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Μodă

52 años después continúa la obsesión por el traje rosa Chanel de Jackie O

«Llevar el traje manchado con los restos del carismático líder fue un gesto de enorme significación. Era como si Jackie vistiera las entrañas de su difunto marido»

Foto vía Wikimedia Commons

En noviembre de 1963, dos días antes de que el grueso tweed se manchara de sangre y fragmentos de cerebro, John F. Kennedy había seleccionado personalmente el traje rosa de Chanel que quería que su mujer, Jacqueline, luciera en el almuerzo al que iban a acudir en Texas, un estado con cuyo apoyo debía contar Kennedy para ganar las elecciones del año siguiente.

«Viste sencilla. Muéstrale a esos tejanos lo que es el buen gusto», indicó Kennedy a su mujer, según relata William Manchester en su libro sobre el asesinato de JFK, The Death of a President: November 20—November 25, 1963 (2013).

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La insistencia del Presidente en que llevara ese traje de chaqueta y falda a la altura de las rodillas –al parecer su conjunto favorito y uno que Jackie llevaba a menudo pese a tener un armario inmenso- podría explicar por qué la primera dama se negara a quitárselo pese a que acabara manchado con la horrible evidencia del asesinato público de su marido durante un paseo en descapotable por Dealey Plaza el 22 de noviembre de 1963. Así, la viuda del Presidente apareció luciendo el mismo conjunto durante la toma de posesión de Lyndon B. Johnson a bordo del Air Force One.

«Llevar el traje manchado con los restos del carismático líder fue un gesto de enorme significación. El traje pasó a convertirse en parte del cuerpo de Kennedy y era como si Jackie vistiera las entrañas de su difunto marido», explica Rhonda Garelick, autora de Mademoiselle: Coco Chanel and the Pulse of History.

Hoy, 52 años después, el traje rosa permanece oculto en una caja fabricada ex profeso, con un sistema de control de humedad, en los Archivos Nacionales de Maryland, donde ha adquirido un estatus casi mítico. Todavía habrá de pasar casi un siglo para que el conjunto vuelva a exhibirse al público, siguiendo los deseos de Caroline Kennedy, única heredera en vida de JFK –lo que implica que, mientras que la pareja política más famosa de EE. UU. se diluye en la historia, el traje perdurará en perfectas condiciones de conservación. Como muchos otros aspectos que rodean al asesinato de Kennedy, el conjunto de Chanel ha sido objeto de diversas teorías de la conspiración, algunas de las cuales plantean la incógnita de la desaparición del gorrito que acompañaba al traje y otras cuestionan si realmente las prendas son auténticas Chanel.

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«Como un envoltorio rosa, como un ramo de flores sobre el asiento trasero» - Lady Bird Johnson

El conjunto –chaqueta de doble pechera con tres pares de botones dorados y solapas azul marino y gorro a juego- reflejaba el estilo característico de Jackie Kennedy: sencillo pero elegante, estructurado pero femenino. El hecho de que fuera de Chanel le confería más glamour. Sin embargo, durante los años que siguieron al asesinato, se ha ido generando un interés considerable respecto a la autenticidad del conjunto.

En su libro Chanel, Her Life (2011), Justine Picardie se refiere al traje como una «copia autorizada por Chanel». Según la escritora, las telas procedían de los talleres de Coco Chanel en París, pero el traje fue confeccionado y adaptado a la figura de Jackie Kennedy por un grupo de sastres altamente profesionales pertenecientes a la casa de moda Chez Ninon.

El especialista en autenticación de marcas Graham Wetzbarger, cuyo trabajo es examinar hasta el mínimo detalle de los artículos que pasan por su empresa de consignación de bienes de lujo (The Real Real), también considera que el traje es una copia muy bien ejecutada de un Chanel, confeccionada con materiales aprobados.

«Se sabe que Jackie Kennedy era clienta de Chez Ninon un par de años antes de la inauguración», afirma Wetzbarger, quien señala que el traje es un diseño de la colección otoño/invierno de Chanel de 1961. «Estas imitaciones o prendas autorizadas están realizadas a la perfección», explica, añadiendo que el precio del traje rondaba los 800 dólares (750 euros) de la época. Es decir, nada barato».

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En 2012, el diseñador jefe de Chanel, Karl Lagerfeld, suscitó un enorme revuelo al declarar a la revista Vogue que el traje de Kennedy era realmente obra de Oleg Cassini, el diseñador oficial de la Primera Dama. «Era una copia falsa y muy bien confeccionada de Cassini», concluyó Lagerfeld.

Nicole Mary Kelby, escritora e historiadora, afirma que existen «cantidad de pistas en papel» que apuntan a que el conjunto era falso. Para The Pink Suit, su obra de ficción histórica basada en el emblemático conjunto, Kelby entrevistó a varios de los sastres y modistas del taller neoyorquino que aseguraban haber confeccionado el traje. Entre ellos se encontraban Jankiel Horowicz, exsastre del Ejército de Polonia y superviviente de un campo de concentración que emigró a Nueva York y se inscribió en el sindicato de trabajadores de confección de prendas femeninas a principios de la década de 1950, según explica su propio hijo enThe Daily Beast en 2013.

«¿Puedes hacerte una idea de lo doloroso que debió de ser? Muchas horas de trabajo duro y una gran satisfacción puestos en una prenda de increíble belleza para que acabara asociándose a una tragedia nacional», escribió Kelby en un email. Kelby considera que la elección de una copia del Chanel de confección estadounidense constituía una astuta maniobra para intentar reparar la imagen política del matrimonio Kennedy. Ahorraba en gastos y apoyaba a los diseñadores nacionales como Cassini, sobre todo después de que Women's Wear Daily la acusara de haber gastado 30.000 dólares en un día de compras en París durante la campaña presidencial de 1960.

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«Todo el mundo pensaba que yo era una esnob de Newport con un peinado moderno y ropa de diseñadores franceses que odiaba la política», explicó Jackie Kennedy al historiador Arthur Schlesinger en una serie de entrevistas grabadas que se hicieron públicas en 2011. Pero Cassino dio la vuelta a esa percepción, explica Kelby, y vistió a la Primera Dama con prendas cómodas y modernas, convirtiéndola en un icono de la moda que toda estadounidense quería imitar, en lugar de criticar. El pequeño gorro cilíndrico diseñado por Halston que Kennedy solía llevar complementando su peinado, por ejemplo, pasó a ser una prenda básica que muchas estadounidenses adquirían tratando de imitar la elegancia despreocupada de Kennedy.

El gorro rosa que Jackie Kennedy llevaba aquel fatídico 22 de noviembre de 1963 desapareció con el revuelo del asesinato. La última vez que se vio estaba en manos de Mary Gallagher, su secretaria personal, quien al parecer se niega a hablar de su paradero. La misma suerte corrieron los guantes blancos que llevaba aquel día.

En The Death of a President, Manchester sugiere que el gorro pudo haber vuelto en una bolsa de papel a DC, donde un policía de la Casa Blanca lo entregó al agente de los servicios secretos Robert Foster, quien supuestamente llevó la bolsa a la Sala de Mapas y la abrió. Lo que sigue siendo un misterio es si llegó a entregar en gorro a Caroline o a John F. Kennedy, Jr.

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«Hay fotos que demuestran que Jackie lo llevaba puesto cuando fue al hospital de Parkland, pero cuando salió ya no lo tenía», explica Wetzbarger. «Probablemente no aparecerá nunca, pero ¿quién sabe? Es una de esas cosas que se perderán en los anales de la historia». (Hasta ahora no se ha encontrado el gorro).

La última vez que Jackie Kennedy lució el traje rosa, lo hizo en un intento deliberado de salvar la carrera política del Presidente Kennedy. «El traje rosa de Jackie era su arma secreta», afirma Kelby. «Cuando pasó en aquel coche descapotable, la gente alineada a ambos lados de la calle la vieron como a una de los suyos. Se convirtió en la mujer que jugaba a golf delante de ellos en el Green, la madre que siempre tenía a sus hijos cerca».

Y luego, en cuestión de segundos, las balas perforaron esa ilusión. Sus esfuerzos por ganarse el afecto del público estadounidense dieron aun más resonancia a su dolor. Había dejado de ser la esnob de Newport para transformarse en la mujer traumatizada que había visto cómo el cerebro de su marido le caía en el regazo.

En su diario, Lady Bird Johnson, quien iba en el vehículo detrás de la limusina presidencial con su marido, el vicepresidente Johnson, relata que la Primera Dama rodeaba al Presidente «como un envoltorio rosa, como un ramo de flores sobre el asiento trasero».

Cuando en 2003 Caroline Kennedy donó la chaqueta, la falda, las medias, la blusa y los zapatos a juego y el bolso Chanel de su madre a los Archivos Nacionales, dejó indicaciones para que, hasta el año 2013, ninguno de estos objetos se exhibiera en público -ni siquiera a historiadores o investigadores- ni de ninguna otra forma que pudiera «deshonrar la memoria de la Sra. Kennedy o del Presidente Kennedy o causar dolor o sufrimiento a los miembros de su familia». Una vez concluido el plazo, el archivista de la institución decidirá de qué modo hará uso de estos artículos para honrar los deseos de la familia.

La portavoz de los Archivos Nacionales Miriam Kleiman confirmó que la institución recibió estas prendas hace más de 40 años, aunque no se conoce la fecha concreta. Dado que los objetos se entregaron en un paquete que contenía un código postal de un solo dígito, Kleiman cree que su llegada a los Archivos Nacionales es anterior a julio de 1964, año en que la oficina de correos pasó a un sistema de múltiples dígitos.

Si las prendas llegan a exhibirse, Wetzbarger considera que podrían generar histeria colectiva, incluso aunque hayan pasado décadas desde la muerte de la mujer que las vistió. Otros, en cambio, creen que la ocultación del traje contribuye a alimentar el misterio y a perpetuar la fascinación por la figura de Jackie Kennedy. Al no poder tocarlo ni tan siquiera acercarnos a él, el traje «adquiere poderosas connotaciones talismánicas, propias de las preciosas reliquias de una catedral», afirma Garelick. «Ahora incluso tiene poderes fantasmagóricos».

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Traducción por Mario Abad.