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Podemos: asamblea normcore

Esta es la gente que asistió a la Asamblea Constituyente de Podemos, con camisetas moradas, haciendo política. Gente en sitios. Pero ¿quién es “la gente”?

Todas las fotos de Liliana López

Cuando nos encaminamos a la Asamblea Constituyente de Podemos teníamos algo de miedo. ¿Nos pedirían unas monedillas los perroflautas? ¿Nos veríamos envueltos en un altercado con encapuchados antisistema? ¿Nos saltaríamos el dress code de Alcampo? ¿Nos regalarían los populistas bolivarianos una olla arrocera? Lo de Podemos nos causaba una inquietud como la que le causa a Paco Marhuenda, Eduardo Inda o Pedro Sánchez. Es decir, mucha.

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Sin embargo, lo que nos encontramos en los vagones de metro de la línea verde hacia Vista Alegre, en el obrero barrio de Carabanchel, fue a gente normal. Con anoraks normales y mochilas normales. Viejos normales con bastones normales. Normales estudiantes con sus carpetas normales y sus sueños normales. Trabajadores normales con vidas normales (tirando a malas) que en una normal mañana de sábado se iban a un evento, este sí, extraordinario, con ganas de cambiar el mundo. Al salir del subterráneo, siguiendo la corriente de miles de personas normales y corrientes, llegamos al palacio de Vista Alegre, antiguo coso taurino, y no vimos por el camino ni un punk, ni una bandera republicana, ni un veterano de la guerrilla antifranquista con boina y puño en alto. La asamblea de Podemos es una asamblea normcore.

Después de cierta espera en la que se mascaba la ilusión y las clases medias y trabajadoras  pasaban el rato entre cántico, ola y aplauso, los cabecillas de Podemos, Pablo Iglesias al frente, saltaron al ruedo con paso resuelto y gesto decidido, con actitud de banda de rock o grupo de superhéroes, ante el delirio de los presentes, a los que saludaron en círculo al modo de una cuadrilla torera. Pero aquí nadie se iba a cortar la coleta. A Pablo Iglesias, tribuno de la plebe, terror del 1%, cuando subió al escenario, el primero, desde el graderío le cantaron espontáneamente el cumpleaños feliz y Pablemos (36 años cumplidos el día anterior) se tocó el corazón en señal de agradecimiento. Luego trató de tocar el de los demás con sus palabras: habló de “ocupar la centralidad del tablero político” a pesar de ser de izquierdas, utilizó símiles baloncestísticos, habló de Fernando Romay, citó a Aíto García Reneses y acabó mentando al mismísimo Karl Marx: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.

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Hubo aplausos, claro, y una militante (peluquera y vendedora de tomates para más señas) le tocó el culo a Iglesias, porque le admiraba mucho. A partir de ahí casi todo el coro mediático comenzó a ponerle verde (este señor da mucho miedo) y los asistentes comenzaron a discutir, durante dos días, lo que aquí se venía discutir. Que si Iglesias seguirá siendo la cara visible o dará paso a otras voces. Que si se presentarán a las municipales o esperarán a las generales, etc. Dentro del movimiento, dos corrientes: la del propio Pablo Iglesias y su equipo (Claro que Podemos) y la encabezada por Pablo Echenique (Sumando Podemos). Ahí estaba la gente, con camisetas moradas, haciendo política. Pero ¿quién es “la gente”?

Paco Bersabé es un publicista de 36 años que nos encontramos en medio de un montón de butacas vacías, absorto en su iPad. Aunque nunca militó políticamente, desde el 15M va haciendo sus cosillas, “algo por libre”, y ha participado en círculos como el de Alameda de Osuna Barajas o Plaza Podemos. “Hace falta un cambio”, dice, “esto supera la tradicional dialéctica entre izquierdas y derechas. Creo que es un gran paso para que la ciudadanía se empodere y tome el rumbo de su destino”.

César Rendueles es profesor de Ciencias Políticas y autor de libros como Sociofobia (Capitán Swing) o una antología de fragmentos de El Capital publicada por Alianza Editorial. “Estoy participando en el inicio de un proceso constituyente que esperemos cambie la política de este país”, dice. “No me creo eso de la confrontación entre dos corrientes”, continua, “lo que pasa es que estamos tan faltos de mecanismos de decisión democrática, tan poco acostumbrados, que no entendemos que en democracia surge la discusión, a veces intensa.  Por lo demás, aquí hay gente de todo tipo, no solo estudiantes con máster. Aunque echo en falta más participación inmigrante”.

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Alex McGuinnes tiene 22 años y es australiana… ¿qué hace aquí? Pues resulta que está de intercambio en Cádiz y participó en las marchas del 22M donde conoció a gente de Podemos. “No hay nada similar en Australia”, dice, “y eso que nos encontramos paralizados políticamente, con organizaciones viejas. Hay que encontrar nuevas vías”. Aunque no ha entendido mucho de los discursos, por el idioma y el mal sonido, dice estar excitada: “El futuro que se plantea será interesante y difícil. Y si ganan las generales será increíble”.

Hay un hombre de enigmática elegancia, sombrero, botines y suave acento francés, que no acaba de sentarse en su silla, atento a todo lo que pasa. Entró en Podemos en el Círculo de París pero ahora, ya jubilado, está en el de Níjar-Cabo de Gata. Ha sido profesor toda su vida y tiene la doble nacionalidad. “Este es el movimiento que he esperado durante cuarenta años de militancia, es la primera vez que veo que se pueden cambiar de verdad las cosas”, dice, “en Francia hay organizaciones que están tomando nota”. Cuando nos despedimos nos aclara: “Ah, soy gitano, gitano almeriense”.

María del Mar Carromero es tallista de madera y viene del Círculo de Ciudad Real. Desencantada con la política tradicional empezó a ir a asambleas y se fue implicando cada vez más, en temas de logística. “Esto llegará hasta donde los ciudadanos responsables quieran implicarse”, dice, “hay que hacer una labor pedagógica: el ciudadano tiene que descubrir que no solo tiene que votar cada cuatro años sino implicarse en las cosas que quiere”. ¿Populismo? “Eso lo dicen los del PP, que encima se llaman populares”, bromea, “yo no soy ni de la extrema izquierda ni de la extrema derecha, solo una ciudadana que piensa que si esto lo dejamos así no lo arregla nadie”.

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Manuel Jabois, columnista de El Mundo, es una de las plumas más jóvenes y afiladas del momento, y curioseaba por la Asamblea en acto de servicio. “Todavía no lo tengo claro”, dice, “ya se me ordenarán las ideas cuando me ponga a escribir”. Señala la habilidad e inteligencia de Podemos para reunir a su alrededor a los descontentos. “Pero he visto una cosa tramposa”, explica, “eso de ser de izquierdas y querer ocupar la centralidad. Es como un periodista que diga que es del Real Madrid y luego quiera hacer una crónica neutra. Saben que la extrema izquierda jamás ganará unas elecciones”.

Debajo de ese pelo alborotado, María de los Ángeles Santander está llena de energía. Viene del Círculo de Morata de Tajuña. Después de una vida votando al PSOE, “en la vejez me uno a Podemos, con el que comparto el 90% de mi ideas”.  Toda la vida ha trabajado en la fábrica (“He fabricado resistencias, botes, imprentas…”) y no le gusta el rumbo de las cosas: “No puede ser que el pobre sea cada vez más pobre y el rico cada vez más rico. Nos han metido el caramelo en la boca, y luego nos lo han quitado”.

Diego Lantero y Celia Vela tienen 21 años, son estudiantes y residentes en Madrid. Ella cursa Historia del Arte y él Ciencia Políticas, y participan en el Círculo de Cultura. “Esto es una innovación en el panorama política español, europeo y mundial”, dice Celia, “estoy realmente ilusionada”. ¿Sois de la extrema izquierda? “Eso son etiquetas viejas”, dice Diego, “somos estudiantes e hijos del 15M. Pero si extrema izquierda es defender lo público y una democracia más participativa, entonces lo somos.

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Con la friolera de 95 años Manuel de Cordo viene desde Santander. “La ocasión lo merece”, explica, “es una oportunidad a la que tenemos que darle la respuesta que se merece. Yo creo que vamos a gobernar”. Sobre su pecho lleva una cámara panorámica vintage que  lleva con él más de 50 años.

José Olivares era un experto financiero en bancos (“de los que provocó esto: compraba y vendía humo”), que ahora, con 73 años, canta un himno que ha compuesto para Podemos y del que ha traído 500 fotocopias impresas. “Desde el 15M vengo haciendo cosas, sin parar un momento, la gente no quiere  un partitocracia y esto, aunque es un partido, es nuevo”. Además de todo esto, es terapeuta emocional, que ayuda a la gente a “superar discapacidades anímicas que son una epidemia actual: la depresión o la ansiedad”. Cree que Podemos servirá “para acabar con los reinos de taifas de la izquierda. Yo antes votaba al PSOE, pero que le den por culo”.

Ignacio Fernández es editor digital y miembro del Círculo de Cultura, en el que se discute como hacer más accesible la cultura al ciudadano medio o como apoyar a los creadores emergentes. “No me considero un radical”, dice, “vengo de un sector moderado, democrático y progresista”. Respecto a la elecciones: “Habría que presentarse a las generales. En las municipales corremos el riesgo de que haya malversadores, arribistas o corruptos que echen proyecto abajo”. Respecto a la portavocía: “Necesitamos un gran comunicador y Pablo, que habla con el corazón y la cabeza, es la persona adecuada. Es un referente que echa gasolina al coche para que se mueva”.