cosas. No sé si a alguien le interesará o lo leerá, pero tengo otras cosas en mente. Supongo que siempre encontraré algo que hacer. Me importan otras cosas, como mi vida amorosa o si esta u otra cosa saldrá bien. Siempre he encontrado la forma de escribir y hacer lo que quiero.

¿Qué crees que estarás haciendo en unos, digamos, quince años?

Creo que estaré casada, con hijos, y viviendo en el norte de Nueva York. Supongo que haciendo lo típico. Quiero estudiar derecho. He rellenado las solicitudes y ahora todos me dicen: “No, no, no puedes hacerlo ahora porque tienes muchas otras cosas por hacer”.

¿Pero seguirás escribiendo?

Si, siempre seguiré escribiendo. Si es lo tuyo, es lo tuyo. No desaparece sin más.