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Cultură

Probamos todos los métodos anticonceptivos y esto es lo que opinamos de ellos

Los ginecólogos dicen que un 80% de las mujeres responden bien a estos métodos pero yo he reunido testimonios de 40 mujeres que dicen todo lo contrario.
métodos anticonceptivos

Este artículo en realidad no lo escribo yo, sino hordas de mujeres enfurecidas y agotadas. Para elaborarlo, hablé largamente con más de 40 mujeres de entre 20 y 50 años. Ellas me contaron su historia anticonceptiva en profundidad. Así pues, esto es un collage que, mirado de lejos, podría parecerse a un retrato de la mujer actual ante los anticonceptivos. Esta tribu iracunda que habla se ha resignado al hecho de que, para evitar poblar el mundo de serecillos encantadores que lloran pidiendo pis y agua, deben chutarse en el cuerpo todo tipo de mejunjes hormonales que las esterilicen temporalmente. Cierto es que esperaba quejas por efectos secundarios, algún suspiro de impotencia, pero no lo que me encontré: Un mar de experiencias horrorosas y desconcertantes, aderezadas con algo de violencia médica y una pizquita de micromachismo para dar sabor a la fórmula.

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Esta visión choca con la de María D., ginecóloga en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles: "Más del 80% de mis pacientes están muy contentas con los anticonceptivos, y las píldoras combinadas casi no tienen efectos adversos. Es extraño que se produzca, por ejemplo, una trombosis. De lo que más se quejan es de el aumento de peso, pero, en general, el nivel de satisfacción es muy alto". Estas palabras quedan en un terreno incierto frente a un grupo de 40 mujeres hablando de sangrados copiosos e ininterrumpidos, ansiedad, decaimiento, infecciones por levaduras, migrañas, lloros inexplicables, retención de líquidos, caída en picado del deseo sexual (la pildorilla que se muerde la cola: ¿Para qué tomar algo que te permite practicar libremente algo que ya no te apetece hacer?)… Mis queridas compañeras, desde luego, no terminaban de formar parte de 80 % de mujeres encantadas con su cóctel hormonal. Así me detallaron, una a una, las bondades y los infiernos de cada uno de los métodos más habituales para evitar ser fecundadas, y así os las transmito yo:

CONDÓN

Todos sabemos que un condón es una cosa con la que apetece más hacer un globo aceitoso y lanzarlo por la clase cuando estás en 2º de la ESO que ponérselo, pero rindámonos a la evidencia: Es el sistema más justo para las dos partes implicadas. Ella no debe hacer experimentos hormonales en su cuerpo, y una parte de la responsabilidad de lo no concepción recae, por una vez, en el hombre, que es el que se lo tiene que enfundar. ¿Que es incómodo? ¿Que corta el rollo? Claro que sí. Pero más me cortan a mí el rollo las historias para no dormir que siguen a continuación.

CONDÓN FEMENINO

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Recuerdo mi experiencia con el condón femenino como algo antiestético y cruel, con una banda sonora de bolsa de basura siendo manoseada que nacía en mi coño y me subía hasta el cerebro, impidiéndome concentrarme. Aún así, hablé con algunas mujeres que lo defendían como método ideal para que no haya posible escaqueamiento por parte del varón con el que vas a echar un quiqui. Pero todas coincidíamos en esa sensación de tener un chubasquero insertado en las partes pudendas.

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PÍLDORA

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Símbolo de la liberación de la mujer, objeto de contrabando en los tiempos feos de una España acogotada por el catolicismo, la píldora posee cierto halo mágico, un algo de "soy libre y decido sobre mi cuerpo" que nos hace verla con alegría y despreocupación. En nuestro país, la píldora se ha recetado para regular las reglas, para quitar los granos, para (esto es verídico) que te crezcan más las tetas, y, último en orden pero ni de coña en importancia, también para no quedarse preñada. ¿Pero cuál es el lado oscuro de la píldora? Numerosos testimonios de mujeres, como si fuesen frases periodísticas sobreimpresas en el cartel de una película muy mala, lo muestran:

"Me recetaron por primera vez Diane con 18. El ginecólogo me animó mucho a utilizarla, yo ni siquiera se lo pedí, pero enseguida me dijo que ¡casi no tendría ni que depilarme! No entendí muy bien a qué venía aquello, pero me dijo que toda mi vida iba a mejorar. El resultado fue que mis migrañas empeoraron terriblemente. También estaba taciturna, retenía líquidos y cogí mucho peso. No sé de dónde se sacó ese señor que mejoraría mi vida tomándola".

"Me hizo engordar y me salió una erupción: parecía un delfín rechonchito, lleno de ronchas".

"La tomé desde los 13 a los 30, casi ininterrumpidamente, por ovarios poliquísticos e irregularidad. Ahora la idea de todo ese tiempo tomando hormonas me horroriza, me parece que para el cuerpo tiene que ser algo así como ciclarse para ser culturista".

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"Para mí el problema era llorar. ¿ Que no te gusta lo que hay de cena? Lloras. ¿Que se te cae el móvil? Lloras. ¿Que la tele se escucha poco? Lloras. Pero ¡ea! ¡Viva, viva, a hormonarse!".

"Las pastillas son veneno y te quitan las ganas de besuquear y de vivir".

Cierto es que la píldora, en casos determinados, parece ser más necesaria por una cuestión de salud que por su función anticonceptiva. Mujeres con reglas irregulares la nombran como su único remedio. ¿Y qué ocurre con las reglas irregulares? ¿No puede una ser alegremente irregular?

"Las reglas irregulares", dice la ginecóloga María D.", son el resultado de que el ovario, el endometrio y la hipófisis no trabajen en armonio. En gente joven suelen producirse por anovulación. Esto es sinónimo de ausencia de progesterona, y eso, a la larga, estropea el hueso y el endometrio". ¿Pero no ha habido siempre mujeres con reglas irregulares? ¿Qué hacían antes, cuando no existía la píldora? Según María D., "eran mujeres que no podían tener hijos, que terminaban sufriendo obesidad, osteopeorosis o diabetes". Mi natural conspiranoico me pone en alerta. Si miramos atrás, vemos que, en la generación de nuestras abuelas y nuestras madres, prácticamente todas las mujeres tenían hijos a cascoporro. Y no existía la píldora. Y seguro que muchas de ellas tenían reglas irregulares (mi abuela, por ejemplo, las tenía, y tuvo 6 hijos). ¿No desprende todo esto un tufillo a empresa farmacéutica convenciéndonos de que debemos ser regulares, y de que para eso debemos tomar sus píldoras? A mí me lo parece.

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ANILLO VAGINAL

Cuando creíamos que no nos quedaba otra que ponernos la alarma del móvil para acordarnos de tomar la pastillica cada día, apareció el aro vaginal, comercializado como Nuvaring. Tres semanas dentro del chirri, una semana fuera, casi sin acordarse de él. Pero las hormonas del anillo son las mismas que contienen las píldoras anticonceptivas: estrógeno y progestina. Lo que parecía la panacea se convirtió en un nuevo calvario de jaleo hormonal y tropiezos varios con indeseables consecuencias:

"Me preocupaba mi cuerpo porque había pasado a ser otro. Siempre he sido regular y con una regla larga (mínimo 5 días), con el Nuvaring me duraba dos y casi lo único que tenía era flujo".

"Se me salió yendo al baño. No me enteré, y de pronto, cuando lo fui a buscar, ya no estaba dentro de mí".

"Un día, limpiando debajo de la cama, me encontré con que el aro estaba allí. ¿Cuándo se me había salido? ¿Cuánto tiempo llevaba follando sin él dentro sin saberlo? Quién sabe… Supuse que se me había salido usando mi dildo. Entré en pánico y fui rápidamente a comprarme un test de embarazo".

"Le dije al médico que me dolían las tetas a morir, y que tenía náuseas y ansiedad desde que lo llevaba y me dijo que tenía que adaptarme, pero que esos problemas no eran del Nuvaring, sino más bien de tener que ir al psicólogo".

"Tras un tiempo maravilloso de 'todo bajo control' y resacas varias (al principio me produjo un efecto secundario que era como un perpetuo 'después de una noche de juerga'), me dio infección y decidí dejarlo".

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"La regla te viene siempre el día que toca, e incluso lo puedes "controlar" para que una semana determinada no te venga la regla".

"A veces molesta para follar, así que quitártelo en ese momento quita bastante espontaneidad. Estás en medio de la historia y: oh, perdona tengo que quitarme el aro de plástico".

"Es cómodo, aunque te sale pelo como a un chimpancé, las tetas se te ponen como zeppelines, retienes líquidos… y que cada cierto tiempo tengo que dejar de usarlo porque me da infección por levaduras".

"Me subió el colesterol una locura. El médico me dijo que que me quitase el aro, y me confesó que básicamente cualquier cosa que te pase durante un tratamiento hormonal puede ser a causa del mismo".

"Parte de mis migrañas son hormonales, así que ese extra de hormonas del Nuvaring me mata, físicamente no lo tolero".

DIU DE COBRE Y DIU HORMONAL

Es como uno de esos cacharros que le meten a Neo en el ombligo ¿no? Imagen vía

El DIU es cosa seria: te lo tiene que poner un especialista y no te lo puedes sacar cuando te dé la gana. Depende que cada tipo, pero su efectividad va de los 3 a los 5 años, así que no es apto para mujeres que no tengan clarísimo qué van a hacer con su útero los siguientes años de su vida. Está la versión de cobre, que tiene la ventaja de estar libre de hormonas, y el hormonal, comercializado como Mirena. El Mirena nos acerca a una feminidad cyborg: te lo implantan en el útero y, a los pocos meses, dejas de tener la regla. Sería el método de la mujer biónica del futuro, si no fuera porque, como en muchos otros métodos, puede tener unos efectos secundarios salvajes. El DIU, tanto el de cobre como el Mirena, tiene defensoras y detractoras.

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"No estoy encantada con hormonarme, pero con un endometrio del grosor de un colchón Flex viscoelástica que expulsar todos los meses a base de dolorosas contracciones, me quedo con la progesterona".

" Me hinché a tener infecciones, hongos y cistitis, y casi desangrarme viva cada vez que tenía unas dolorosísimas reglas".

"El diu de cobre me ha cambiado el olor del coño, que es lo que peor llevo. Huele como a sangre pocha, pero el médico me ha dicho que es normal. A veces me duele con pinchazos muy metálicos e intensos que cuando se pasan me dejan una sensación de bienestar. Las reglas son más largas y no fluyen igual. Y la penetración a veces me duele. Cuando me lo saquen, quiero volver a la marcha atrás".

"El médico insistió en que, después de tener dos hijos, el Mirena era mi método. Por 300 pavos me lo puse. A los tres meses ya no tenía reglas y no estaba embarazada, aunque sentía como si lo estuviera: cansancio, hinchazón, desánimo… Y dos kilos más por cada mes que lo llevé puesto. Estaba muy deprimida y con ansiedad. Fui al médico a quejarme y me mandó al psiquiatra. Un tiempo después volví y me puse borde. De muy mala gana, asumo que porque le estropeaba las estadísticas, conseguí que me lo quitara. Todos los síntomas desaparecieron".

PARCHE

El parche anticonceptivo, esa extraña pegatina que se suele vislumbrar, en general pegada en el culo femenino, en algunos vestuarios y piscinas, es el clásico chute hormonal en distinto formato. Recuerdo un verano en el que se puso de moda entre algunas de mis amigas, y el socorrista de la playa, un paletazo de tomo y lomo, llamaba al parche "la pegatina de las putas", porque era como una marca de las que ya follaban y las que no. Anécdotas paletas aparte, el parche es la misma base con distinta letra:

"Fue pegármelo el culo, y al poco tiempo me desapareció el deseo sexual. Estaba lánguida, muy tonta".

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"Dejé la píldora y probé el parche, a ver qué tal, pero era lo mismo: llorar con los anuncios de la tele, náuseas…".

Ya metida en el fango del veneno anticonceptivo hasta las orejas, me pregunto si hay salida ante todo este despropósito y me atrevo a formular un gran disparate que de pronto me parece lógico: Vistos los efectos secundarios, ¿no compensarían más otros métodos menos fiables, pero más sanos?

MARCHA ATRÁS

"¿Por qué lo llaman 'marcha atrás' cuando en realidad es 'mancha en la barriga'?", me espetaba, chispeante, una de las mujeres entrevistadas. La marcha atrás es un método más antiguo que nada, el clásico 'retirarse a tiempo' que tantos quebraderos de cabeza y tantas criaturas sorpresa ha traído al mundo. Pero ya ha nacido una corriente, de la que hablábamos en este artículo, que sostiene que, si se hace bien, la marcha atrás es casi tan efectiva como los condones (a nivel anticonceptivo, claro está). Ya imagino a hordas de mujeres cargadas de hijos no deseados troleándome a destajo por estas afirmaciones. Cuando lancé la pregunta a las mujeres que entrevisté, hubo múltiples defensoras de la marcha atrás como método, si no extremadamente fiable y seguro, sí relativamente seguro y, lo que es más importante, liberador de la necesidad de hormonarse o colocarse una funda de caucho en el pene. Aunque la doctora María D., firme a las evidencias científicas, me aseguró que la eficacia del coitus interruptus es tan sólo del 30%.

Y de pronto, entre estas aguerridas defensoras de la marcha atrás, surgieron tímidamente unas cuantas féminas que dijeron practicar otros métodos.

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MÉTODOS DE PLANIFICACIÓN FAMILIAR NATURAL

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Siendo conscientes del castigo que suponen al cuerpo los tratamientos hormonales, hay valientes guerreras que se lanzan al método Ogino, al de la mucosa cervical y el de la temperatura basal. Casi todas con las que hablé combinaban los tres sistemas para obtener mayor seguridad, con magníficos resultados. Estos sistemas, básicamente, se basan en el seguimiento de un calendario, la medición de la temperatura vaginal y la observación del espesor del llamado moco cervical. Además de no haber tenido ningún tropiezo indeseable, estas mujeres con las que hablé tenían un control y un conocimiento absoluto sobre sus cuerpos y el funcionamiento de los mismos.

"Con respecto a estos métodos", dice la ginecóloga María D., "opino lo que dice la evidencia científica: tienen una eficacia del 14%. Ni siquiera se consideran métodos anticonceptivos". Sin ánimo de tirar por tierra ninguna práctica anticonceptiva, debo decir que, en cuanto planteé este tema, también empezaron a llegarme mensajes y testimonios de gente que se definía a sí misma como "HIJA DE OGINO". Aunque también, todo hay que decirlo, me llamó poderosamente la atención la cantidad de "HIJOS DEL DIU" que levantaron la mano cuando pregunté sobre este sistema.

Visto el panorama, ¿no sería maravilloso que pudiéramos dejar de sufrir efectos indeseables y de vivir preocupadas por cada mínimo retraso de la regla? ¿No sería genial no tener que enfrentarnos a médicos negligentes y maleducados, capaces de llamarte para pedirte una cita para cenar después de ponerte el DIU y preguntarte si eres promiscua (caso real de una de las mujeres que entrevisté)? ¿Para cuándo un reparto justo de estos quebraderos de cabeza?

Según la doctora María D., "existen investigaciones acerca de métodos de anticoncepción masculina, aunque no comercializados, porque, evidentemente, a los hombres no les interesa nada".

Piénselo: es usted un empresario de la industria farmacéutica. Podría comprar la patente de un método anticonceptivo de aplicación en hombres, pero… ¿quién sería el gilipollas que se prestaría a semejante maremágnum hormonal? ¿Qué hombre en su sano juicio aceptaría a someterse a eso? Sencillamente, no va a invertir un duro en un producto que no tiene target objetivo. Mientras tanto, aquí seguimos las mujeres, tragando pastillas, implantándonos objetos en las entrañas, viendo cómo nuestro cuerpo y nuestras emociones cambian al antojo de unas cargas hormonales que nosotras mismas accedemos a suministrarnos. Y seguro que el empresario de la casa farmacéutica ya se está sacando brillo a las manos, de tanto frotárselas, pensando en el nuevo y carísimo método que nos va a colar.