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​Lo que aprendí usando Ashley Madison para engañar a mi mujer

Me abrí un perfil en Ashley Madison, la web de citas para gente casada, puse una foto discreta y compré algunos créditos, con la esperanza de encontrar a otras casadas adictas al sexo. Esto es lo que aprendí.

Una búsqueda en Google sobre artículos acerca de Ashley Madison, el sitio web de citas para gente casada, suele llevarte a distintas variantes de las mismas dos crónicas. La primera es el artículo de un periodista que se abre un perfil en la página "únicamente con fines de investigación", conoce a varias mujeres durante sus pesquisas, no tiene la decencia de acostarse con ellas y finalmente utiliza la información recopilada para extraer una serie de conclusiones mezquinas sobre el perfil de mujeres que utilizan este servicio. La segunda es obra de una mujer cuyo matrimonio está perdido y acaba recurriendo a esta página, tal vez tiene relaciones sexuales y aprende unas cuantas y valiosas lecciones de vida. Este artículo no es nada por el estilo.

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Trasfondo: tengo cuarenta y tantos años, soy profesor en una universidad del Reino Unido y miembro destacable de mi comunidad, además de estar casado y con hijos. También soy adicto al sexo. Reconocería ser adicto al sexo si considerara la adicción al sexo una enfermedad real y no solo un convencionalismo con el que clasificar la afición al sexo poco ortodoxo como una patología. Quizá peque por exceso de subjetividad, pero creo que en el fondo todos somos adictos al sexo, solo que hay gente demasiado estirada como para admitirlo. Si tuviera que justificar esto último, diría que mi mujer pertenece a esa categoría, pero estaría mintiendo. Ella es tan adicta al sexo como cualquiera, excepto que, por alguna extraña razón, solo quiere practicarlo conmigo.

He hecho mis escarceos en Tinder con más o menos éxito. No hay duda de que soy un cabrón, pero quiero ser un cabrón al que no descubran. Me he dado cuenta de que para conocer a gente en Tinder hay que mentir el doble: mentir a mi mujer sobre lo que estoy haciendo y también mentir a mis ligues sobre mi estado civil. Pese a lo buen mentiroso que soy, a veces resulta extenuante mantener este nivel de engaño. Ashley Madison parecía ser la solución a ambos problemas. Si alguien de la página me reconociera, probablemente estaría en la misma tesitura moral que yo y, por tanto, difícilmente me delataría. Si concertara una cita con alguien, no tendría que inventarme alguna historia rara, como que me acabo de separar y prefiero discreción, bla, bla, bla.

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Así que me abrí un perfil en Ashley Madison, puse una foto discreta y compré algunos créditos, con la esperanza de encontrar a otras casadas adictas al sexo. Y esto fue lo que aprendí…

El sitio web está lleno de timadores

Menuda sorpresa, ¿eh? Una página web llena de hombres que quieren sexo sin que les descubran es el caldo de cultivo ideal para la aparición de estafadores. Afortunadamente, la mayoría de estos artistas del timo tienen la sutileza de uno de esos emails nigerianos y son fáciles de detectar. Uno de sus mayores fallos es que usan fotos de estrellas del porno como imagen de perfil, sin darse cuenta de que la mayoría de los usuarios de la página seguramente pasen más tiempo viendo vídeos porno que jugando con sus hijos. Algunos de los perfiles te tientan con la promesa de cumplir con cualquier perversión que te ponga cachondo. Otros juegan a largo plazo, prolongando la historia durante días, incluso semanas. Es más sencillo detectar a los primeros que a estos últimos. Algunos de estos perfiles-estafa son muy elaborados y debo reconocer que lograron engañarme unas cuantas veces, aunque me retiré a tiempo antes de salir escaldado.

Independientemente de cómo te aborden, siempre suele acabar de la misma manera: una solicitud para que te registres en un sitio de tickets o para que actives tu webcam. Supuestamente, los sitios de tickets sirven para que puedan verificar tu identidad, siempre guardando tu anonimato, y como forma de protegerse ellos mismos. El problema es que para ello te piden que facilites los datos de tu tarjeta de crédito a una empresa fraudulenta de Europa del Este, que instala un software n tu ordenador. ¿Y lo de la webcam? Por alguna razón, nunca quieren usar Skype, pero saben de una página genial en la que puedes abrirte un perfil. "Claro que no es un timo, cariño. Confía en mí". La primera regla de Ashley Madison: si parece demasiado bonito para ser verdad, es porque probablemente no lo sea.

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Si no es una estafadora, probablemente sea una "mantenida"

Si te topas con el perfil de una mujer atractiva de menos de 25 años que resulta no ser una estafadora, lo más probable es que esté ahí por dinero. Supongo que es razonable: ¿por qué iba a querer acostarse gratis con un hombre barrigudo y casado si podría estar con algún tipo musculado y moreno de veintitantos años que seguramente se afeitará los huevos? ¿Qué la llevaría a escogerte a ti y no a este último si no es algún otro tipo de incentivo? Algunos hombres creen que pagando a sus jóvenes conquistas un taxi en lugar de dejar que vuelvan a casa en autobús hará que las chicas se enamoren perdidamente de ellos. Pues no funciona así. Estas chicas buscan una asignación mensual. Quieren ir de compras y, una vez has llamado al taxi, lo querrán coger solas.

Si tiene menos de 25 años, es atractiva y no es una mantenida, la cosa puede acabar desmadrándose

Saber que estas jóvenes atractivas solo buscan tu dinero no impedirá que sigas intentando acercarte a ellas. No nos engañemos, es lo más cerca que vas a estar de la fantasía pornográfica que te impulsó a abrir un perfil en esta web. De vez en cuando, te olvidas del sentido común y les envías una clave para acceder a tus fotos junto con un mensaje en el que intentas mostrar cierto interés sexual sin llegar a asustar. La mayoría te ignorará, sobre todo si les has dicho que no eres de los que busca una chica a la que pagarle todos los caprichos. Aquellas que, pese a todo, respondan a tus mensajes, resultarán ser de lo más raro.

Estas mujeres te enviarán mensajes con menos tacto que un tiranosaurio haciendo la cama. Una de las chicas estuvo alardeando de cuerpo para después enviarme fotos de ella con un antiguo amante que la hacía ponerse los bañadores de su hija y se la follaba en la cama de dicha hija. Otra de ellas me dijo que no estaba interesada en la típica cita de cena y copa, sino que me envió su dirección y dejó una ventana abierta para que me colara por ella a la hora convenida y fingiera que la violaba. La verdad es que fingir que violo a una chica no es mi idea de pasar un buen rato, como tampoco lo es tener la perspectiva de tener que explicarle a la policía que me estaba limitando a satisfacer la fantasía de una mujer, llegado el caso. Rechacé educadamente ambas propuestas.

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Incluso en los casos menos extremos, tengo la impresión de que, durante los diez años que llevo casado, el sexo se ha vuelto más… experimental. Por supuesto, esto no es un estudio científico y quizá se trata simplemente de que a los usuarios de AM les va más la caña, pero me da la sensación de que los azotes, los tirones de pelo, el bondage e incluso los juegos de asfixia son la tónica general. Y el sexo anal. Cuando tuve mis primeras relaciones sexuales, allá por la década de 1990, el sexo anal era solo una leyenda urbana. No sé si será por influencia del porno por internet, pero ahora la penetración anal es algo habitual, te guste o no.

Por cierto…

Si tiene menos de 25 años y es estadounidense, seguramente querrá que te afeites el vello púbico

Otra de las consecuencias de la ubicuidad del porno son los huevos afeitados. Nuevamente, quizá mi visión del sexo esté distorsionada por el perfil de personas que usan AM, pero voy a lanzar otra generalización acientífica: en el Reino Unido, lo normal es que los hombres tengan algo de pelambrera en la entrepierna. A lo mejor tienes que recortarlo un poco para no parecer un vagabundo, pero tampoco es cuestión de parecer un bebé. En los EUA, en cambio, lo de afeitarse parece ser casi obligatorio; una vez me pasé semanas –fueron literalmente semanas enviándonos mensajes y llamándonos a altas horas de la noche- organizando una cita con una mujer que estaba muy por encima de mis posibilidades. Tenía el punto justo de rareza, no buscaba mi dinero y me había bombardeado con selfies explícitos. Yo estaba de visita en Los Ángeles y ella iba a pasar el fin de semana conmigo, pero en último momento me dio un ultimátum: o me presentaba sin un pelo o no había cita.

Su argumento era que yo esperaba de ella que estuviera depilada a la perfección y que no veía por qué habría de ser distinto conmigo. En ningún momento pensó que si volvía a casa con la huevera depilada mi mujer probablemente me la cortaría con unas tijeras. Como era una condición sine qua non, tuvimos que cancelar el encuentro. Mi consejo: pregúntaselo desde el principio y te ahorrarás muchos quebraderos de cabeza.

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A veces las cosas se desmadran, independientemente de la edad

Después de unos meses, ya has recopilado unas cuantas anécdotas como para elaborar la lista de "Las peores experiencias de AM", que resulta muy útil para romper el hielo cuando encuentras a alguien medio normal. Los integrantes de la lista son bastante predecibles: gente que no se parece a la de la foto, gente que quiere poner en práctica alguna extravagancia sexual de buenas a primeras, etc. Una vez mantuve contacto con una estadounidense, joven y atractiva, que estaba de visita en Inglaterra. Intercambiábamos emails y mensajes de texto. Pronto el contenido de los mensajes empezó a tomar un cariz sexual: empezó por fotos de desnudos y derivó en sexo telefónico. Quedamos para vernos y durante todo el viaje en tren estuvimos enviándonos mensajes cada vez más guarros. Mientras hacía trasbordo, me sonó el móvil y vi que era su número.

Ella: "Hola, papi. ¿Qué haces?"

Yo: "A punto de coger el otro tren. ¿Y tú?"

Ella: "Estoy jugando con mi pollón".

Yo: "¿Perdona?".

Ella (con una voz que de repente había pasado de soprano a barítono): "Ya me has oído, papi. Jugando con mi pollón".

Personalmente, estoy dispuesto a aceptar el argumento de que el género no es más que un convencionalismo social, más que biológico, y muy fluido, además. Tener una polla no te convierte automáticamente en "hombre". Pero pronto me di cuenta de que este tipo no se veía encasillado en ningún tipo de continuidad de género, sino que se dedicaba simplemente a cazar a hombres casados. A decir verdad, incluso después de hacerme esa revelación, siguió insistiendo en venir a mi hotel a hacerme una mamada. Una vez más, tuve que declinar la oferta de buenas maneras.

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Si buscas bien, puedes encontrar mujeres de verdad en Ashley Madison

No quiero que esto parezca un anuncio: pasé horas, días incluso, enviando mensajes a docenas de mujeres. Y no fue barato, ya que tienes que comprar créditos para poder entablar contacto con alguien. Después de unos cálculos rápidos hechos en el dorso de un sobre, descubrí que decir hola a cada mujer en esta plataforma me costaba unos 2,50 dólares. No solo estaba sacrificando horas de estar en familia para escribir mensajes encantadores por el móvil sin que se enterara mi mujer, sino que todo eso me estaba costando un ojo de la cara. Creo que más del 80 por ciento de los mensajes que envié fueron ignorados, y la mayor parte del 20 por ciento restante encaja en alguna de las categorías anteriores. Pero si eres una persona determinada, capaz de escribir frases con sentido, relativamente atractiva y sin tendencias psicópatas, puedes encontrar una mujer de verdad en AM.

Mis primeros encuentros parecían más entrevistas de trabajo que citas. Quedábamos para tomar un café, escogíamos un lugar lo suficientemente discreto como para que nadie nos viera juntos y lo suficientemente público como para que ninguno intentara estrangular al otro. En una de esas primeras citas, yo había llegado pronto. Cuando ella entró, ambos supimos al instante que la cosa no iba a ir más allá. Ella empezó a despotricar de su marido, yo me inventé que mi mujer era frígida y pasamos un tiempo de rigor (el suficiente para no quedar como unos maleducados) hablando de nuestros deprimentes matrimonios. Luego me marché, subí al tren y procuré enviarle el inevitable mensaje de "No, gracias" antes que ella. En AM usan giros como "No hay chispa" o "No hay química" para transmitir el mensaje "Nunca vamos a follar".

Después de varios episodios similares, empecé a pensar que AM funciona más como sesión de terapia que como herramienta para acostarse con alguien. Algunas de las mujeres que conocí me rogaron que volviera a casa y que me sacara de encima esa frustración sexual con mi mujer. "Le encantará", me decían, incluso después de haberles explicado que mi mujer y yo queríamos cosas muy distintas en el sexo. Otras ponían tierra de por medio cuando se enfrentaban al adulterio en carne y hueso. Pero si insistes, puede que acabe funcionando.

Todos los artículos sobre AM acaban con una moraleja. Algo como, "Las mujeres infieles simplemente quieren llamar la atención de sus agotados maridos", o alguna estupidez de corte patriarcal por el estilo. Mi lección es mucho más sencilla: evita a las "mantenidas", nunca reveles tu verdadera identidad y prepárate a que el juego se prolongue. Puede que cueste más dinero y tiempo que cuando estabas soltero, pero si sigues usando AM finalmente lograrás echar por tierra tu matrimonio de forma definitiva.

Traducción por Mario Abad.