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Cultură

Me negué a unirme a las Fuerzas de Defensa de Israel

El año pasado, Moriel pasó un tiempo en una prisión militar por negarse a vivir la primera parte de su sueño infantil: ser parte del comando militar.

Jóvenes miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel. (Imagen via.)

Moriel Rothman no suena amargado cuando reflexiona sobre las contradicciones que forjaron su infancia y más adelante su postura política. De hecho, suena más triste que cualquier otra cosa. “Por un lado, mis héroes eran comandos israelíes, y por otro, eran jóvenes judíos americanos Viajeros por la Libertad [judíos activistas de los derechos civiles en Estados Unidos en los sesenta]. Mantuve estas dos cosas juntas sin entender que podría existir una contradicción”.

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Esa contradicción, por si no ha quedado claro, viene del hecho de que, mientras Viajeros por la Libertad luchaban por los derechos de las minorías perseguidas en Estados Unidos, los comandos israelíes aplastaban de manera sistemática los derechos de sus vecinos palestinos.

Moriel es un americano-israelí de 23 años nacido en Jerusalén, pasó la mayor parte de su vida en Estados Unidos, y ahora está de regreso en la ciudad que lo vio nacer. “Creo que nos crían para hablar a nivel universal sobre valores de justicia, oponernos a la desigualdad, a romper la ley cuando la ley es injusta y defender a los oprimidos”, continúa. “Pero no cuando estas cosas ocurren en nuestro propio contexto; no cuando se trata de Israel y no cuando se trata de defender a los palestinos”.

El año pasado, Moriel pasó un tiempo en una prisión militar por negarse a vivir la primera parte de su sueño infantil: ser parte del comando militar. El servicio militar en Israel es obligatorio por ley para los judíos y los jóvenes drusos, una minoría religiosa, sin embargo sólo la mitad de las personas en edad de alistarse lo hacen, y muchos más salen durante el servicio.

Moriel Rothman.

New Profile, un movimiento para la desmilitarización de la sociedad israelí, cita muchas razones por las que la gente elige no servir en la Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), incluyendo “razones económicas, políticas, ideológicas, religiosas y médicas, además de una negativa a unirse a un programa opresor, chovinista y violento”.

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Sin embargo, el ejército tiene una posición única en la sociedad israelí: una que goza de una aire casi sacrosanto de autoridad. El rango militar viene acompañado de orgullo entre conocidos y otorga estatus social; un incentivo para muchos en Israel, en especial para aquellos atrapados en la parte baja de una sociedad cada vez más desigual. El servicio militar es un rito de paso aceptado, con frecuencia altamente anticipado. Forja carácter, lenguaje, amistades y una percepción del mundo, todo bajo una gloriosa narrativa de responsabilidad nacional.

“Es glorificado, casi adorado, lo que me parece aterrador, siendo yo alguien que se preocupa profundamente por el pueblo judío, por la religión judía y por este lugar”, continúa Moriel. "La idea de que una sociedad se vuelva más y más centrada en torno al ejército como si se tratase de un valor esencial y sagrado, es un idea aterradora”.

En consecuencia, aquellos que se oponen como Moriel (quien se opuso abiertamente al reclutamiento) son pocos. Sin embargo, existen reportes de que el número de objetores de conciencia (o refusenicks como se les conoce en Israel) está creciendo entre los drusos. New Profile habla de un promedio de 100 a 110 personas al mes que se oponen al servicio militar, sin embargo, a diferencia de Moriel, la gran mayoría no lo expresa de forma pública.

Aunque el estado imparte sentencias rápidas y por lo general encarcela a aquellos que se atreven a rehuir el servicio militar públicamente, las presiones sociales son sin duda un factor disuasorio para aquellos que consideran esta opción.

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El ex Jefe de Estado Mayor de las FDI, Teniente Gen Gabi Ashkenazi, de visita en un campo de entrenamiento de las FDI. (Imagen via.)

Moriel explica: “En el ámbito social y a nivel teórico, hay un fuerte sentimiento en contra de los evasores del servicio. Hay un dicho israelí que dice: ‘Un israelí no evita ser reclutado’, y ese es el discurso a nivel político. Hay desprecio y enfado contra aquellos que se oponen. Pero sorprendentemente, a nivel personal, la gente que me conoce y que entiende que no soy odioso y que no pienso que las personas que se unen al ejército son malas o crueles—sino que actué con amor, tristeza, e incluso desesperación—fue mucho más abierta de lo que esperaba. Esto incluye a personas que sirvieron, o sirven en el ejército. Eso, para mí, es una muy buena señal de esperanza”.

Pero en realidad, la sola idea de negarse a servir es algo fuera de este mundo para el adolescente israelí promedio. El movimiento de los objetores de conciencia es esporádico y pequeño, lo que refuerza la idea de que la sociedad israelí se inclina cada vez más hacia la derecha política. “Pero creo que hay más espacio para el diálogo y la apertura de lo que los medios y el discurso político nos hacen creer”, dice Moriel.

Aunque la ocupación de los territorios palestinos es una verdad que vive al pie de los pueblos y ciudades israelíes, la percepción israelí de la vida diaria en Palestina bajo la ocupación militar está muy alejada de la brutal realidad. La ciudad cosmopolita de Tel Aviv se promueve hasta el cansancio como la capital de los valores liberales de occidente en un Medio Oriente hostil y medieval. Dile a la gente que viven en un paraíso de moralidad socialmente consciente y responsable y es menos probable que cuestionen tu aborrecible política exterior de persecución.

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Sin embargo, cuando Moriel comenzó a estudiar en una universidad estadunidense, su opinión dejó de estar tan sesgada por la propaganda israelí y comenzó a estar más informada con hechos; en particular después de la Operación Plomo Fundido en 2008, que resultó en la muerte de 1,400 palestinos.

Jóvenes, miembros de las FDI. (Foto via.)

“Comencé a seguir más la ocupación y a ver las realidades: palestinos desalojados de sus casas, soldados empujando, golpeando y disparando gas lacrimógeno”, me dijo Moriel. "Todo esto llegó a su punto más crítico cuando regresé a este lugar en otoño de 2011. En ese momento, no creí que pudiera ver a mis amigos y colegas palestinos a los ojos y decirles, sabiendo lo que sé, después de ver lo que he visto y escuchado lo que he escuchado, que me uniría al ejército”.

En octubre pasado, Moriel fue convocado a la estación de reclutamiento, y fue entonces cuando expresó su oposición al servicio. Fue inmediatamente sentenciado a diez días en prisión. Luego de cumplir su primera condena, fue llamado de vuelta a la base, donde fue sentenciado una vez más a otro periodo tras las rejas. Al darse cuenta que este proceso de encarcelamiento podía seguir de forma indefinida, logró que lo eximieran de su responsabilidad citando cuestiones mentales y físicas, todo al tiempo que expresaba sus objeciones políticas.

"Mi objeción fue definitivamente un acto de protesta contra la cultura de violencia, contra el militarismo, contra la aceptación y admiración de una cultura de violencia”, dice Moriel. "Pero fue también un acto de protesta contra la ocupación. Si tuviera que elegir una sola razón por la cual me negué a servir, sería mi oposición a la ocupación”.

Natan Blanc, de 19 años, es otro objetor de conciencia que rehusó alistarse debido a su oposición a la ocupación. Natan ha pasado más de 100 días en prisión en las últimas 19 semanas por negarse a servir o aceptar una exención por razones de salud física o mental. Sigue tras las rejas, y no parece probable que lo dejen en libertad en el futuro cercano.

Oponerse al servicio militar por razones políticas o ideológicas requiere valor y del tipo de consciencia social que casi no existe en una sociedad tan dividida y militarizada. “Es un movimiento pequeño, pero hay rayos y chispas de esperanza”, dice Moriel. “Debo mis acciones a gente que vino antes de mí, a los activistas por los derechos civiles que de manera tan brillante y hermosa llevaron la desobediencia civil a la conciencia pública estadounidense. Y, por supuesto, en este contexto, a los palestinos e israelíes que han usado diversos métodos de desobediencia civil no violenta para transmitir mensajes de cambio, justicia y esperanza”.