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Cultură

Los okupas sevillanos: sin luz, sin agua, sin miedo

La periodista y dibujante neoyorkina Molly Crabapple, nos muestra con sus textos e ilustraciones las impresiones que tuvo de su visita a la Corrala Utopía, un edificio okupado por varias familias en Sevilla.

La periodista y dibujante neoyorkina Molly Crabapple, a quien recordaréis por Balas de goma en las calles de Madrid, artículo en el que ilustró la Huelga General del 14-N, nos muestra con sus textos e ilustraciones las impresiones que tuvo de su visita a la Corrala Utopía, el primero de los 6 edificios okupados desde primavera de 2012 de forma organizada por familias sin recursos de la capital hispalense.

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"Es algo que crees que nunca te va a pasar, pero la vida cambia de forma muy rápida."

Ana, de 36 años, es una limpiadora que lleva en paro desde que España siguió a Grecia en el vórtex de la crisis en la Eurozona. Aunque antes no tenía casa, ahora vive en Corrala Utopía, uno de los edificios okupados de Sevilla. Cuando hablé con ella, estaba cuidando de una docena de niños que también viven en el edificio, mientras que sus padres estaban manifestándose en una sucursal de Ibercaja, propietaria del edificio. Los okupas quieren pagar por servicios como la luz y el agua, pero el banco no les deja.

Corrala es un edificio feo, del estilo de los todos los edificios que se erigieron durante el boom de la construcción, humanizado por un graffiti en el que pone "Stop deshaucios. Sin luz, sin agua, sin miedo." En él viven treinta familias. Al subir por las escaleras, a oscuras, era como estar subiendo a mi apartamento en Nueva York, que la semana anterior se había quedado sin luz debido al huracán Sandy. El piso de Ana estaba lleno de juguetes, una tele y sofás. Las reliquias de una casa obrera.

Los okupas que conozco en Estados Unidos son crust punks o activistas. En Sevilla, okupar es necesario. Madres trabajadoras actúan como si fuesen las radicales más hardcore. No tienen dinero, no pueden hacer otra cosa.

Sevilla está tan arruinada que lleva seis meses sin pagar a sus funcionarios. Sin embargo, se han gastado 10.000€ para levantar las calles y así cortar el agua de la Corrala para que los okupas se marchen. Ahora, los hijos de Ana tienen que ir cinco veces al día a una fuente a recoger agua y subir las escaleras a oscuras.

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"Aquí la vida es muy dura" dice Ana. "Los críos van a recoger agua a la fuente, como si esto fuera el siglo XIX. Me avergüenzo de mi país."

Esto es Sevilla, la capital de Andalucía, el paraíso de los toros, el flamenco, la pobreza rural y la rebelión. Tradicionalmente, los agricultores arrendatarios esclavizaban por salarios escasos en latifundios. El anarquismo llegó en la década de 1870, y a pesar de la represión del estado, nunca se fue. Después de la Guerra Civil, Franco asesinó andaluces en masa. Los colores de la Segunda República son el amarillo, el rojo y el morado. Estos colores cubren todas las protestas. Han pasado ochenta años, miles de personas han sido asesinadas, pero Andalucía no olvida.

Andalucía es la principal víctima de la crisis financiera de España. Más de uno de cada tres adultos no tiene trabajo. Los chavales bilingües de Madrid pueden ir a Alemania a trabajar de camareros, pero los trabajadores de construcción y las limpiadoras que perdieron sus trabajos cuando la burbuja estalló, se han quedado atrapados, y sobreviven como pueden, creando lugares como Corrala Utopía.

Tanya Rodríguez, de 41 años, trabajaba en un centro de salud en uno de los barrios más pobres de la ciudad. Tiene un hijo de 13 años y tatuajes descoloridos en los brazos. Cuando se quedó sin trabajo, se mudó de nuevo a casa de sus padres. Durante los últimos dos años, muchas personas han tenido que regresar a sus hogares para vivir de la pensión de sus padres. Pero las pensiones no pueden financiar a mucha gente, y pronto Tanya, su hijo, y sus padres se quedaron sin casa.

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Miembros del movimiento anti-austeridad de España, el 15M, ayudaron a Tanya a okupar en Corrala Utopía. Nunca antes había tenido curiosidad por la política. Me explica orgullosa que hace poco, durante la última huelga general, bloqueó carreteras con su propio cuerpo.

Esa tarde, visité Somonte, una granja okupada. En marzo de 2012, el sindicato de obreros del campo, cansado de las irregularidades del gobierno, tomaron el control de 400 hectáreas que no estaban siendo utilizadas. Trescientas fuerzas especiales los echaron. Volvieron. Han plantado lechuga, tomates, y pimientos, y los venden a los cooperativas de la ciudad. Los edificios de Somonte están decorados con una selección de obras de arte que mezclan un montón de elementos de la izquierda. El Che, banderas de la Segunda República y una A de anarquía gigante. En la sala de serigrafía vi un stencil de Stalin.

Lola Álvarez, de 44 años, es una de las principales organizadoras de Somonte. Lola es agricultora desde los 16 años. Es hermosa, algo que no debería comentar, pero es imposible no hacerlo al mirar su pelo negro y sus enormes ojos. Lola da instrucciones sin pensárselo dos veces y se pavonea al caminar. Antes de entrevistarla, tuvo que intervenir a favor de un grupo de mujeres agricultoras a quienes unos hombres no querían dejarles hacer el trabajo. Los hombres no quieren la competencia de las mujeres.

"Los agricultores siempre han estado en crisis" dice Lola. "No tienen dinero, y nunca lo han tenido. Ahora que la crisis ha alcanzado a la clase media, se ha convertido en algo importante. ¿Pero qué pasa con la gente que nunca ha tenido nada? Aquí no verás banderas de ningún partido político. Esta gente ha luchado siempre a través de sus acciones. Los políticos pueden ser revolucionarios con sus palabras, pero no en la vida real."

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Me paseé por allí arruinando mis tacones con el barro, dibujando gallinas e intentando jugar con un perro que no me hacía ni caso. "Es que es anarquista" me dijo Marco Bellido, uno de los trabajadores.

Marco tiene 37 años y es un dibujante de cómics de hombros anchos y botas sucias. Marco está trabajando en una novela gráfica sobre Marinaleda, una ciudad organizada por su alcalde, Sanchez Gordillo, junto con socialistas, así que vino a la granja a investigar. La gente de allí le recordaba a su familia, así que decidió quedarse. Marco trabaja 11 horas al día, siete días a la semana. Cuando termina su jornada, dibuja.

Nos fumamos un porro delante de una foto del Che fumando un cigarro. En un castellano incompetente, le pregunté a Marco cuál es su objetivo, y cuál es la lucha de Somonte. "Es como el mito de Sísifo," dijo. Sísifo era un antiguo griego que era demasiado listo para el gusto de los dioses. Los dioses le sentenciaron a rodar eternamente una roca cuesta arriba. Cuando estaba a punto de llegar a la cima, la piedra volvía a rodar hacia abajo.

"Pero Sísifo perdió" le contesté.

"No tengo ninguna fecha en mente para la revolución" contestó Marco.

La cena consistió en un estofado de pollo de color amarillo, con pan y vino, y comimos en unas mesas comunes. Traté de ayudar a la hora de fregar, pero, como suele pasar, no me dejaron. En vez de fregar, aproveché para hacer fotos de los muros de Somonte, de los cuales había colgados pimientos que habían dejado secar; los tractores; las fotos que tienen colgadas de agricultores centroamericanos. En Estados Unidos, la gente duda de que los anarco-rojo-comunistas puedan hacer algo. Somonte demuestra que están equivocados.

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Al irme, Lola me dio dos besos y me preguntó a dónde iba. "Nueva York" le dije. Lola sacudió la cabeza y dijo, "allí hay demasiada contaminación y demasiada gente." Juanjo nos llevó en coche por los campos verdes. Cantamos algunas canciones medio olvidadas de la Guerra Civil española. A las barricadas.

Caía la noche en Corrala. Tienen generadores, pero muy poco gas, así que pasan las noches a oscurs. Hablé con Javier, uno de los niños de la okupa. Es un chaval muy guapete de 15 años que quiere ser batería de un grupo heavy metal. Cuando Javier me preguntó de dónde soy, señalé un póster: "New York, New York" escrito en unos rascacielos. Hablamos del Sandy. "La crisis es nuestro huracán" me dijo.

Le di las gracias a Javier por pasar el rato conmigo. Se encogió de hombros. "Cuando se hace de noche, ya no hay nada más que hacer. La noche dura una eternidad. Todo lo que tenemos es el tiempo."

Juanjo le enseñó a Ana un artículo sobre la protesta en el banco de Corrala. La ilustraron con la foto de un antidisturbios. En vez de defender al banco, el policía se levantó la visera del casco y firmó la petición de los okupas.

Quizás a eso se refería Marco con Sísifo. Las máquinas del viejo mundo están fallando. En 2011, millones de personas despertaron: en España y Grecia y Nueva York y el Cairo, se sentaron en plazas públicas, y dijeron que la máquina estaba muerta. Hoy, esas plazas están vacías. Los movimientos de protesta españoles están construyendo poco a poco espacios para ayudarse los unos a los otros, mientras el mundo decide qué va a pasar.

@mollycrabapple