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La ciudad subterránea del presidente Mao

Nos colamos en una ciudad subterránea secreta construida bajo Beijin.

En 1969, el Secretario de Estado Mao ordenó la construcción de un segundo Beijing debajo de la superficie de la ciudad original destinado para acomodar a los 6 millones de sus entonces habitantes para que en caso de guerra nuclear, la gente tuviera todavía un lugar donde jugar al Mahjong mientras el resto de nosotros arderíamos hasta la muerte bajo un baño de lluvia ácida. La guerra nunca llegó pero la ciudad sigue ahí.

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Para ser honestos, el secretario de estado había perdido la cabeza en medio de esos días oscuros de la brutal revolución cultural china; el motor de la enfermedad neuronal había acelerado su locura a velocidad warp. Pocos saben que esta metrópoli nuclear subterránea fue construida en verdad, o cuán lejos llegan esa red de cavernas y túneles bajo tierra, aunque se cree que todos conectan con los puntos claves de Beijing y algunos espacios gubernamentales, incluyendo la Plaza de Tiananmen, la Estación Central de Beijing y las Colinas del Oeste. Sin haber operado jamás en su totalidad, la ciudad subterránea resta completamente negada y olvidada en estos días. De hecho, la mayoría de los habitantes de Beijing ni imagina su existencia.

Es bastante difícil llegar abajo hoy en día, pero con un poco de suerte mágica durante mi última visita a Beijing, me puse en contacto con un amigo de un amigo de alguien que conocía a un tipo que había escuchado la historia de que existía un punto de acceso en el cuarto de servicio de su pequeña casa en el centro del distrito de Hutong. Con la condición de que no reveláramos el punto de acceso ni cuanto nos había costado sobornarlo, accedió a llevarnos abajo.

Era improbable que la policía nos atrapara bajando, pero obviamente, si nos atrapaban el marrón iba a ser considerable y nuestro guía estaba todo tenso como si lo siguieran linternas y perros olfateadores mientras nos conducía por los callejones de la ciudad hasta el punto de entrada: esta tienducha hecha polvo.

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Bajamos varias escaleras a oscuras hasta que llegamos a una plataforma subterránea. Increíblemente, a pesar de que el túnel se encuentra entre 8 y 18 metros bajo tierra, la electricidad de Beijing seguía bombeando voltaje con fuerza a través del artificio. Casi todos los interruptores eléctricos funcionaban.

La mayoría de los caminos –si es que no estaban inundados más allá del acceso– estaban bloqueados con madera o basura. Nuestro guía insistió en que si movíamos la madera para poder pasar por encima, podríamos llegar hasta la Plaza Tiananmen, donde al parecer los túneles son suficientemente largos como para aparcar tanques en procesión. Eventualmente ha sido puesta de nuevo en uso -como almacenes del gobierno o como espacio improvisado para raves locas montadas por punks chinos con cascos de minero. Pero la mayoría ha sido rellenada de cemento, inundada de agua, o directamente destruída para abrir paso al nuevo metro subterráneo de Beijing.

Por un tiempo, una pequeña porción de la ciudad subterránea fue abierta como atracción turística, tratando de dar un vistazo a lo que hubiera sido la utopía subterranea si ésta hubiera dado frutos, pero ha estado cerrada desde que los mochileros que van a Beijing se dieron cuenta de que preferían gastarse la pasta en licor de arroz chino barato que en explorar túneles vacíos infestados de ratas.

Mientras rondábamos por ahí, encontramos varios cuartos en diferentes estados de abandono. Me imagino que aquí es donde hubieran terminado todos esos restaurantes, oficinas, hospitales, escuelas, cines, fábricas, e incluso pistas de patinaje subterráneas.

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Aquí una evidencia de como los túneles fueron rellenados y bloqueados.

Dando vueltas, nos encontramos con un par de pequeñas habitaciones -una con viejos posters sobre la pared. Un buen lugar para traer a una nena a hacer marranadas.

Más allá del camino inundado, nos topamos con varias muestras del sueño que construyó este bunker de cemento.

Una foto borrosa de Mao en persona y una placa conmemorativa recordándonos a todos que debemos ser buenos comunistas "cavando túneles y almacenando comida". Lo que yo siempre digo.

Aquí un pedazo de un mapa que encontramos para darnos una idea de la complejidad de los túneles.

De repente algo inesperado sucedió. Mientras caminábamos, presúntamente cerca de otra salida a la superficie, vimos luces delante de nosotros y varias plantas bastante bien cuidadas.

Al parecer la República Popular de China sigue empujando a la prole hacia el subterráneo, y varias personas de escasos recursos viven aquí como prueba viviente de los problemas de sobrepoblación y vivienda de Beijing.

Aquí un tendedero. Sólo porque la ropa esté tendida no significa que haya sido lavada. Os lo aseguro.

Más pruebas de que hay personas viviendo aquí abajo: ¡una cocina espaciosa!

Y lo más encantador de todo, estos cagaderos comunitarios.

Nuestro guía comenzó a sentirse angustiado por la idea de que quizá hubiéramos visto demasiado y nuestros pies ya no podían más. Estábamos empapados y congelados así que nos piramos y regresamos a la utopía comunista contemporánea sobre la tierra de Beijing…

Oh, sí… :(