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Cultură

Lars von Trier = Doctor Maligno

Queremos la versión larga de Nymphomaniac con todos los mete-saca.

Hay una teoría que dice que Lars von Trier y Thom Yorke son la misma persona. La hipótesis queda invalidada por una cuestión física relacionada con la ubicuidad. Ambos son capaces de vender hasta a su madre y una vez coincidieron en el tiempo, pero en lugares distintos. Hay otra teoría (todavía no se ha podido desmontar) que dice que dice Lars von Trier es el Doctor Maligno y acaricia un gato en los cuarteles generales de Zentropa mientras cuenta los trillones que ha ganado y recuerda a sus empleados quién es el jefe de todo esto.

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Lars se puso el “von” para resultar más aristocrático y trama sus campañas de marketing junto a un fiel ejército de mini-yos, sin necesidad de asesores ni agencias. Acaba de empezar una de sus grandes tómbolas, porque por fin se ha quitado el calentón de hacer una porno. Ha conseguido que Willem Dafoe o Shia LaBeouf luzcan cara de yo-ya-me-corro-tú-cuando-quieras-suéltamela en todos los carteles que anuncian la peli de  Nymphomaniac.

Tiene teasers calentones, YouTube censuró el tráiler cuando lo subieron y estrenará mundialmente la primera parte el 25 de diciembre (coitus interruptus, la segunda un mes más tarde). Cuenta también con la ayuda de Charlotte Gainsbourg, que interpreta a la ninfómana protagonista, y ha confesado que tuvo que parar los pies a LVT porque se pasa de la raya con lo del sexo. Le dijo no a masturbar a un actor porno, y le negó dos veces porque tampoco quiso estar delante cuando éste se aliviaba.

Decirle no al director danés es decirle no a Dios. Ha obrado milagros: convirtió a Björk en actriz, aunque el duendecillo islandés ya no le dirija la palabra. Ha sido perseguido por sus homilías: "Entiendo a Hitler", y Cannes le declaró persona non grata. Ha intentado fundar su propia Iglesia: el Dogme 95, una especie de culto a sus idas de olla. Y eligió su discípulo en la Tierra: Thomas Vintenberg, aunque ahora éste no le de mucha bola.

Ha profetizado el fin de del mundo y la llegada del Antricristo. También se adelantó a la HBO y a la edad de oro de la tele con The Kingdom. Y hasta tiene fieles seguidores que andan con su videocámara en mano meneando con pulso onanista el encuadre para conseguir el efecto Von Trier. Son los miembros de su culto, que lo consideran un enviado divino y les alucina que no pueda viajar en avión o que vaya a recoger una Palma de Oro a Cannes con falda escocesa y sus atributos bailando en la oscuridad.

También tiene apóstatas de su credo, que una vez tuvieron erecciones con esos escenarios de Dogville pintados con tiza en el suelo y se quedaron hipnotizados con la cuenta atrás de Europa. En realidad, muchos se durmieron, pero su gafapastismo le impedía reconocerlo. El caso es que estos ahora lo consideran un manipulador peligroso (¿es eso malo?) y no les gusta nada la idea de que los animales les miren a los ojitos -como le pedía Luis Aragonés a Romario- para recordarles que el caos reina.

Nosotros somos muy de Von Trier y estamos deseando ver Nymphomaniac, pero la versión larga, con todo su lubricante y todas las sesiones de mete-saca que puedan quedar fuera por la censura. La de cinco horas y media que amenaza con llevar a Cannes, si le vuelven a poner en lista. Grande, Lars, la tienes (la autoestima) muy grande.