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Motivos por los que queremos que Ryan Gosling deje de actuar

Hemos visto "Lost River", su debut como director, y creemos que el actor se tiene que dedicar a seguir haciendo maravillosas marcianadas tras la cámara.

El pasado mes de mayo, Ryan Gosling se presentó con su película bajo el brazo en el Festival de Cannes. 'Su' película, porque él ha escrito y dirigido un proyecto que no puede ser más personal, en todos los sentidos de la palabra. Acostumbrado a escuchar alabanzas en el más purista y elevado (o sobrado) de los certámenes -es donde se estrenó Drive, no se puedo obviar este dato-, el actor se llevó un sopapo a mano abierta de gran parte de los que escriben allí. Se la pegó con la crítica. A él pareció no importarle mucho y respondió esto: "Mi opinión sobre esas críticas es que se merecen un 'buu, fuera".

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Así de 'sobraó' va el bueno de Ryan. Enfrentarse al debut de un actor como director da miedo, y si encima es una historia propia mucho más miedo todavía. Pocos intérpretes han logrado ponerse con dignidad detrás de la cámara, y sus primeros trabajos suelen ser 'caprichos' porque les sobra el dinero (¿Angelina Jolie?) o apuestas de las productoras para explotar su nombre comercialmente. Películas prescindibles, con excepciones honrosas como pueden ser George Clooney o Mathieu Amalric.

Pero Gosling, a primera vista, ha hecho la película que le ha dado la gana, y eso, a estas alturas, ya es todo un logro. Y la ha rodado en una ciudad que da miedo, Detroit, que simula ser un pueblo que es una auténtica mierda y que se llama Lost River. Un lugar inundado por una presa, con casas abandonadas, descampados fantasmagóricos, un club nocturno gore regentado por un banquero, extrañas películas infantiles y un psicópata que corta los labios al primero que le levanta la voz.

Todo esto ha surgido de la imaginación de Ryan, que se tiró viajando a Detroit durante varios meses y "escribiendo mentalmente" una película que bebe tanto del David Lynch más surreal, como de ese Fellini oníricamente infantil de Amarcord. Sabe lo que hace. La verdad, nosotros íbamos con miedo de encontrarnos a un alumno aventajado de Nicolas Winding Refn (la presencia del compositor de Drive, Johnny Jewel, en los créditos resultaba sospechosa), que calcara esa caligrafía lenta y parsimoniosa del danés y que hiciera que sus personajes se movieran muy despacio por sitios que no son sitios. Pero no es así. Y se lo agradecemos.

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La película tiene algo de 'gran novela americana'. Explicamos. Mete, como sin querer, el dedo en el ojo del sistema, mientras parece que está apuntando hacia otro lado mucho más privado. En este caso vemos ante nuestra narices cómo funcionó el tema de las hipotecas basura en el comienzo de la crisis y cómo los bancos les concedían créditos a sus clientes como aquellos hombres que repartían caramelos a las puertas de los colegios. Nada que no supiéramos, pero está bien que alguien nos lo recuerde. Esa es la parte real de la historia. El resto, puro delirio.

Un poco en la línea de revisionismo juvenil de la magnifica Mud, de Jeff Nichols, Gosling se fija en un adolescente Bones (Iain De Caestecker) que se gana la vida robando cobre en el territorio de Bully (Matt Smith), un mafioso siniestro y psicópata. La profesión del protagonista permite a Gosling invitarnos a viajar a las cloacas de la ciudad y ver cómo Detroit ha acabado arrasada (abandonada) por los efectos de la crisis. Otra forma sutil de meter el dedo en el ojo.

Pero Lost River no es un drama realista. Es una pesadilla rodada con colores saturados en la que la madre de Bones (una recatada, para como es ella, Christina Hendricks) comienza a trabajar en un espectáculo donde los ciudadanos que van a perder pronto sus casas festejan muertes en directo, trepanaciones y todo tipo de barbaridades con los cuerpos. Un festín (simulado) que haría las delicias del Cronenberg de la Nueva Carne y de cualquier voyeur. El antro lo regenta el banquero loco, que parece un personaje de Lewis Carroll pero en realidad es un demonio, que, eso sí, se marca una performance en directo que ni Nick Cave en sus tiempos más salvajes.

Estos son los elementos que destapa Ryan Gosling en su película. En la que además se atreve a jugar con los efectos digitales con la complicidad de su director de fotografía Benoit Debie (Spring Breakers) para acabar de convertir su película en un cuento para adultos con bastante mala hostia y fantasmas reales, que tienen los pies en el suelo y con los que nos podemos cruzar cada día.

Ryan Gosling asegura que su carrera de director está ahora parada; que no tiene proyectos a la vista, y que prefiere tomarse su tiempo. Pero nosotros estamos deseando ver su siguiente película, como actor ya lo tiene todo hecho desde aquellos viejos tiempos del Club Disney.