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Cultură

Así entran los ladrones en tu casa sin que te enteres

¿Cerrajeros desvalijando hogares con llaves maestras? ¿Cacos con porras eléctricas? La Policía y un cerrajero nos explican cómo evitar el bumping.

Haytham Kenway forcejando una puerta en Assasin's Creed

"¡El quinto y el décimo! ¡Han robado en el quinto y el décimo! ¡Y se han llevado dinero de un cajón!". Apenas se acababa de marchar la Policía, cuando mis simpáticas y ruidosas vecinas, una suerte de radiopatio formado por jubiladas que se enteran de todo antes que nadie (sin necesidad de Twitter), ya conocían hasta el último detalle de lo sucedido. Sí: por segundo fin de semana consecutivo, los ladrones habían entrado en varios pisos del edificio.

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"Son cerrajeros profesionales", sentenció el portero cuando le pregunté, con esa seguridad y ese abrumador conocimiento que les otorga a los conserjes pasarse el día entero observando a todo el mundo. "No fuerzan ninguna cerradura, porque utilizan llaves maestras, y sólo buscan joyas y dinero en metálico. Ni siquiera desordenan nada, sino que lo dejan todo tal cual lo encuentran. Vienen y se van tranquilamente: este último hasta hizo un pis en el baño. Igual se tomó una cerveza de la nevera". Mira tú, qué majetes.

Afortunadamente, mi casa no ha sido víctima de un robo, ni siquiera de una cerveza de la nevera. Si entran los ladrones, no encontrarán joya alguna. Si acaso unas tristes monedas que, con suerte, les darán para pillarse una en los chinos de abajo. A cambio se darán de bruces con dos perros de tamaño considerable, lo que según mi portero es más disuasorio que un segurata hormonado, pese a que, con toda probabilidad, se dejarían sobornar por una salchicha de marca blanca. Me asaltan las dudas. ¿Estamos a salvo yo y mis escasas posesiones, señor agente?

"Cabe preguntarse si hay una especie de mafia organizada de perversos cerrajeros que te saludan amablemente durante el día y te desvalijan por la noche"

"La realidad es que, si quieren robarte, no hay prácticamente nada que puedas hacer para evitarlo". El que me da ánimos de ésta manera sabe de lo que habla: es un Policía Nacional del distrito madrileño de Vallecas, y ha visto ya muchos, muchos robos. "Desde 2013 se han incrementado, al menos en este barrio. Y no hace falta irte de vacaciones durante una larga temporada: hace poco, a una señora la robaron en casa mientras salía a hacer la compra. A menudo hay una persona encargada de vigilar la vivienda y los movimientos de sus ocupantes: a qué hora sales de trabajar, a qué hora vuelves… También emplean el método de la cuña en la puerta. Es una pequeña marca que dejan en el quicio. Si al volver sigue allí, señal de que la casa sigue vacía: vía libre".

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La siguiente pregunta me sale sola: ¿cómo se lucha contra esto? ¿Se detiene a alguien? "Es complicado", me reconocen desde la Policía Científica, la encargada de estos asuntos. "Hay tropecientos mil robos de este tipo al día, y obviamente no se les dedica los mismos medios que a un homicidio". Y es que la vida real en un barrio obrero de Madrid es muy diferente a CSI Las Vegas. "Sí: vamos al domicilio. Y buscamos huellas y cualquier otra cosa que nos pueda llevar al ladrón, como pelos. Pero en una casa hay pelos de muchas personas, y ellos a menudo usan guantes. Al fin y al cabo, son profesionales".

Esa profesionalidad es, precisamente, la que les lleva a intentar evitar cruzarse con los dueños de la vivienda cuando cometen un robo. "Conocen la ley: saben que el código penal es mucho más duro si hay violencia de por medio que si simplemente acceden a una vivienda", me explica el policía nacional. "Aún así, muchos ladrones llevan consigo un 'taser' (porra eléctrica) con la que te pueden dejar inconsciente en cuestión de segundos".

Antes que imaginarme a un violento ladrón capaz de electrocutarme a mí, a mi pareja o a mis perros, casi prefiero pensar en un discreto cerrajero que en sus horas libres saca partido a sus llaves maestras desvalijando casas. Pero me sigue asaltando una duda: ¿cómo lo hacen?

La clave está en el bumping. Una palabra que, además de definir un estilo de música electrónica bastante hortera, sirve para referirse a un tipo de método con el que abrir determinadas puertas con la ayuda de una llave que todo cerrajero conoce bien. No es ningún secreto que no deba ser revelado: incluso Wikipedia cuenta con una entrada dedicada expresamente a esta técnica, consistente en "insertar una llave realizada con la posición más baja a la que llegan los pistones en ese tipo de cerradura y golpearla con un objeto, separando así los pistones de los contrapistones, liberando así el giro de la llave". Los vídeos de Youtube a modo de tutorial se cuentan por miles.

No es tan fácil como parece

¿Tan fácil es abrir una casa? Decidí preguntar a un cerrajero para que me diera más pistas. Basta con mirar el cierre de cualquier negocio de esta ciudad para encontrar centenares de pegatinas con números de teléfono, así que llamo a uno al azar. "No es tan sencillo", me explica un tal Javier. "Hace falta un martillo específico y una llave especial a la que no tiene acceso cualquiera". Vale, cualquiera no, pero sí los cerrajeros. Así que cabe preguntarse si hay una especie de mafia organizada de perversos cerrajeros que te saludan amablemente durante el día y te desvalijan por la noche. "La hay. Pero son mafias procedentes de los países del este que se dedican sobre todo a robar viviendas de alto standing. No creo que sean los que han entrado en la tuya", apostilla el simpático Javier.

Ante unas perspectivas tan negativas, sólo queda saber qué hacer para evitar, en la medida de lo posible, encontrarte una desagradable sorpresa al llegar casa. "Existen marcas españolas de cerraduras más comunes, como Ezcurra, para las que es más fácil conseguir llaves de bumping, dado que se venden en esos países. Y a su vez, abundan en el mercado otras cerraduras que utilizan sistemas antibumping", cuenta Javier. "Lo más práctico es no tener en casa dinero en metálico ni joyas", aconseja el Policía Nacional. "Y las pegatinas de empresas de seguridad", apostilla mi portero. "Si ven una, no entran ni de coña". Las señoras ya no dicen nada: se han ido a casa y han cerrado a cal y canto.