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Este señor corre maratones en el desierto protegido por el Frente Polisario

Miguel Rodríguez Porcuna es un experto 'maratoniano', desde hace años corre por el Sáhara de manera solidaria, apoyando la causa de ese pueblo, disfrutando de su hospitalidad y de la soledad del desierto.

Miguel Rodríguez Porcuna lleva 50 maratones en sus piernas y casi 40 años corriendo. Se puede considerar que es uno de los pioneros de esa fiebre del running que ha llegado a nuestros días como un tsunami, arrasando con otros deportes. Lo suyo es más romántico.

Ha recorrido los 42,195 kilómetros de la prueba más dura del atletismo por las calles de Nueva York, Berlín, Hawái, Los Ángeles o Lisboa. Pero desde que probó la arena, las piedras y las dunas del Sáhara, tiene claro cuál es su carrera favorita. Comprometido con causas sociales desde su juventud -se declara "acratón", aunque sin carnet, ni militando nunca en ningún partido-, Miguel disfruta de la soledad del desierto, pero también de la hospitalidad que durante una semana le presta la gente de Tinduf.

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Correr el maratón del Sáhara es para él una forma de reivindicar una situación que considera injusta y de la que es, en gran parte, culpable el Gobierno español. Como dice en la entrevista, es necesario contar las cosas, porque una vez que se dejan de contar desaparecen. Y allí hay muchas cosas que contar y denunciar. Por eso él piensa seguir corriendo muchos años en el Sáhara y por el Sáhara.

VICE: Cuéntanos, ¿cuándo empezaste a correr?

Miguel Rodríguez Porcuna: Recuerdo correr ya desde los tiempos del colegio y el instituto. Cuando empezaron las carreras populares, con la maratón de Madrid, a partir de entonces me enganché a correr maratones. Estamos hablando del 79. Dedicarme en serio a preparar carreras creo que fue a partir de esa fecha.

O sea que la fiebre de los 'runners' te pilla de vuelta.

Es el tema de tener un montón de años encima, yo tenía 'veintipocos' cuando empecé, aquel primer maratón popular coincidió con la Movida madrileña y otra serie de aperturas en este país… Me acuerdo que en aquella primera carrera corría Tamames, que entonces estaba en el Partido Comunista y luego ha tenido otra trayectoria. Eso sí que era correr… con unas zapatillas de futbito, esas Adidas de hace casi 40 años, y un chándal que no se parece en nada a lo que hay ahora.

¿Y no lo ves como una moda pasajera?

Ahora mismo lo es. Va unido a muchas otras cosas. Yo soy enfermero y esta historia de recomendar a la gente la vida sana y el deporte lleva a esto. Luego está la oferta increíble de carreras populares, que han crecido porque son un negocio. Fundamentalmente por eso. Se saca mucho dinero.

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Antes no era así.

Claro. Yo estoy en un grupo que se llama Los Maratonianos de Leganés y llevamos 15 años organizando 'Las dos leguas de Leganés', una carrera popular. Al principio salía de nuestro esfuerzo, de gente que le gusta correr. Ahora está en manos de una empresa que se encarga de organizarlo, y la carrera da beneficios… O sea, que una historia entre amigos se ha convertido en negocio. La Maratón de Madrid la corren 30.000 personas y pagan 40 euros. Imagínate el dineral que se está moviendo. Es un negocio puesto a punto por las marcas comerciales. Mira la San Silvestre de Vallecas, mueve mucho dinero. Por ahí van los tiros ahora. Yo he encaminado mi historia de correr a cosas solidarias…

¿Como el maratón del Sáhara?

Sí. No sé si habéis oído hablar de las condiciones en que los saharauis viven en el campamento de refugiados de Tinduf en Argelia. Yo llevo yendo allí varios años como una forma de llamar la atención sobre lo que pasa, que por lo menos, durante un tiempo, se les preste atención. Es como en aquella película, Bajo el fuego, en la que el protagonista, un reportero de guerra, dice que cuando los medios se olvidan de la guerra, ésta desaparece. Y esto es igual. Gracias a esta maratón, llegan allí medios de comunicación y durante un par de semanas la gente en España se entera que hace 40 años que los saharauis viven en medio del desierto, en una situación lamentable y con el apoyo del Gobierno de España y otros gobiernos al de Marruecos para favorecer esa situación. Esta gente vive en estas condiciones, sin futuro. Menos mal que tienen la solidaridad de la gente, que hace donaciones, aunque ahora reciben la mitad por la crisis; y a los argelinos, que les han cedido la tierra.

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Y correr por el desierto, ¿cómo es?

Una frase muy bonita que se oyó en esta carrera fue: "Alá creó los oasis para que el hombre disfrutara, y los desiertos para que se encontrara a sí mismo". Y es impresionante la gozada de ir corriendo solo y mirar a todos los lados y solo ver arena y piedra.A mí eso me encanta.

¿Sensación de riesgo o peligro?

Cada cierto espacio, cada dos kilómetros o así, hay señales, ladrillos blancos apilados. Así que desde un punto ves el siguiente. El problema es lo que nosotros llamamos 'siroco', un viento terrible que levanta como un metro de arena en suspensión, que te llega a la cara, y hay un riesgo de desorientarse. Tinduf está como a 100 kilómetros de la zona liberada del Sáhara, que viene de la Marcha Verde del 75. Es una franja en la que los marroquíes tienen levantado el Muro de la Vergüenza, como el que hay en Palestina, que está minado por el lado saharaui. En 2006 hubo una tormenta de arena y tres o cuatro corredores despistados iban camino de ese lugar… Éste es el único riesgo y luego que tienes que correr a veces hundiéndote en las dunas. El Frente Polisario también da cobertura a la carrera, sobre todo desde el secuestro de los tres cooperantes españoles hace unos años en Rabuni, que es donde está el cuartel general de la República Árabe Saharaui. A raíz de ese secuestro, el Frente Polisario te escolta, las patrullas durante la carrera van vigilando para que no pierdas el Norte. Hay una buena seguridad.

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Y la convivencia con ellos.

Es lo más gratificante. Tienen una cultura de beduinos, su modo de vida es ir con el ganado, con sus típicas caravanas. Es su cultura. Igual que la hospitalidad, cualquier visitante que entra en su casa recibe atenciones. Se vuelcan. Nosotros vamos a una familia que ya conocemos, y los ayudamos, llevamos ropa, comida, donaciones que nos da gente aquí. Su hospitalidad es impresionante.

¿Qué piensas del papel de España en su situación?

Los españoles, en un momento determinado, ese ejército bizarro y de machotes, se bajaron los pantalones y salieron corriendo cuando llegaron los marroquíes. Y dejaron a los saharauis en pleno proceso independencia. Debió de ser un acuerdo con el rey de entonces, Hassan II. Nunca hay que estar en contra del pueblo marroquí, si no de su Gobierno… Esa sensación de que los españoles somos culpables viene porque ellos estaban ganando una guerra, y les prometieron un referéndum a cambio de la tregua. Eso fue hace 40 años, todo mentira, una tras otra. Los intereses de los distintos gobiernos españoles están en consonancia con los de Marruecos. Además, les interesa tener esa relación por las empresas de construcción y otras asentadas en aquel país. Le pasa a otros países, como Francia o EEUU. Les sirve de pantalla contra el terrorismo islámico. No os podéis imaginar la policía de allí, en el Sáhara ocupado, la represión tan brutal que ejerce con la gente.

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Cuéntanos algún ejemplo.

Lo que te cuenta la gente y las películas que la gente saca de la zona ocupada en las que se ve a la Policía entrando en casas, reventándolos a patadas y golpes, destrozando los muebles, y saliendo tranquilamente. De hecho, cuando hay algún grupo que intenta entrar, no te dejan pasar y te devuelven a España.

¿Qué medidas debería tomar España para solucionar este problema, siendo uno de los culpables?

Una es muy clara: promover un referéndum para que los saharauis decidan si quieren independencia o ser una provincia más de Marruecos. Ellos tienen unas condiciones naturales muy buenas, una zona de pesca estupenda, que están explotando los marroquíes. Buscan petróleo, explotan las minas de la zona y por nada del mundo quieren dejarlo. España debería plantear este referéndum por promesa histórica. Ésa debería ser la postura del Gobierno de España y del resto de los gobiernos del mundo.

Volviendo a las pruebas organizadas, ¿qué efectos negativos tienen en el deporte?

Pues el consumir por consumir. Tienes que llevar unas zapatillas caras, mejor si son de 200 euros que de 40. La ropa tiene que ser de una manera determinada. Correr como un hábito de consumo más, y para eso tienes que estar a la moda. Ya no es la sensación de que vamos a correr cuatro amigos… Se puede vivir con un coche que no sea un Mercedes de 80.000 euros, así que se puede correr perfectamente sin convertir tu vida en objeto de consumo atroz. Ahora, en el desierto, había una chica inglesa que iba con el último modelo de todo y me crucé con ella en el kilómetro 30 e iba desfondada. ¿Para qué? Se puede hacer con la ropa más gastada que tengas en casa, y con unas zapatillas que no sean el último modelo.

¿Y correr es siempre bueno?

No hay que perder el norte. No es lo mismo correr profesionalmente, que por tener una vida saludable. Si te crees que siendo una persona normal vas a ir como un profesional eso te destroza físicamente. Hay mucha gente que no sabe lo que está haciendo. Para correr una maratón hay que tener un fondo, entrenarte durante un año. Yo entreno, por ejemplo, 5 días a la semana. Yo he acomodado mi vida a salir a correr, porque me apetece y porque tengo diabetes y me viene muy bien.

¿Y tú próximo reto?

Pues ahora estoy renqueante, hace 10 días que corrí en el Sáhara, hasta Berlín en septiembre, nada. A no ser que se cruce alguna prueba. Me gustaría mucho hacer una que hay en Salt Lake City, creo que es preciosa, que vas por una zona montañosa muy bonita. Pero por las connotaciones, mi preferida es la del desierto, por las historias personales que tiene, y la forma en la que te abstraes solo. Correr por allí sirve para recapacitar sobre muchas cosas y tomar decisiones de índole personal.