FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

No queremos que acabes como Carmina, Belén

Un cuento de hadas, mucha farlopa, representantes y garrulos con dinero.

Érase una vez un país muy, muy lejano. Pasadas las diez de la noche irrumpe en Telecinco Belén Esteban, más rellena de lo que tiene acostumbrados a sus acólitos y seguidores, anunciando que se ha desintoxicado, aunque sin especificar de qué. El resultado: 25,7% de share, o lo que es lo mismo: una brutalidad de audiencia capaz de aupar a Telecinco por encima de Antena 3, que le viene pisando los talones en los últimos meses.

Publicidad

La protagonista de nuestro cuento imaginario es capaz de cambiar la tendencia televisiva, aglutinar tantas pupilas pendientes de ella como un Madrid-Barça, y liderar las redes sociales durante horas. Es lo que se conoce como un “BELENAZO”. ¿Cómo puede depender una cadena de televisión entera de una simple toxicómana del madrileño barrio de San Blas? ¿Qué hay de verdad y de artificio en Belén Esteban?

La cosa podría ser (elucubro porque me baso en lo que he oído y como mucho, en lo que me ha parecido ver) más verdad de lo que parece; porque -como bien sabéis- la realidad siempre supera a la ficción. La realidad -hasta el más intelectual lo sabe- es que Belén Esteban tuvo una hija con el torero Jesulín de Ubrique, y que la familia de él, nuevos ricos y malas personas, la echaron de Ambiciones, la finca que representaría el poder, el oxímoron, la locura -acordaos de Currupipi, por ejemplo- y la posterior decadencia de una saga de garrulos con dinero.

Desde entonces, Belén inició una carrera asesorada por otros. En un primer momento la vidente (sí, en esta historia no hay nadie normal) Cristina Blanco, que la introdujo en la juerga marbellí e ibicenca, con los primeros encuentros con famosos y cocaína; un binomio interesadamente silenciado pero muy presente en prensa y televisión. Aquella etapa -con parejas como Oscar Lozano y Dani DJ- supuso una etapa fiestera como la que hemos podido pasar cualquiera alguna vez en nuestra vida.

Publicidad

Sin embargo, Belén se retiró de la noche, las fiestas y los saraos, se centró en su carrera televisiva (al principio comentando el reality El Bus en Antena3, en un magacín de Alicia Senovilla) y volvió con Fran, muchacho con el que mantenía una relación intermitente desde tres semanas después de salir de Ambiciones. La figura de Fran siempre ha sido extraña, como una oscura ardillita que nadie comprendía muy bien. Las malas lenguas (es decir, casi todos los allegados a la pareja) insinuaban o decían abiertamente que Fran ejercía de dealer, utilizando el bar familiar para su negociado.

vía

Así se explicaría el consumo casero y nada lúdico de cocaína. Yo particularmente no creo demasiado esto. Sí en que ambos consumieran en casa como si Colombia fuera a desaparecer, pero no que el propio marido suministrara a Belén Esteban sus dosis al parecer cada vez mayores. El físico y sobre todo la cara de Belén, antes de llegar a los 40 ha sufrido varias reconstrucciones (a eso no se le pueden llamar arreglos). Tuvo que intervenir incluso una responsable de la Asociación de diabéticos de Madrid, para aclarar que la diabetes (que padece esta mujer) no provoca la destrucción de los cartílagos nasales, tal y como dio a entender en una ocasión la estrella mediática.

En su programa estrella (en el que Belén cobra sensiblemente más que los demás, lo que le granjea relaciones hipócritas y cargadas de envidia con sus compañeros) sólo tiene dos registros: 1) adormilada sobre el pupitre con dificultad para mantener los ojos abiertos y las conversaciones activas; o 2) gritando cual posesa demoníaca en mitad del plató. Estas dos reacciones -típicas del luciferino polvo blanco- han marcado su paso por Sálvame y Sálvame Deluxe. Allí ha vivido como una niña consentida y sin fuerza de voluntad.

Publicidad

Como nadie la veía de fiesta y los televidentes percibían un importante deterioro, la gente, el pueblo que adora u odia a Belén Esteban especulaba con su diabetes, su sufrimiento y su consumo de drogas. Desde su entorno, custodiado por un mafioso llamado Toño Sanchís, se afirmaba que todo estaba bien. Simplemente, es una mujer pasional y todo le afecta mucho. Las cosas se fueron de las manos cuando, en los propios baños de Telecinco, una azafata se afanaba en borrar los rastros de rayas blancas sobre la cisterna tras el paso de Belén. Ella admitió una primera vez que tenía problemas de adicción. Siempre con esa vaga explicación de problemas personales y conyugales, sin especificar nada.

Volvió al poco diciendo que estaba enganchada a la vida (belenazo). Sin embargo, unas sesiones con un psicoterapeuta no eran suficientes, tal como pudimos comprobar abochornados en un Deluxe en el que saltó como un perro rabioso sobre su compañera Lydia Lozano. El espectáculo, digno de Callejeros en las tresmilviviendas, supuso la retirada de La princesa del Pueblo por la puerta de atrás y el silencio sobre el tema por parte de la cadena. Tras más de medio año, la productora y Toño van calentando el regreso con invitaciones a sus programas estrella a los familiares de la archienemiga mediática de Belén: MªJose Campanario.

Toño, siniestro personaje, orquesta el destino de Belén Esteban, su gallinita de los huevos de oro. Ella ya no se mete, tal y como confesó (sin decir la palabra cocaína) el pasado 18 de octubre. Pero en días posteriores se ha alterado sobremanera como antaño. Comprobando la evolución de su apéndice nasal y sus registros psicológicos en los platós, será fácil ver si Toño le trae las drogas o se las quita, tal y como señalan negrísimas manos cercanas al representante sin escrúpulos. Se dice que él provee de cocaína cuando ella se muestra demandante, y se la niega para chantajearla y conseguir así sus pérfidos objetivos.

Toño, Sálvame y Telecinco, viven de Belén Esteban, una muchacha construida por la adoración (positiva y negativa) de una masa que engendra dinero y poder a terceros. El retrato de Belén en los pasillos de Telecinco, flanqueado por Santi Acosta y Emma García está más retocado que ella misma; más entronizado que cualquier otro, y más limpio que su propio organismo, que mucho tememos volverá a caer en el fango si es que no lo está ya. Belén Esteban es un mito de nuestro tiempo. Muchos la comparan con la malograda Carmina Ordóñez, por augurarle un final parecido, pero Belén es mucho más real. Sale del WC oliendo a caca y a tabaco; se apunta a la autoescuela y va solo un día, sale de juerga tras su último belenazo… Un mito de barrio.