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Patinar en Cuba tras el embargo

Los skaters cubanos han dependido de equipamiento donado —sobre todo por Estados Unidos— desde los 80. A algunos les preocupa que el aumento de extranjeros cambie la cultura del skate en la isla.

Fotocortesía de Rene Lecour

Era un día entre semana de junio, pleno medio día, y yo sudaba mientras intentaba atravesar el denso parque que rodea un complejo deportivo al sur del barrio de Vedado en La Habana. Estaba buscando el único skate park de Cuba, que supuestamente estaba por ahí, pero cada vez que me acercaba a alguien para preguntar cómo llegar todo lo que obtenía eran vagos ademanes que sugerían direcciones contradictorias.

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A punto de rendirme ante el calor y la humedad, oí el revelador sonido de las ruedas de poliuretano sobre hormigón. Mientras me abría paso entre la vegetación de palmeras y hierba de marabú, casi caigo de cara en un estanque vacío. El parque estaba en malas condiciones. En dos tercios del lugar no se podía patinar: estaban cubiertos con agua estancada y residuos. El tercio sobrante era una amalgama de rampas de hormigón y bancas, pirámides y una rampa con una torre. Murales y grafitis —la mayoría variaciones del mantra "patina o muerte", un juego de palabras del famoso grito de guerra del Che Guevara "patria o muerte"— decoraban las paredes del parque.

Tres skaters estaban sentados bajo la sombra en el otro extremo del parque. Un cuarto skater logró sacar un kickflip poco entusiasta y se acercó a sus amigos.

Les pregunté con un español entrecortado si el parque estaba siempre así de muerto.

"Es medio día en verano", dijo uno de ellos mientras se limpiaba el sudor de la frente con su camiseta. No dijo más, así que lo tomé como una afirmación.

"¿Entonces nadie patina en verano?"

Su amigo sonrió y se resguardó bajo la sombra, protegiéndose los ojos del sol. "Puedes ir a la 23 y G, siempre hay alguien ahí".

Durante décadas, la intersección de las calles 23 y G en el barrio de Vedado ha sido el lugar de reunión más popular de los 'frikis' de La Habana, el nombre colectivo para los punks, metaleros, skaters y otras comunidades alternativas de la ciudad. Todas las noches convierten la acera en un carnaval de contracultura, disfrutando de la música, el ron y los cigarros baratos.

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Los soldados soviéticos y los hijos de los diplomáticos del Bloque del Este llevaron el skate a la isla en 1980 y rápidamente lograron que floreciera una cultura local del skate, un grupo muy cercano de gente que tenía la misma mentalidad. Después de que el Muro cayera, la influencia extranjera continuó colándose en la comunidad a través de equipamientos donados. Rene Lecour, cubano-americano de primera generación, fundó en 2009 Amigo Skate, con base en Miami, para mejorar y distribuir el equipamiento donado a los cubanos y para albergar competiciones. Con el fin del embargo estadounidense a la vista, Lecour teme que los beneficios de un mercado abierto —más equipamiento, más oportunidades de patrocinio, más acceso a la comunidad global del skate— puedan suponer un precio muy alto, pues pueden fracturar la cultura, propagar el materialismo y hacer que el deporte sea muy caro. Lecour recuerda una escena del Padrino II:

"¿Recuerdas cuando están celebrando el cumpleaños de Meyer Lansky en el hotel, y el camarero lleva un pastel con la forma de Cuba? Todos lo parten y toman una porción. Eso es justo lo que va a pasar. Todos los que van a tomar un pedazo van a ser del extranjero, y los pobres se van a joder", dice. "Si no hacen las cosas con cuidado, van a terminar con toda la comunidad skate, y todo lo que la gente disfrutaba de él se irá para siempre".

Foto cortesía de Chris Miller

Che Alejandro, uno de los primeros skaters, recuerda patinar en la 23 y G en los 80. En ese entonces, él tenía que hacer sus propias tablas con papel de lija y llantas de metal de patines de los 40. Hoy, treinta años después, sigue sin haber tiendas de skate en Cuba.

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"Si tienes los cojinetes o las ruedas jodidos, estás jodido. Se acabó", me dice Che, describiendo sin rodeos el estado de la escena skate cubana.

Una tienda en La Habana le permitiría a los skaters acceder a nuevo equipamiento, pero Che no está seguro de que la gente pueda pagar la mercancía. Con el salario promedio de los cubanos rondando los 25 dólares (casi 23 euros) al mes, un set de más de 30 dólares (27 euros) sería un gasto considerable, incluso para un adulto asalariado. Los skaters no han tenido mucho con qué patinar, pero gracias a organizaciones como Amigo Skate, para la cual trabaja Che, lo que han tenido no les ha costado nada.

"Digamos que abres una tienda, pero no es negocio. Puedes ver todas las cosas pero no tienes para comprarlas. Los skaters en Cuba han sido tan afortunados de patinar gratuitamente durante todos estos años que ninguno de ellos está acostumbrado a pagar por algo", dice Che. "Puede que aquí se ponga tan caro que ya no puedas patinar. Es una situación difícil, pero ¿qué puedes hacer?"

Por el momento, organizaciones como Amigo Skate y Cuba Skate, con base en Washington, continuarán ayudando a los skaters cubanos con donaciones. Generalmente, se apoyan en redes locales de distribución, entregando los productos a los skaters mayores dentro de un grupo de niños, quienes a su vez entregan las zapatillas o la tablas a los skaters que más lo necesitan.

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Lecour dice que, desde la primera donación en La Habana, en 2009, la tradición de distribución se ha visto afectada por el alza en el número de extranjeros que llegan al país. Ciertos grupos que traen equipamiento se "concentran en un pequeño grupo de skaters que los ayudan a patrocinarse y solo se centran en ellos". Lecour siente que el favoritismo crea una ruptura dentro del tejido de la comunidad.

Amigo Skate, que trabaja en conjunto con líderes como Che, está tratando de mantener un sistema que según Lecour ha funcionado en las últimas tres décadas. Ambos temen la corrupción de lo que ellos consideran un método democrático de regalar monopatines. Hace varios años Che se encontraba en España, que tiene una fuerte cultura del skate, y tuvo la oportunidad de patinar con un grupo local. El alto nivel en otros países, donde abundan patrocinadores y fans, presagia, a los ojos de Che, un futuro más grande y corporativo para la cultura del skate cubano.

"Lo que odié de Barcelona es que nadie te quiere hablar", dice Che. "Son un grupito de profesionales, grabando vídeos, patinando con sus iPods sin hablar con nadie. Eso no mola. La gente está demasiado preocupada pensando en cómo hacerse publicidad para convertirse en profesional y cosas así. Se está convirtiendo en un trabajo y se está perdiendo la pasión".

Foto cortesía de Chris Miller

La mayoría de los skaters cubanos son optimistas sobre el fin del embargo. Le dan la bienvenida al flujo de mercancías, a las oportunidades de patinar para compañías estadounidenses y la posibilidad de tener una tienda de skate y un mejor parque. Tendrán acceso a la comunidad skate internacional y eso ayudará a desarrollar el deporte en Cuba. Sin embargo, Lecour tiene dudas sobre cuánto beneficiarán estos cambios a los skaters locales.

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"En Cuba, la palabra que se usa para las prostitutas es 'jineteras' y cuando tratas de obtener algo gratis, entonces estás 'jineteando'. Eso es lo que los niños dicen que están haciendo cuando los extranjeros llegan con monopatines", dice Lecour. "De alguna forma se tienen que prostituir… Se sienten impotentes porque no saben cuándo será la próxima vez que alguien llegue con más equipamiento".

Miles Jackson, el cofundador de Cuba Skate, considera que el papel de su organización es crítico para la madurez de este deporte, aunque también le gustaría ver a los skaters cubanos depender menos de las donaciones. Cree que importar herramientas, tablas, camiones y ruedas permitiría a los cubanos ser más autosuficientes.

Mientras que skaters como Che temen que la influencia extranjera comprometa la escena skate cubana, Jackson lo ve como una parte inherente de la expansión del deporte en ese territorio.

"Muchas más personas están apoyando el skate, ahora hay parches que poco a poco han roto la noción común de familia", dice Jackson. "Pero creo que es bueno. Para crecer, hace falta que el skate esté no solo en un barrio o plaza, sino en toda la isla. Creo que ahora el panorama está atravesando cada vez más problemas".

Jackson ha trabajado con el Departamento de Estado de Estados Unidos para coordinar la logística de importar materiales a la isla para construir un skate park oficial que complemente el improvisado de La Habana, junto con prensas de madera que permitirían a los cubanos fabricar sus propias tablas. También ha hablado con las autoridades cubanas para que reconozcan el skate como un deporte oficial en la isla.

Sin embargo, al final, Jackson reconoce que el crecimiento de este deporte en la isla depende de los skaters cubanos.

"Estos jóvenes son buenos skaters, pero necesitan madurar como miembros de la sociedad", dice Jackson. "Necesitan salir y crear organizaciones [a favor del skate] y hablar por sí mismos. El gobierno no va a decirle a un grupo de niños Sois geniales, ¿qué podemos hacer para ayudaros?'. Tienes que pelear por esto."