Qué piensan los jóvenes del mundo sobre el dinero, el trabajo precario y el futuro

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Qué piensan los jóvenes del mundo sobre el dinero, el trabajo precario y el futuro

Hace unas semanas un artículo de The Guardian afirmaba que los millenials, tienen un nivel de vida muy inferior al de las generaciones anteriores, por eso hemos hablado con jóvenes de todo el mundo para conocer sus historias.

Estudiantes en Londres protestando contra del incremento en las matrículas. Foto: Adam Barnett

Uno de los aspectos que definen al millennial es el hecho de estar endeudado con una persona o entidad. Como generación, tenemos el talento innato de convertir a los gatos en estrellas de Instagram. Pero en el terreno de las finanzas la cosa no se nos da tan bien: las deudas que adquirimos para pagar los estudios son insostenibles; gastamos demasiado dinero en el alquiler; cada vez hay menos trabajo y peor pagado, y la probabilidad de que alguna vez compremos una propiedad es, para la mayoría, un acertijo indescifrable.

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Hace poco, el periódico inglés The Guardian reveló que los millennials del mundo están más jodidos que la generación que los precedió. Pero este fenómeno es medianamente obvio: de hecho, VICE UK tiene una desalentadora columna llamada "Generation Fucked", dedicada a examinar esa cuestión en detalle.

Pero los artículos de los periódicos tienden a analizar la situación a una escala macro en vez de analizar cómo la situación está afectando a las personas de forma individual. Por eso, aquí queríamos cambiar el enfoque y mirar desde otro ángulo. Le pedimos a nuestras oficinas en América del Norte, Australia y Europa Occidental que hablaran con la gente joven de sus respectivos países para averiguar cómo llevan lo de vivir endeudados y sin trabajo.

MAX, 22, REINO UNIDO

No tuve otra opción que endeudarme. De lo contrario, no habría podido ir a la universidad. En un año tendré una deuda de 84.000 euros y solo tengo 22 años. ¿Qué va a pasar a partir de entonces? Esa, digamos, es la gran pregunta que me pesa a diario.

Actualmente llevo un año estudiando Producción industrial y el próximo semestre haré una práctica, que me parece muy importante: hoy en día la experiencia tiene un valor incalculable. Pero la mayoría de las becas en Londres no llegan para pagar nada, y lo peor de todo es que las cuantías de los préstamos para estudiantes también son muy escasas. O sea, hay que vivir con una cantidad muy reducida de dinero. Este año, por ejemplo, esperaban que trabajara gratis y con solo 7.600 euros menos de lo que me solían dar. Si tuviera que vivir solo de ese préstamo estudiantil, me quedarían únicamente 3.900 euros para cubrir el alquiler. Eso en Londres es prácticamente imposible.

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Desgraciadamente, debido a eso tuve que dejar pasar una beca muy buena ––una práctica que se supone que tengo que hacer como parte de mis estudios–– porque no podía permitirme trabajar gratis. Tuve que volver a casa de mis padres, en Portsmouth, al sur de Inglaterra. Ahora he vuelto a Londres y estoy trabajando a tiempo completo en una tienda. Me encantaría volver a tener una beca, pero simplemente no me lo puedo permitir. Lo que más me preocupa es que la experiencia de las prácticas es muy importante para conseguir el trabajo que quiero.

JAMIE, 23, CANADÁ

Me gradué el año pasado por la Universidad de Ryerson. Me fui con una deuda pequeña: unos cuantos miles de dólares más o menos, pero ya lo he pagado todo. El problema no fue el préstamo para pagar la universidad (mis padres me ayudaron mucho durante toda la carrera), sino lo que me esperaba después de la graduación: no hay trabajo en mi especialidad. Cuando estaba estudiando era bastante optimista. Pensé que tendría suerte y conseguiría entrar en un programa de prácticas y luego me saldría un curro genial. Pero estaba equivocada.

Actualmente trabajo alrededor de diez horas a la semana comoazafata en un bar. Durante las vacaciones de Navidad hacía 30 horas, pero este año me han reducido el horario. Mi presupuesto es muy justo. De hecho, esta es la primera vez en mi vida que he vivido al día, cosa que es bastante rara: 670 euros al mes para pagar el alquiler y la comida, 33 euros para café y marihuana y otros 66 euros para la factura del móvil. Si hay algo de esto que considero indispensable es la marihuana, pues me ayuda a relajarme, e, irónicamente, es en lo que menos gasto al mes.

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En general, es un estilo de vida de mierda, esta industria en particular no es para mí: las personas que pueden trabajar de 9 a 17, de lunes a viernes y que todavía tiene tiempo para hacer otras cosas son como superhumanos. Ahora mismo no solo estoy desmotivada para conseguir un trabajo, sino desgastada creativamente. La forma en que está construida la economía hace a la gente dócil. Una pierde el impulso, las ganas, cuando entra en esta dinámica en la que sientes la continua presión de las deudas, las tareas, los riesgos. Idealmente ––me refiero al mejor escenario posible––, me gustaría poder colocarme y ganarme la vida editando vídeos de YouTube de la gente para convertirlos en largometrajes. Hasta entonces, seguiré moviéndome a ver qué encuentro.

Foto porDaniel Sigge

FRANCESCA, 30, ALEMANIA

Estaba trabajando en una galería donde tenía un buen sueldo, pero un día me di cuenta de que tenía responsabilidades que no quería. Aparte, no tenía suficiente tiempo libre, por lo que dejé el trabajo y monté mi propia galería. Financieramente, todo se fue a la mierda. Ganaba 800 euros al mes, y tras pagar el alquiler me quedaban 350 para lo demás. Con esto podía sobrevivir, pero no vivir. Bueno, vivía, y feliz, porque estaba entusiasmada con la idea de tener mi propia galería.

Hace un año, sin embargo, tuve que cerrar el negocio porque el precio del alquiler del local se disparó muchísimo. A ver qué pasa ahora. No quiero trabajar en algo que no me apasione al cien por cien. Por ahora todo va bien, aunque vaya justo de dinero, porque creo que hay cosas más importantes que el dinero y estoy convencido de que saldré adelante.

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ETIENNE, 24, FRANCIA

En los últimos años me he sorprendido pensando lo mismo a mediados de mes:¡Mierda, se me ha acabado la pasta! Estoy haciendo unas prácticas en París, así que te puedes imaginar… En Francia, cuando una empresa te coge en prácticas por un periodo de más de dos meses, está obligada a pagar un mínimo de 3,60 euros por hora ––una cantidad insignificante para vivir en una ciudad tan cara como París––. Pero la mayoría de las pasantías duran menos de 2 meses ––como es mi caso–– por lo que no me van a pagar absolutamente nada.

Cuando me fui a Inglaterra a estudiar, pedí un préstamo de 13.000 euros al banco. Supuestamente, me tenía que haber durado un año, pero el dinero se esfumó a los seis meses. Tuve que buscar un trabajo a media jornada para poder seguir en Inglaterra, y en octubre tengo que empezar a pagar el préstamo y no tengo ni la menor idea de cómo hacerlo. Una de dos: o me voy a vivir con mis padres e intento pagar la deuda con trabajos freelance ––un escenario poco probable––, o intento buscarme un trabajo de marketing, cosa que odio.

Voy tirando, en parte porque mi novia y yo tuvimos suerte al encontrar un piso pequeño por 500 euros. No me preocupa mucho el futuro porque sé que mis padres y mis amigos están ahí para ayudarme cuando lo necesite, pero odio tener que estar dependiendo económicamente de los demás, y no quiero terminar pidiéndoles ayuda para luego quedar endeudados con ellos.

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Foto porSarah Buthmann

ISMAR, 26, DINAMARCA

El desempleo juvenil en Dinamarca es uno de los más bajos en Europa. La educación es gratuita y, dentro de la educación superior, los estudiantes reciben un subsidio mensual llamado "SU" de más o menos 660 euros que les permite también tener acceso a préstamos baratos propios del sistema SU. Por eso, los jóvenes no acumulan grandes deudas como en otros lugares.

Crecí en el campo pero me mudé a Copenhague cuando tenía 17 años. Después de irme de casa de mis padres, comencé a gastar mucho dinero en ropa y fiesta. Gasté más de lo que podía. Cogí la costumbre de llamar al banco y pedir que me ampliaran el crédito, por lo que terminé triplicándolo para poder financiar el tipo de vida que quería llevar.

No pienso demasiado en que vivo endeudado a no ser que tenga un mal día y tenga la cabeza llena de negatividad. Entonces sí pienso en ello. Entonces me doy cuenta de que la economía se me da fatal y que nunca voy a saber espabilarme por mi cuenta.

KARALYN, 27, ESTADOS UNIDOS

Si alguien me hubiera dicho que a los 27, después de haberme graduado de la universidad, seguiría viviendo con tres compañeras de piso pagando a duras penas mis deudas, nunca me lo habría creído. Yo pensaba que, a estas alturas, ya tendría la vida resuelta: una casa o un pisito y las facturas pagadas. La realidad es que todavía dependo económicamente de la gente: mi hermano, por ejemplo, me paga la factura del móvil.

Hace poco me llegó una oportunidad de trabajo. Pensé que me iban a pagar más que antes, pero al final de la entrevista me dijeron que solo me iban a dar 15 euros la hora. Esto me puso en una posición difícil porque no quería que pensaran que solo me importa el dinero. Me ofrecieron dos semanas de vacaciones pagadas, cosa que no pasa en todas partes. Pero la mitad de mis ingresos se van en alquiler. No he podido sacarme una tarjeta de crédito. Cuando me gradué tenía una deuda de 22.000 euros y ahora es de 27.000.

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En cinco años espero tener al menos tres veces lo que gano. La mayoría de las mujeres entre los 20 y 30 años piensan en matrimonio e hijos. Yo ni pienso en eso: apenas puedo pagarme lo básico. Si no puedo ni tener un perro, cómo voy a tener un hijo.

SIMON, 25, AUSTRALIA

La última vez que Australia estuvo en recesión fue tres días antes de que yo naciera, en noviembre de 1990. La crisis global de 2008 no nos pegó tan duro. Lo único que se vio gravemente afectado fueron los precios de la vivienda. De hecho, el otro día estaba leyendo un artículo que decía que Melbourne ha crecido un 60 por ciento desde 2008. Claramente, no ha pasado lo mismo con los sueldos. Las casas ya no se consideran espacios para vivir, sino inversiones. Eso me desanima bastante. Si quieres ser de los que tienen hijos antes de los 28, te ves condenado a vivir en un piso horrible a horas de atasco de distancia del centro.

Por eso decidí volver a estudiar. Me di cuenta de que tenía que ganar mucha ––muchísima–– pasta, por lo que me puse a estudiar Economía. Al acabar el postgrado me había gastado alrededor de 50.000 euros. Era mucho dinero, pero valió la pena. En Australia nos dan un subsidio bastante decente y creo que la decisión de perseguir una educación profesional es algo personal. Tiene muchas ventajas y los subsidios están limitados, alguien tiene que pagar por ellos: no son gratis ya que vienen de los impuestos, y los impuestos se pagan.

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ADRIAN, 29, AUSTRIA

Fui criado por una madre soltera que trabajaba como una esclava para pagar mi educación. Vivía con ella y me dieron becas mientras estaba estudiando, por lo que no necesité buscar trabajo. Cuando me retiraron las ayudas, todavía vivía en mi casa, pero me había aficionado a un hobby lucrativo que me sirvió bastante: el póker online me ayudó a ganar más dinero del que habría podido ganar con un trabajo normal. Finalmente, decidí irme de casa de mi madre, por lo que tuve que empezar a pagar un alquiler. Pensé que de esa forma me motivaría.

Pero no fue así. Quería dejar de jugar, pero las deudas seguían llegando. Así que en menos de un año acumulé una deuda de 3.000 euros, además de unas cuantas personales. Un día decidí dejar el póker y mudarme otra vez a casa de mi madre. Solo dos personas sabían de mi situación. Las demás no tienen ni idea de qué pasó.

Después de 6 meses de mierda, encontré unas prácticas remuneradas, así que las cosas han ido mejorando: ya soy más consciente de la economía. Estaré endeudado otro año pero al menos ahora puedo pagar lo básico. Podría hasta comprarme una PS4 si quisiera, pero no lo haré, porque sigo endeudado. Aunque eso nunca me ha detenido: así es, probablemente, como terminé tan jodido, tan lleno de deudas.

AIDA, 22, ESPAÑA

Cuando mis padres tenían mi edad ninguno de los dos había estudiado, pero les iba bien como camareros. Era bastante común en España que la gente que no había estudiado trabajara duro para ganar dinero suficiente como para tener una casa, dos coches, seguro médico privado, hijos y vacaciones una vez al año.

Hoy no conozco a nadie joven que pueda llevar una vida así. La mayoría de los trabajos no están bien pagados, no son a tiempo completo y los contratos no son permanentes. Todos nos peleamos por estos trabajos. Los buenos trabajos siguen estando peor pagados que hace 15 años.

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Soy camarera y no gano lo suficiente para poder mudarme de casa de mis padres ––ni siquiera tengo lo mínimo para mudarme a un piso compartido con una amiga––. Sigo ahorrando todo lo que puedo para pagar mis estudios, porque el gobierno me ha quitado la beca. Creo que, para mí, lo peor de todo esto es que probablemente seguiré teniendo trabajos de mierda sin importar lo que haga.

VICENZO, 25, ITALIA

Deuda es algo con lo que los italianos nacimos, y tampoco nos hace falta una carrera muy cara para terminar endeudados. Las personas menores de 35 son las más propensas a terminar en la miseria. Encontrar un primer trabajo es muy, muy difícil, lo que significa que la ayuda familiar es básica al menos durante un tiempo.

Encontrar un trabajo no es sinónimo de ser independiente a nivel económico. Tengo 25 años y he trabajado durante 2 años y todavía dependo de lo que me dan mis padres para sobrevivir. Ellos pagan mis necesidades básicas y, la verdad, mis gustos no son nada extravagantes. Sigo viviendo con ellos, en el mismo cuarto de mi infancia. Un dato curioso: en las dos últimas décadas, el coste de vida ha aumentado exponencialmente mientras los ingresos han decrecido.

El ingreso de la gente joven ha ido cayendo y llegó al punto más bajo en 2012. Esta es la razón por la cual la gente de mi edad ni se plantea comprar una casa, casarse o irse a vivir solos: todo es demasiado caro. Obviamente, no podemos decirle a nuestros amigos que la situación es así de grave, por lo que mantenemos esta pobreza escondida en el fondo de nuestras apariencias, mientras gastamos el dinero que nuestros abuelos y padres ganaron durante el boom económico italiano. Al final, casi todo el mundo en Italia puede identificase con esto.

ZARA, 26, IRLANDA

Terminé mi máster en 2012. Fue difícil dejar la universidad sabiendo que no había trabajos disponibles. Me convertí en una desempleada la misma semana que entregué mi tesis. Estaba sufriendo con el alquiler y las facturas. Tener 24 años implicaba el derecho de recibir 140 euros por semana, de los cuales 88 se iban directos para el alquiler.

La realidad de vivir con 53 euros fue un duro golpe. Tenía apenas lo suficiente para alimentarme: perdí peso e incluso tuve problemas de salud. Tuve que pedir prestado frecuentemente para pagar mis deudas. Lo peor fue cuando me robaron casi todo el sueldo el día antes de Navidad. Estaba en Dublín, sin dinero y sin poder volver a casa para esas fechas. Pasé años sin saber mi valía, sin tener la oportunidad de mejorar profesionalmente. He hecho trabajos esporádicos y mal pagados. Fue la peor época de mi vida.

Hoy he aceptado el hecho de que tener una casa, o un coche, no es una opción. La verdad es que aprender a conducir aquí se ha convertido en un lujo al alcance de muy pocos. Personalmente, odio que la gente de este país esté sufriendo por sobrevivir mientras los bancos no hacen nada para ayudar. Hay familias enteras sin casa, hay personas jóvenes emigrando, todos buscando cómo pagar las deudas y preocupados por su futuro. Aun así, el Estado no hace nada.