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El número de la ciencia extraña

Las versiones beta de la humanidad

La evolución es resultado de millones de años de mutaciones aleatorias y a veces nada exitosas.

Foto de Fred Spoor

Los no científicos ven la evolución como una serie lineal de mejoras que se va incrementando, como una de esas ilustraciones de un pez saltando fuera del agua, saliéndole piernas, caminando erguido y luego sosteniendo un maletín. La verdad es más compleja.
Que seamos como somos es resultado de millones de años de mutaciones aleatorias y a veces nada exitosas. La senda del desarrollo humano es intrincada y así se reafirmó hace unos meses cuando un trabajo de investigación en la revista Nature confirmó que hace 2 millones de años había diferentes especies de Homo existiendo simultáneamente en una misma región de África, no sólo nuestro ancestro directo, el Homo erectus. Aquello era una enorme y poblada fiesta Homo.

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El artículo da una visión de varios fragmentos fósiles, entre ellos una quijada que, dicen los autores, prueba que un mono erguido y de rostro chato, que los científicos han bautizado como Homo rudolfensis, era sin duda una especie distinta a la de nuestros antepasados erectus. Estas dos especies coexistieron con un tercer futuro-humano, el Homo abilis, durante un periodo de nuestra evolución que todavía seguimos sin entender del todo.

“Hay un gran hueco en el periodo situado entre hace dos y tres millones de años”, dice Fred Spoor, uno de los autores del informe. “Las zonas en las que vivían estos ancestros no tenían las condiciones adecuadas para producir los fósiles que estamos tratando de encontrar”.
Es probable que sigamos descubriendo variedades de casi-humanos en tiempos venideros, como en 2003, cuando restos de humanos de 1,20 de estatura, el Homo floresiensis, fueron descubiertos en Indonesia. Los ‘hobbits’, como empezaron a ser conocidos, usaban herramientas creadas en algún punto de los últimos cien mil años; arqueológicamente hablando, el guiño de un ojo. Spoor dice que son otro ejemplo de las vueltas que puede dar la evolución. “Animales que viven aislados en islas pueden tener un desarrollo extraño”, dice Spoor. “Aunque digamos, ‘Eso no le pudo pasar a los antepasados humanos’, demuestra que hasta en etapas relativamente tardías esta diversidad se dio también en la evolución humana. Para entender cómo sucedió esto, es necesario investigar más, hallar más fósiles”.

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