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No queremos que le den el Oscar a Leonardo DiCaprio

Seguramente hace un gran papel en "El Renacido", no lo sabemos, pero os habéis puesto tan pesados que ahora nos da pereza que gane.

Todas las imágenes vía Facebook

Los fans de Leo claman venganza, están ansiosos de triunfo, huelen el Oscar, la sangre y van a morder, como el oso de El Renacido: "Es que ya está bien, ni Titanic, ni El gran Gatsby, ni El Lobo de Wall Street, ¿qué están esperando? ¿a dárselo a título póstumo? ‪#‎todosconleo‬, ‪#‎unoscarparaleo‬". Éste es un ejemplo de los mensajes de apoyo que los supporters (son como los que van a la grada joven de los campos a chillar) cuelgan en las redes en apoyo al rubio actor. Y hay muchos más hashtags (#TodosSomosLeo, #JeSuisDiCaprio, #OscarForLeo) e, incluso, un grupo de Facebook que monta concentraciones de apoyo por todo el mundo la madrugada del domingo, para hacer algo así como un botellón cinéfilo y festejar el premio del ilustre Leonardo Wilhelm DiCaprio. Pero, ¿por qué?, ¿por qué ahora?

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Vamos a analizar este apoyo desmedido a aquel niño que asomó la cabeza en series como Roseanne (muy poca gracia) o Santa Bárbara (un culebrón retro en el que salía Robin Wright) y que se hizo famoso por comerle la tostada al mismísimo Kirk Cameron en Los Problemas Crecen. Porque el joven Kirk se quedó en las carpetas de las adolescentes de medio mundo, ahí, plantado, y viendo pasar el tiempo, mientras Leo, el siempre astuto Leo, reconducía su carrera e iba, paso a paso, convirtiéndose en un actor serio. Eligiendo bien sus papeles, con el Oscar entre ceja y ceja, y con los vídeos de sus admirados Pacino y DeNiro siempre puestos en bucle en un destartalado reproductor de VHS.

Y lo consiguió muy pronto, aunque primero tuvo que salir en Critters 3. Pero zás, la siguiente fue Vida de este chico, con su ídolo Robert DeNiro. Ahí lo aprendió todo: a forzar la voz y el gesto (siempre bordeando la sensación de estreñimiento), a contenerse cuando el director lo pide y a desatarse cuando a él le sale de los huevos y a cambiar de aspecto (músculos, peso y pelo) a su antojo. Justo lo mismo que ha hecho famoso al veterano protagonista de Taxi Driver y que también ha convertido a Leo en un actor de método. De su propio método.

La primera nominación al Oscar (de las seis que tienen, y que son el motivo de este artículo) fue por ¿A quién ama Gilbert Grape? Cómo no, el papel tenía que ser algo extremo, en este caso de discapacitado, y a Hollywood eso le rompe la patata y le conquista el hígado. En esa película se cruzó con Johnny Depp, del que acabó de aprender todos los capítulos del manual del perfecto actor histriónico. Es decir, del actor pasado de vueltas.

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Y llegó Titanic, y el atracón de Oscar para la película de James Cameron. Y Leo de vacío, como un niño sin regalo el día de sus cumpleaños, como un ratón sin su trozo de queso, se quedó sin premio mientras veía como el resto de sus compañeros se llevaban la estatuilla a casa. Al final de la película palmaba (a estas alturas, spoiler nivel Dios, aunque si a estas alturas no lo sabías vas muy pero que muy tarde) y ahora, veinte años después, Kate Winslet ha reconocido que se podía haber salvado los dos, que en la tabla cabían perfectamente. Nos ha jodido, eso ya lo sabíamos todos. El caso es que el recuerdo de Titanic no es bueno para Leo, pero le convirtió en estrella y, poco después de este éxito, comenzó su romance con su padre en el mundo del cine, su mentor, su guía: Martin Scorsese.

Todos estos encuentros nada fortuitos a lo largo de su carrera -ya hemos dicho que tiene desde pequeño muy claro que quiere ser una estrella- han forjado la imagen que tenemos actualmente de DiCaprio. Un actor camaleónico (topicazo), atractivo, que gusta al gran público -madres e hijas- y también humedece los teclados de los críticos, que arriesga (o supuestamente arriesga) y que se compromete a muerte con los proyectos. Se juega la vida, como ha hecho en El Renacido. Todo este riesgo le ha valido una campaña de marketing espontánea que nos parece maravillosa. Pura magia.

El movimiento 'salvemos a DiCaprio' no tiene nada que envidiar a otras movilizaciones sociales tipo Ocupemos Wall Street o las marchas Pro-Vida de la derecha española más rancia. Todos sus fans se han puesto manos a la obra y no van a permitir que esta vez se le escape a la estrella una lagrimita de pena viendo como otro (joder, puede ser Matt Damon por hacer de astronauta, ¿hay algo peor?) se lleva el premio de fiesta por Hollywood. La campaña incluye una avalancha de gifs más o menos ingeniosos y un juego interactivo en el que puedes correr mucho y levantarle las faldas a la chica danesa en la que se ha convertido Eddie Redmayne. Incluso la gente del Museo de Cera (muy tradicionales ellos) han aprovechado para sacar a pasear la bizarra figurita que hicieron al actor con el look Django Desencadenado.

Tanto clamor, tanto fervor popular, haciendo de menos a tipos como Bryan Cranston, que nos parece un actorazo, ha hecho que crezca un poco la manía hacía Leo. Y todo esto, que quede claro, sin ver su trabajo en 'El revenido' (como la rebautizó con gracia pero sin querer el parroquiano del bar en el que desayunamos por las mañanas), da igual, porque no hace falta. Por lo que cuentan casi no habla, tiene como gesto de angustia y las ha pasado canutas a las órdenes de Iñárritu, especialista en sacar las miserias humanas a flote. Seguro que es un gran papel, no vamos a ir a la contra, y que Leo se lo merece ya desde Infiltrados. Pero este año, por pesados, preferimos que el Oscar se lo lleve Michael Fassbender, por hacer de cabrón con pintas en 'Jobs'. Otro año, cuando no deis tanto la plasta, que gane DiCaprio. No desesperéis, seguramente lo vuelvan a nominar en cuanto trabaje con Scorsese.