Me abdujo el Primark más grande de España

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Me abdujo el Primark más grande de España

El Primark de la Gran Vía de Madrid ha conseguido más por la convivencia entre culturas que la ONU en 80 años.

Imagen vía Wikipedia

El sábado pasado me mudé a Madrid y me acompañaron mis padres. Mi madre, que lleva el gen del consumismo en las venas, propuso acercarnos hasta este templo del 'low cost' para "echar un ojo". Sin embargo, nos topamos con un obstáculo tan imprevisible como oportuno: una larguísima cola que doblaba la esquina. "Anda a la mierda", dijo dándose la vuelta y echando a andar en dirección contraria. Mi padre y yo tardamos unos metros en reaccionar. La perdimos de vista y midiendo 1,60 creedme que no es sencillo dar con ella entre las multitudes.

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Al lunes siguiente salí de casa con un objetivo: conseguir un cesto de la colada. Recorrí la Gran Vía y como guiada por el mismísimo padre del capitalismo, mis pies me llevaron a la entrada del Primark. "Challenge accepted". Los angelitos que viven en el cielo de Madrid no paraban de mear sobre la ciudad y me pareció buena idea guarecerme allí dentro.

Entré cegada por los brilli-brilli, las luces, los focos, las lentejuelas y otros gálibos. Sabía que sería más complicado salir de allí que del laberinto de los espejos del Parque de Atracciones. "¿Habrá tanta ropa en la tienda como para vestir a toda la gente que hay ahora mismo dentro de ella?", pensé. Pues con gusto estético probablemente no, pero haberla la hayla.

Allí había de todo: pijos y bloggers, canis y pokeros, swaggers y niggas, pipiolos y dinosaurios, propios y extraños. El Primark ha conseguido más por la convivencia entre culturas que la ONU en 80 años.

Imagen vía Wikipedia

Yo, que no sé muy bien en qué grupo me encuentro, me dejé llevar por mi instinto más 'primark-rio' shshshshshsh y cogí una cesta. Existen dos modelos: el modelo cesta de tela que no es apta para individuos que midan menos de 1,70 por peligro de arrastre y el modelo cesta del 'Ahorra Más'. Es decir, la típica de supermercado con asa no extensible y desaconsejada para personas con una estatura superior al 1,70.

Yo me decanté por la apropiada para mi talla de 1,73 cm. En un abrir y cerrar de ojos ya la había llenado con una pizarrita en forma de bocadillo, una vela, un cepillo, unas pestañas postizas, un cojín, un sombrero, un pony, tres kilos de melocotones, 300 gramos de mortadela y tres niños perdidos equipados para toda la temporada.

Llevaba horas y horas metida en aquel faraónico edificio. Las rodillas ya no me aguantaban y llevaba una doblada que ni cuando dormí en un Opel Corsa con el volante gangrenándome los jamones. No obstante, yo no saldría de allí sin mi cesto de la colada. Estuve a punto de reblar y desplegar la Quechua en la sección de pijamas. Eso sí, no pude resistirme en hacer parada para recargar mi móvil en los espacios (sabiamente) habilitados para tal efecto.

La bolsa cada vez pesaba más y mi actitud cifótica se agravaba a pasos agigantados. El chubasquero me estaba provocando un sudor corporal bastante incómodo, y los 'pikis' (que compré en Primark) los llevaba ya en la punta del zapato. Desesperada, busqué entonces una caja para pagar, así pasé como 20 minutos. Me desorienté hasta tal punto que aparecí en la sección de niños donde me sorprendió sobremanera el estampado de una camiseta para niñas de 5-6 años que decía: "Let your heart <3 run free" ("Deja que tu corazón <3 corra libre"). Vamos a ver, ¿qué será lo próximo? Ya me veo vistiendo a mi hija (No tengo hijos, mamá) con una 't-shirt' que diga: "Libres domingos y domingas" o "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Señor Primark, déjeles vivir su juventud entre estampados azucarados de Frozen. Mi generación creció con 'Pucca' y es la más preparada de la Historia.

Abandonando el sindicalismo por la infancia, os comento que di con una línea de caja vacía y me llené de emoción como esa que se siente al lanzar un cacahuete al aire y cogerlo con la boca. ¿Cómo lo conseguí? Una dependienta cargaba con un palo bastante alto en el que culminaba una señal que rezaba algo así como: "CAJA AQUÍ".

"Los niños perdidos no se pueden cambiar ni devolver, para el resto tiene hasta el 19 de enero". Y con esta frase lapidaria enderecé mi camino hacia las escaleras mecánicas que bajé a cámara lenta mientras escuchaba aplausos, y me despedían con pancartas, alhajas y cantos rituales. Me iba sin cesta de la colada, pero con la satisfacción de haber comprado media tienda por menos de 10 euros.