Mujeres mutiladas y cuerpos ajados

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Mujeres mutiladas y cuerpos ajados

Planchar los senos para que no crezcan es una práctica desconocida en gran parte del mundo. En Camerún, sin embargo, una de cada diez niñas es sometida al aplanamiento de senos.

«Era una vergüenza tener senos. Yo estaba de vacaciones en casa de mi abuela materna, tenía 10 años. Ella se dio cuenta. Una noche, me hizo tumbarme en una cama de bambú, junto al fuego. Me presionó con una espátula caliente para aplastar las pequeñas protuberancias. Aun hoy no tolero que nadie me ponga las manos en los pechos. La sexualidad es un tema tabú. Intento hablar con mis hijos sobre ello…». – Jeannette, 28 años.

Planchar los senos para evitar que crezcan es una práctica desconocida en gran parte del mundo. En Camerún, sin embargo, causa estragos. Según un estudio de la Agencia de Cooperación Internacional Alemana (GIZ), una de cada diez niñas es sometida a aplanamiento de senos en ese país. Si bien la práctica es completamente tabú, sigue estando muy extendida.

Ante los primeros signos de crecimiento mamario, entre los 8 y 15 años, las niñas reciben masajes en los senos con piedras calientes o con espátulas de madera. El objetivo es aplazar la edad de la primera relación sexual. Este «planchado» se practica exclusivamente entre mujeres, en la intimidad del hogar o con una curandera en las aldeas. Las consecuencias son desastrosas para la salud de las víctimas: quistes, cáncer de pecho, imposibilidad de amamantar… Las secuelas psicológicas son igualmente numerosas. Gildas Paré, una fotógrafa francesa, acaba de realizar una serie de retratos de estas mujeres mutiladas.

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VICE: En principio, tú eres fotógrafa culinaria. ¿Qué te llevó a hacer esta serie de retratos?

Gildas Paré: Tenía ganas de emprender un recorrido más personal. Empecé a buscar temas que podía tratar relacionados con la feminidad. Había tenido la oportunidad de ir a Camerún gracias a una conocida. Y llegué a esta historia de planchado de senos en el país, pero casi no encontré información sobre el tema. Tras mucho investigar, me enteré de que el periodista Kirk Bayama estaba realizando un documental sobre este problema. Contacté con él y nos fuimos juntos unos meses después.

¿Puedes explicarnos en qué consiste esta práctica?

La idea es que si tus senos no crecen, no serás atractiva para los hombres. Las madres que practican el planchado de senos piensan también que sus hijas podrán continuar sus estudios, porque si no son atractivas, no se casarán tan jóvenes.

Espátula de madera

¿Cómo lo hacen?

Suelen empezar vendándole los pechos a las niñas cuando tienen unos 8 o 9 años. Les comprimen el pecho por la noche e incluso a veces durante el día y también para ir al colegio. Y si los senos continúan creciendo, recurren a utensilios calientes. El hecho de calentarlos hace que la grasa se derrita; una locura. Utilizan diferentes objetos: manos de mortero, palos para hacer couscous, espátulas de madera, cucharas de palo, piedras, vendas y hormigas. En su mayoría, todos estos objetos pertenecen a la madre o a la abuela. Son utensilios de cocina.

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En cuanto a las fotos, las víctimas posan con los senos desnudos. ¿Eso fue fácil para ellas?

No, al contrario, fue muy complicado. Durante la primera reunión con Renata, la asociación con la que contactamos, una de las víctimas me dijo inmediatamente que no iba a ser posible: "Puedes fotografiar la cara, o el pecho, pero no los dos al mismo tiempo; ellas no van a querer". Les dije que si no lo hacía a mi manera, no sería de mucha utilidad. Una mujer vestida no tendría el mismo impacto. Después de mucho discutirlo, logré que aceptaran. Comprendieron el sentido de mi trabajo: no se trataba de una perspectiva sexual, sino de una manera de ver un determinado aspecto psicológico.

¿Desde el principio, tu idea era hacerlas posar con los senos desnudos?

Sí, si no no se habría producido una verdadera confrontación con el público. Un pecho siempre provoca un impacto muy fuerte. La idea era también crear una ambigüedad, por un lado, con una estética que creaban la luz y el encuadre y, por el otro lado, con las cicatrices de las mujeres.

¿Qué relación tienen ellas con sus cuerpos?

Sufren las consecuencias a diario. No pueden ponerse un traje de baño, por lo que no pueden ir a la playa. Les cuesta desnudarse frente a sus parejas, si es que las tienen, y tienen dificultad para dejarse tocar el pecho. El dolor físico se borra, pero el dolor psicológico perdura. Muchas de ellas nunca más dejan que se les toque el pecho.

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«Te dicen "No hay que llorar, es por tu bien…" Todavía no he tenido el valor de hablarles del tema a mis hijos. Sin embargo, hace tres días, mi hijo me preguntó "¿Mamá, por qué tienes senos pequeños?' Yo le contesté: "No sé". También tengo una niña de seis años. Pero no estoy preparada. Más tarde veré cómo hablarles del tema… ¡Habría querido amamantar a un futuro presidente!». – Carole N., 28 años.

¿Por eso llamaste al proyecto Plastic Dream?

Ellas solo quieren una cosa: rehacerse los senos, tener dinero para una operación. Quieren poder ponerse vestidos bonitos, salir, mostrarse. Ahora se esconden. Eso es lo más terrible, el dolor psicológico. Cuando fui allí, tenía ideas preconcebidas: pensaba encontrar mujeres con cicatrices enormes. Pero finalmente, eran cicatrices psicológicas las que afloraban en nuestras conversaciones. Intenté transmitir el mismo mensaje que expresaban sus miradas. Era una sensación muy poderosa. Incluso yo estaba un poco afectada. Se habían mostrado, y eso era toda una declaración de intenciones.

¿Hay algún testimonio que te haya marcado en particular?

Todas las historias son muy fuertes. Si bien en algunos casos no se notan sus cicatrices físicas, psicológicamente están destruidas. Una de las mujeres sufrió enormemente: le plancharon los senos con espátula, luego con piedra, la violaron, la casaron a la fuerza con un hombre y tuvo un hijo a los 14 años. En Camerún, si no puedes amamantar a tu hijo, lo tienes bastante complicado. No pueden permitirse comprar un biberón ni leche para alimentar al bebé. Como la muchacha no podía amamantar, utilizaron hormigas africanas para que la picaran con veneno y provocar la producción de leche. Es una historia terrible. Pero no puedo escoger solo una, todas han sufrido mucho.

¿Cuál es el siguiente paso del proyecto?

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Ahora estoy buscando sitios en los que exponer estas fotos. Estoy negociando con una galería. Espero también volver a Camerún para ampliar la serie.

Podrás encontrar más fotos de Gildas en su sitio web, y de Matthieu en Twitter. Más fotos y testimonios a continuación.

«En el momento en que mis senos comenzaron a crecer, en casa se montó un escándalo… ¡un escándalo! Las vecinas, las amigas de mi madre, las ancianas… Yo misma terminé por sentir vergüenza porque todo el mundo hablaba del tema. Había que esconder los senos. Mi madre finalmente decidió plancharme los senos. “Porque si no se planchan, atraerás a los hombres. Y sabes muy bien que los hombres significan embarazo”. Había que acabar con esos senos. Una piedra caliente sobre mi seno derecho, luego el izquierdo… Durante semanas. Estaba convencida de que hacía lo correcto. Los senos eran los que hacían que una mujer fuera hermosa. Hoy, los míos están flácidos… ¡Ni siquiera están turgentes!». - Carole B., 28 años.

Semillas de frutos rojos

«Yo tenía 8 años. Mi madre me dijo: “Levántate la ropa. ¿Ya tienes senos? Cuando una niña ya tiene senos a tu edad, los hombres la miran”. Yo no entendía por qué mi madre hacía eso. Todos los días, incluso hasta tres veces por semana, con la espátula. Ella solo me respondía, “Es por tu bien”. Se convirtió en una pesadilla. Sin embargo, luego constaté que cuanto más me masajeaba, más volumen tenían mis senos… Al ver que no funcionaba utilizó una piedra. ¡Y eso fue el infierno! Como si me pusieran fuego en el cuerpo… El consejero de orientación, a quien le confié todo, habló con mi madre. Aquello me hizo feliz. Por fin pararía de hacerme aquello. Pero lo hizo de nuevo… esta vez con semillas calientes. Me masajeaba una y otra vez… Cogí mis cosas y me fui a vivir con mi tía. A veces, intento entender a mi madre. Cuando me miro al espejo, es demasiado doloroso». – Doriane, 19 años.

«13 años: ¡nada! 14 años: ¡nada! 15 años: ¡nada!… 16 años: ¡nada! 17 años: ¡nada! Y a los 18 años: sí, finalmente, mis senos empezaron a crecer… Antes de eso, ningún niño se sentía atraído por mi cuerpo, que parecía el de un niño. Me sentía destruida y muy apenada. A partir de los 12 años, mi abuela estuvo destruyéndome, cada día, durante un año. Todas las mañanas, antes de ir al colegio, intentaba escaparme pero mi abuela me alcanzaba. Lo otros se iban al colegio sin mí y, entonces, ella me masajeaba los senos con una piedra caliente. Cada día, cada mañana, al volver del colegio e incluso antes de acostarme. ¡Todos los días, durante un año! Tener senos es natural, es humano. Sin senos me sentía como un niño, no como una niña. No podía ni ponerme un vestido. Sueño con poder estudiar matemáticas y ser estilista de moda». – Agnès, 32 años.

«La piedra me recuerda a los dolores de mi infancia. La misma piedra que sirve en la cocina para machacar las especias sirve para destruir la belleza de las mujeres, para ajar la piel de las adolescentes. A los 10 años, me empezaron a crecer los senos, antes que a mis hermanas mayores… La piedra solucionó el problema. Más tarde, cuando empezaron a crecer de nuevo, preferí hacerlo yo misma que sufrirlo de nuevo… Embarazada a los 16 años, mis senos finalmente crecieron… ¡pero muy ennegrecidos! No podía amamantar más. Me salía un líquido negruzco. Es muy doloroso recordar todo aquello… Decidí olvidar y, al mismo tiempo, luchar para erradicar la violencia contra las mujeres». – Cathy, 27 años.

"Todas las mañanas, antes de irme al colegio, mi madre me pide que me levante la ropa para comprobar que no me haya quitado la venda. Hace dos años que lo comprueba todos los días. ¡Es humillante! Me gustaría que una mañana me dijera que ya no vale la pena… Sueño con ser abogada y tocar el piano. Espero que esta venda por lo menos me permita continuar con mis estudios". – Cindy, 14 años.

Cinturón elástico

Hormigas africanas

«Como era mi madre, podía decirte, “Ven aquí” y le tenía que obedecer. Aunque corrieras, te atrapaba; te pillaba cuando te ibas a la cama o a asearte y te masajeaba. Incluso aunque te pongas a rodar por el suelo, ella te masajeaba… te masajeaba… Siempre igual. Me masajeaba a la fuerza. Aunque lloraras, siempre te masajeaba los senos. Es como si te desgarraran algo en el seno. Hoy, mi madre está muerta. Jamás supe si lo hacía por mi bien o para castigarme. Después de haber sido violada por mi primo a los 13 años, di a luz a los 14. Tenía que sacar leche, pero ya no tenía senos. Entonces usaron hormigas africanas. Las cogen y te las ponen sobre el pecho. Cuando las hormigas te pican, el seno se hincha. Tuve tres hijos. A pesar de lo de las hormigas, no pude amamantarlos». – Emmanuelle, 23 años.

«Por la noche, mi madre me ponía una especie de venda negra elástica muy ajustada para dormir. De día, me masajeaba los senos con una espátula, una mano de mortero, un palo o una piedra caliente… Eso me hacía mucho daño. Le pedí que parara. Y ella paró. Pero después del planchado, mis senos crecieron mucho. De verdad, crecieron mucho… Tanto que hasta sentía vergüenza. Quería esconderlos. Cuando pasaba, me decían: “¡Hola, tetona!”, “Pechugona”, “Miss Lolas”, etc. ¡Qué vergüenza! A los 20 años, mis tetas colgaban como las de una mujer de cincuenta años. Necesité mucho tiempo para lograr desnudarme frente a un chico; incluso frente a una chica. Pero era peor frente a un chico. A veces, me quedo con la ropa puesta cuando tengo relaciones con mi compañero. Siento rencor hacia mi madre…». – Gaëlle, 26 años.

Banda elástica casera

«A veces, me impide respirar, me aprieta mucho. Pero, sobre todo, me da miedo. Va a hacer un año que lo llevo. Me salen granos por debajo, del calor. No entiendo por qué mi madre me hace esto… Cuando sea mayor, me gustaría cantar como Coco Argentee y ser maestra». – Manuella, 9 años.

Mano de mortero para couscous

«Al principio no hablaba del tema con mi madre. Fue durante las vacaciones, en casa de la hermana mayor de mi padre. Ella me dijo que yo iba a atraer a los hombres. Entonces, me llevó a un curandero. Él cogió un cuchillo y me hizo un corte en los senos, primero en uno y después en el otro, y aspiró el interior con un tubo. Me dijo: “Si no lo hago, la gente pensará que eres una prostituta”. Me aplicó una loción sobre los pechos en carne viva. Yo me desmayé. Tardó días en cicatrizar… Los senos son un don de Dios. Me enfadé con mi tía por todo lo que me hizo sufrir». – Lisette, 34 años.

Piedra para triturar

«¡ … Es por su bien!». – Curandera