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Por qué la nueva película de Amenábar nos parece terrorífica (o sea, mala)

A pesar de las malas crítica, íbamos con ganas de salvar "Regresión". Ni aún así lo hemos conseguido. Alejandro patina entre sectas satánicas.

Llevaba Alejandro Amenábar seis años sin dirigir una película. Y había muchas ganas de ver qué era esta "Regresión" que ahora presenta. Por hacer un juego de palabras fácil, si suponía una regresión a aquellos años en los que se le daba bien hacer películas de género (Abre los ojos o Los Otros) con las que además conseguía pelotazos en la taquilla. Y también ganarse la envidia de un montón de gente. Amenábar ya pasó a ser directamente un personaje que despertaba odios por ganar el Óscar -triunfar fuera aquí es pecado mortal- y por hacer una película sobre la eutanasia y con Javier Bardem. Ambas cosas le convirtieron en el muñeco al que lanzaban pelotas los sectores más casposos (¿hay otros?) de la derecha.

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Todo esto sucedió con Mar adentro, justo antes del gran hostión que se pegó con Ágora. Que todo hay que decirlo, es un 'piscinazo' monumental al que hay que alabarle su sentido del riesgo, la valentía y a Amenábar haber hecho la película que le dio la santa gana. Irregular, pero interesante. Y tan cara que aun hoy debe de estar pagando algún decorado o el bocadillo de alguno de los extras. Así que ahora, ante la duda de qué hacer después de eso, Alejandro ha optado por la moderación, por ajustarse a los cánones, volver a congraciar al público y recuperar el mojo con la taquilla. El problema es que ha sido tan académico, tan pulcro y tan soso que, en lugar de pasarse de la raya, esta vez se ha quedado realmente corto.

Después de ver la película da la sensación de que el director hubiera aceptado un encargo y no es así. Es un proyecto personal, cuyo guion lleva su firma. Estamos ante el trabajo de un auteur. ¿En horas bajas? Eso no se podrá saber hasta su próxima película, pero sí timorato o con miedo a saltarse los cánones. Es verdad que en la película cuela su habitual discurso a favor de la libertad de ser diferente, contra las fanatismos religiosos y esta vez contra ciertas prácticas psicológicas, afortunadamente ya olvidadas, que estuvieron de moda hace dos décadas. Por ahí, nada que objetar. El combate siempre mola.

Pero, ¿de qué trata exactamente Regresión? Pues es un thriller, muy de los noventa, ambientado en los noventa y que parece que ya hemos visto muchas veces. Por el mismo motivo, porque parece de los noventa. La trama de fondo son las sectas satánicas, en primer plano la investigación de un policía (Ethan Hawke cada vez más parecido a Kevin Bacon) que trata de resolver un caso de abusos sexuales en el seno de una familia a la que el apelativo white trash se le queda corto. Parece que ellos mismos fueron los inventores de ese término. La víctima es Emma Watson y el psicólogo que la ayuda es David Thewlis. Ver al actor inglés suele justificar el precio de una entrada de cine. Pero esta vez es la excepción a la regla.

En la trama, en la tensión, en lo que cuenta… ahí es dónde naufraga la película de Amenábar. No es una cuestión de factura formal -faltaría más, a estas alturas de su carrera-, ni de la dirección de actores, ni de la puesta en escena (muy noventera), es que no hay climax, no hay giros de guion y no hay sorpresas. Y si existen todos estos elementos, están tan difuminados que un espectador normal no es capaz de percibirlos. Tanta sutileza hace que la trama se desvanezca. En una película en la que anda suelto Satanás por cada plano, a al menos sus adoradores, no hay ni un momento de esos de quedarse clavado a la butaca.

Viéndola nos hemos acordado de aquel El corazón del ángel de Alan Parker y de Robert De Niro comiendo huevos y llevando a Mickey Rourke de paseo por el infierno. Amenábar le compra a Ethan Hawke los billetes para un tour por el averno y ninguno de los dos se suben en la atracción. Es una pena, porque había material para haber hecho un thriller poco convencional o, por lo menos, una película que acojonara de verdad. Ahora tenemos un quiero y no puedo. Esperamos que Alejandro no tarde otros seis años en volver a dirigir, y que cuando lo haga se vuelva a tirar a la piscina. Mojarse muchas veces es mejor que quedarse seco.