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Cultură

8 momentos estelares de “El Diario de Patricia”

Son demasiados como para caber en un solo artículo, pero este es nuestro pequeño homenaje a uno de nuestros programas favoritos de la historia de la televisión española y a su presentadora.

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A principios de año en La1 se estrenó "Cuestión de tiempo", un nuevo y poco esperado programa de Patricia Gaztañaga. Se trata de una actualización y redefinición del concepto televisivo de "Sorpresa, sorpresa" o "Hay una cosa que te quiero decir", pero con mucha menos carga emotiva y con un factor sorpresa digamos poco excitante. De hecho, lo verdaderamente importante de este programa es que supuso el regreso a la televisión de ámbito estatal de la Gaztañaga, a la que todos tenemos en gran estima por ser la primera presentadora de ese gran invento llamado "El diario de Patricia", que durante 10 años convirtió las tardes de Antena 3 en un desfile inenarrable de personajes televisivos incomparables. Como homenaje a ella hemos preferido rememorar los momentos más impactantes del programa, incluida también la etapa de Sandra Daviú.

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La fea

Un grupo de amigos queda una tarde en un bar y uno de ellos suelta la bomba: "oye, ¿y si llamamos a "El diario de Patricia" para llevar a María del Mar al programa y decirle delante de toda España que es fea de cojones, que a ver si se arregla de una puta vez porque nos deja en mal lugar cuando sale con nosotros?". Y no solo el resto de amigos apoya la idea, jaleando como energúmenos semejante derroche de amistad sincera y admirable, sino que además, el equipo de producción del programa acepta encantado la propuesta. Del dicho al hecho: llevan engañada a la chica al plató y ante un millón largo de espectadores se produce el aquelarre que todos estábamos esperando. Y de aquí a la leyenda: hoy, y siempre, a María del Mar ya la conocemos como 'La fea de El Diario de Patricia'.

El primo de Civera

Siempre sospechamos que muchas historias de "El Diario…" estaban guionizadas e interpretadas por actores amateurs o proyectos de famoso. Bueno, de hecho, estoy convencido de ello. Pero hay momentos que no podría parir ni el mejor guionista del planeta. Por ejemplo, este caso memorable, histórico, de un tipo que dice ser el primo de David Civera y que ha conocido a una chica por Internet que asegura que se ha quedado embarazada de él porque le pusieron una inyección con sus espermatozoides. Lo cuenta tal cual en diez minutos absolutamente insuperables, una escena que justificaría por si sola la existencia de este programa y sus diez años de recorrido. Como no podía ser de otra forma, incluimos la secuencia íntegra porque no somos nadie para editar o cortar a los genios.

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Tengo novio… y está aquí

Todos somos Manolo Quesada. Este pobre mentecato llama a la tele y convence al equipo de producción para que traiga desde México a una cyberamiga de la que está perdidamente enamorado. El objetivo: declararse delante de toda España con la esperanza de que ella le diga que siente lo mismo. Ya en plató, el tipo sale a escena, nos regala la declaración de amor más desastrosa, ridícula y penosa de la historia, que ya de por sí no tiene la menor opción de triunfo, y la chica no solo le da calabazas, sino que además le informa que tiene novio, que se ha venido a España con él y que está sentado en las primeras filas. Siempre adoré la mala baba y la amargura de los guionistas del programa, que volcaban todas sus frustraciones, rabias, problemas y quebraderos de cabeza personales en estas historias de nerds empeñados en utilizar la televisión para declararse. Cada negativa, cada fracaso, cada vuelta a casa con el rabo entre las piernas era, en realidad, un triunfo del programa.

¿Esa soy yo?

Evidentemente un amplio espectro de invitados de "El Diario…" se nutría de gente con escasa formación, pocas luces, carencias intelectuales y desconocimiento absoluto del medio. Y ahí podía surgir uno de los dilemas morales que planteaba el programa: ¿podemos reírnos de este tipo de personajes o, por el contrario, somos unos auténticos hijos de mala madre si nos caen lágrimas a borbotones cuando vemos situaciones como la de este vídeo? Un diálogo de besugos imprescindible que no hubiera podido imaginar ni un guionista de Jimmy Fallon tras fumarse cinco canutos para constatar que por mucho que el programa se esforzara en reclutar a freaks de todo tipo, a veces los momentos mágicos surgían de forma inesperada e improvisada.

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El coño

A los chavales de hoy en día el nombre de La Veneno les suena a chino. Pobres. No saben que en los 90 y parte de los 2000 evocar su figura era rememorar algunos de los momentos más desternillantes de la historia de la televisión. Y que su lengua viperina y su sentido del show tuvieron una fuerte influencia en personajes como la gran Bianca Ordóñez, protagonista de una de las obras maestras de "El Diario…": repitió una y otra vez el clásico "Estoy hasta el coño", un mantra claramente deudor de La Veneno, hasta que se hartó de todo, se levantó, le enseñó el potorro al público y a la audiencia y salió escopeteada de plató. Mierda: ya no se hace televisión así.

Beso máximo

Dos minutos para la leyenda. Siempre nos gustaron más las historias de romances que acababan mal: calabazas del tamaño de una rueda de camión, negativas fulminantes, escaqueos, humillaciones. Pero toda regla necesita su excepción: ésta, que acabó más bien de lo que el propio equipo del programa podía imaginar, es de las que más nos gustó pese a tener final feliz. Ese reencuentro épico entre Máximo y su novia, ese beso torpe, baboso, dantesco, esa forma de estirarse en el sofá, esas caras de vicio poco disimulado, ese estado de shock del público y la presentadora. No hay palabras. Máximo, tío, estés donde estés, hagas lo que hagas, eres Dios. Y siempre lo serás.

El rey de las nenas

En los inicios del programa se vivía en España el auténtico boom de los chats para ligar, y de hecho este fue uno de los temas más habituales que se trataban cada tarde. En este apartado, "El rey de las nenas" consiguió hacerse un nombre en la historia de "El diario…", al que acudió en varias ocasiones con la excusa totalmente inverosímil de que seguía buscando novia. Pero fue su primera aparición, y el intento totalmente fallido de reivindicación de su hombría tras el vapuleo de su amiga, el que le catapultó a la celebridad y el estrellato.

Troleo en directo

Muchos años antes de que cuatro perdedores hastiados de su vida se creyeran los reyes del mambo en Twitter por lanzar cuatro insultos de primero de hater, Diego ya había inventado el arte del troleo en directo ante miles de espectadores. Fue en uno de esos discutibles capítulos de temática social, con un perfil mucho más dramático, en el que se explotaban las miserias económicas de la gente, sin esa carga de humor frívolo que tenía habitualmente el espacio de Antena 3. Y entonces llegó el momento: el tipo engañó a producción, se hizo pasar por un samaritano anónimo con ganas de ayudar y, ante el estupor de Sandra Daviú y los propios invitados, se cagó en todo lo cagable y dejó en paños menores a la cadena, el programa y su conductora. Épico.