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Música

Estrenamos el videoclip de Cumhur Jay, protagonizado por el culturista fallecido Manuel Valbuena

Phoenix es el primer adelanto de Dyschronometria, el álbum con el que Cumhur Jay inicia una nueva etapa en solitario tras su carrera en los Zombie Kids. Lo estrenamos aquí en exclusiva y hablamos con su realizador.

Phoenix es el primer adelanto de Dyschronometria, el disco con el que Cumhur Jay inicia una nueva etapa en solitario tras su carrera en los Zombie Kids. El videoclip, que estrenamos aquí en exclusiva, es una piñata de anabolizantes y está dirigido por Diego Hurtado de Mendoza, con imágenes recogidas durante dos años y medio en entrenamientos y campeonatos de culturismo, incluido el mundial de Bialystok (Polonia). Todos los atletas que aparecen en él, acaban eclipsados por la presencia del vallecano Manuel Valbuena, más conocido como 'el abuelo culturista'.

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El realizador acumuló entrevistas y grabaciones de su vida cotidiana para hacer un documental y movió el teaser en festivales y televisiones, pero a nadie le acababa de encajar. Cuando Cumhur Jay le encargó el primer videoclip de su nuevo álbum con el sello High: Controla rescató ese material, con la idea de retomar el proyecto completo más adelante. Desgraciadamente, Valbuena falleció la semana pasada en accidente de tráfico. Hablamos con el director del vídeo sobre la vida de este mito y su relación con él.

VICE: ¿Recuerdas cuándo viste a Manuel Valbuena por primera vez?

Diego Hurtado de Mendoza: Fue en una fotografía de Raúl Belinchón. Tiempo después, tras años haciendo documentales en FABRICA, quise comenzar uno sobre culturistas y sus cuerpos gigantescos, como de otro mundo. Entre ellos destacaba el de Manuel. Su cuerpo escultural no ocultaba las arrugas propias de su edad y quise conocerle más y preguntarme qué pasaba por su cabeza. Quedé con él en el gimnasio donde trabajaba, en Casarrubuelos, en la frontera de Madrid con Toledo, en casa dios. Un gimnasio municipal con señoras haciendo zumba. Aquella fue la primera vez que le vi en persona.

¿Cómo fue aquel encuentro?

Nos pusimos a charlar mientras él entrenaba y yo comencé a ver el sacrificio tan brutal que requiere el culturismo. Visualmente, Manuel era una metáfora poderosa, pero me preguntaba de qué. Al principio, él asumía que yo era como los reporteros de esos programas de televisión que enviaban a alguien a grabarle para hacer una pieza de tres minutos sobre el "abuelo cachitas". Él hacía algo de press de banca, respondía a las mismas preguntas y cumplía encantado con lo que le pedían. A mí me hizo también ese show, pero despuéss se sorprendió al ver que no me interesaba tanto eso como saber otras cosas de él. Hablamos mucho y de todo.

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¿Te contó todas esas cosas que querías saber?

Si, comenzamos hablando del pasado y su historia, desde que nació en Puente de Vallecas en 1945. Barrio obrero, familia humilde. Me contó que, con los años, tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en la nueva fábrica de Standard Eléctrica en Villaverde como obrero matricero y tomó contacto con gente afiliada al sindicato de CC.OO., que luchaba por infiltrarse en los sindicatos verticales franquistas. Poco a poco, fue entrando en ese mundo: un día un obrero le pide que oculte en su taquilla unos panfletos durante una inspección, otro día que entregue un sobre a otra persona. Terminó afiliándose al Partido Comunista, en la clandestinidad. Y desde ahí comenzó a luchar por los derechos de los trabajadores y se convirtió en líder sindical.

¿Seguía vinculado a la lucha obrera cuando le conociste?

Es que Manuel vio como muchos de quienes él consideraba sus amigos dejaron de lado el comunismo y se pusieron la chaqueta de socialistas para asegurarse buenos cargos políticos en el nuevo Gobierno. Él sintió todo aquello como una gran estafa y todo el mundo que se había construido en torno a unos ideales en los que creía con fe ciega se comenzaron a requebrar, por lo que sentía una gran desilusión con el comunismo por el que él se había jugado la posible tortura o incluso la muerte.

¿Cómo se introdujo en el mundo del culturismo?

Siempre le había llamado la atención el culturismo pero, por falta de tiempo, no pudo dedicarse a ello hasta los 47 años, que empezó a entrenar regularmente. Hasta entonces, todo eran puros y copas, a juzgar por las fotos que me enseñó en las que lucía una barriga prominente. La vida del sindicalista… Guardaba todo tipo de recuerdos de aquella época. Su carnet del Partido Comunista, fotos en mítines y muchas junto a su hija recién nacida. Él adoraba a su hija, que le sobrevive. Convivir con el culturismo no es sencillo. Aunque en cierto modo él ya estaba acostumbrado, porque le pasaba lo mismo a los que se comprometían en la lucha obrera. Imagínate un padre de familia con hijos, y su mujer preguntándole qué pasa si le arrestan. Las presiones por abandonar son tremendas, en ambos mundos. Manuel nunca pensó en hacer otra cosa que aquello en lo que él creía. Se divorció y encontró después a su actual pareja, con la que se entendía perfectamente. Ella no le decía lo que tenía que hacer o no hacer y le dejaba su espacio, y a la vez Manuel no le obligaba a tener que ser parte del mundo del culturismo. Ella se mantenía cerca, pero al margen. Eso parece funcionar.

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En ese deporte, la disciplina y el entrenamiento son como e otro planeta.

Cualquier culturista con el que hables te reconocerá que el culturismo en una especie de adicción. Requiere un sacrificio, una dedicación y una constancia que son difíciles de entender desde fuera. Algo tan intenso tiene su lado oscuro y puede ser porque es un deporte muy individual, la cabeza debe de estar organizada de un modo que te permita mantenerte concentrado en tu objetivo sin distracciones. Los culturistas comen cada pocas horas sin fallar [la dieta es al menos el 50% de su rutina], siempre pollo y arroz que llevan a todas partes en sus Tupper, entrenar seis días a la semana. Nada de alcohol. Antes de los campeonatos bajan en nivel de comidas y les cambia el humor, están irascibles, se tiran unos pedos que huelen fatal… Y todo, ¿para qué? se preguntan muchos desde fuera.

¿Qué es lo que más te sorprendió de lo que descubriste junto a él?

Es imposible elegir una sola cosa. Manuel era una máquina de titulares. Llegó a tener a 20.000 obreros bajo su control y coordinar huelgas enormes. Organizaba las manifestaciones de manera que acabaran en Gran vía, a la hora de salida de los cines, y así cuando los grises cargasen contra ellos poder mezclarse con la marabunta. Cada año estaba más grande y más definido. Una vez me dijo que a su edad el cuerpo entraba en un declive que no permitía seguir entrenando del mismo modo pero que él ya había superado esa barrera. Era el más senior de todos los culturistas con diferencia. Y posiblemente el más grande. Desayunaba aspirina, efedrina y un café solo. Algo que, si no entiendes el mundo del culturismo, es incomprensible. Sobre todo para alguien de 70 años.

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¿Cómo recibiste la noticia de su muerte?

Cuando estaba a punto de entregar el vídeo a Jay, entré en Facebook y vi una foto de una mujer culturista posando con Manuel y en su post ponía algo de "descanse en paz". No entendí nada, seguí buscando y comencé a ver cada vez más posts de gente del mundillo. Después ya me contactó un periodista de El País que quería entrevistarme para la necrológica de Manuel. Su hija me escribió también para darme la mala noticia. La pobre me puso un mensaje diciéndome que tendría que haber visto la cara de ilusión de su padre cuando le escribí diciéndole que por fin iba a publicar algo con lo que le grabé. Conducía un Mercedes SLK plateado descapotable de segunda mano y también tenía un Jaguar. Uno de esos le ha costado la vida. Por desgracia, viviendo yo en Los Angeles, sólo podíamos escribirnos y no vernos a menudo como antes. Manuel era un hombre apasionado por la vida. Yo le decía que él no quería morir y estaba intentando luchar contra ella con todas sus fuerzas. Él se reía y me respondía "si tú lo dices".

Las reacciones tras su fallecimiento demuestran que era muy querido.

La gente le pedía autógrafos por la calle, todo el mundo le miraba y murmuraba. Él les decía: "¿Qué? ¿Te gusta? ¡Pues ponte a levantar hierros!". Estaba orgulloso de poder ser él mismo y si lo piensas, en el recuerdo de mucha, mucha gente nunca morirá. Es el ejemplo de cómo en la vida uno se puede convertir en lo que quiera, que no hay límites, y a Manolo la muerte no le entraba en la cabeza. No era un filósofo o, si lo era, su filosofía era directa y pragmática. Tenía esa disciplina y capacidad para seguir adelante frente a cualquier dificultad. Yo me preguntaba "¿A dónde quiere llegar con esto? Al final va a ser muy viejo para esto y ¿entonces qué?". Era una batalla durísima perdida de antemano. Pero él seguía mejorando y mejorando. Yo comenzaba a cuestionarme si al final él se saldría con la suya y acabaría triunfando sobre la vejez, en una especie de milagro. Él me hubiese dicho que ojalá, pero que no creía en los milagros. Era tremendamente honesto, muy directo y atento a los demás.

Obviamente, tenía que ser un tipo duro.

Una vez en uno de esos programas de la tele a los que lo invitaban, el presentador dijo "¡Joder con el abuelote! Parece un flotador, lo tiras al agua y flota el tío". No recuerdo si era Pablo Motos o uno de esos, y Manuel me dijo al día siguiente: "Casi le pego una hostia al tío, ahí llamándome abuelete flotador". Le tocaba hacer ese rol de abuelete cachitas a menudo, pero es que no era un rol, y la gente se olvidaba. Alguien como él, inevitablemente genera envidias, comentarios, pero a él le divertía y no le importaba lo más mínimo. Lo que sí le dolía era la falta de compromiso. Todo aquel que le fallase no sería perdonado jamás. Incluidos todos aquellos excomunistas que se pasaron al PSOE. Tenía verdadera rabia dentro. Se lo jugó todo para que unos pocos ganasen fama, cargos políticos y una vida cómoda rodeada de corrupción. Él siempre fue un obrero que nació y creció en barrios obreros. De eso estaba muy orgulloso. Y por ellos luchó.