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Cultură

Lo mejor de la Casa Blanca desde la mamada de Clinton

Michelle Obama la machaca.

La Bola de Cristal popularizó en los ochenta una tonadilla (“Haz deporte / no eches tripa / juega limpio / participa”) para promover un estilo de vida más activo y saludable. Treinta años después, vienen los americanos a enseñarnos cómo se hacen las cosas: con cuatro negros, una negra culona que a su lado parece un pigmeo y un blancucho (filipino-americano) de figurante con micro.

Si no te has enterado, te lo contamos en tres líneas: el equipo de Miami -vigente campeón de la NBA- jugaba en Washington y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, la primera dama hizo un 2x1 y convirtió el besamanos en la Casa Blanca en su plató, grabando una pequeña travesura con sus basquetbolistas favoritos. Llamadla tonta. Llamadla.

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Como no le pudo encargar el guión a Aaron Sorkin la cosa se le quedó un poco Spike Lee. Es lo que sucede cuando tus actores se hacen llamar D-Wade o LeBron James. No les puedes pedir más de dos frases seguidas e impedir que el aroma a cancha callejera que despiden atufe hasta el despacho Oval. Más aún cuando nuestra refinada secundaria de lujo sale haciendo mate a una mano con carcajadas a cámara.

Es la escena clave. Hasta entonces teníamos al entrenador preguntando a los chicos por sus hábitos alimenticios y ellos hablando de vegetales y agua como si fuesen modelos anoréxicas. Entonces aparece LeBron con su canasta comprada en los chinos y acontece lo inesperado. Michelle coge carrera –seguro que alguien viene diciendo que eso son pasos– y machaca al estilo Jordan.

Magia televisiva. LeBron grita “In yo’ face!” y se va de escena porque no aguanta la risa, Michelle se desorina con cara de rapero y los demás miran despistados esperando que el director corte el plano, porque esto ya parece una casa de putas. Pero nadie corta y todos ríen. El último en unirse a la guasa es nuestro improvisado presentador-entrenador, que parece esperar a que Wade le dé permiso.

Nos gustaría haber escuchado alguna frase propia de las canchas (“¡Esta es mi casa y yo mando en mi puta casa!”), pero hubiese perdido frescura. Si esperabais aquí una denuncia rollo Idiocracia de la cultura americana, habéis venido al lugar equivocado. La Casa Blanca mola y queremos que se ruede en Moncloa un anuncio con como-sea-que-se-llame-la-mujer-de-Rajoy clavándole un penalti a Valdés y haciéndose un zumo de naranja.

O mejor no. Que igual la cosa se desmadra y acabamos como esa escena post-coital, comiendo manzanas y la esposa del presidente diciendo que el gangbang estuvo bien. Atentos a los detalles de clase: planos de los anillacos de campeones y la mesa llena de fruta mordisqueada sobre servilletas. Os lo cuento porque en ese momento ya estabais soñando con los calcetines rosas de Chris Bosh y se os pasaron esos instantes de oro.

Si estáis pensando que el que sobra en esa mesa es el blanco, recordad que los negros también respetan la cuota racial. Es una pena que el señor Spoelstra nos haya salido sosete. Con razón dicen eso de que Los blancos no la saben meter. Aunque, claro, siempre nos quedará Clinton para romper ese mito en la mismísima Casa Blanca. Jamás le perdonaremos que no subiese el vídeo a Youtube.