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Cultură

Cómo es ser profesor universitario con menos de 30 años

"Lo más frecuente que me ocurre es que confundan con una alumna".

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Se supone que una persona "corriente" debe invertir esa década dorada que va de los 20 a los 30 a vivir nuevas experiencias, alejarse de todo aquello que tenga que ver con una aburrida vida de oficina y exprimir al máximo su tiempo para llegar a la vida adulta habiendo disfrutado ya de todo aquello que a los 30 parece desvanecerse. Quizás el concepto de vivir siendo profesor de universidad durante esta etapa se escapa un poco de esta convención social.

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Durante mi época universitaria solía tener profesores que incluso eran más jóvenes que algunos de mis compañeros. El último día de clase llegué a salir de fiesta con algunos ellos y llegando a vivir alguna que otra situación surrealista con cierto profesor de audiovisuales que para algunas fue el profe más enrollado que tuvimos, mientras que para otras solo era un pervertido al que le daba morbo intentar enrollarse con sus alumnas, pero eso es otro tema.

El caso es que existe en la mente de los universitarios que un profesor joven va a ser siempre guay, por eso de que hay más afinidad y puede empatizar mejor con los alumnos, ya que se presupone que las inquietudes, vivencias y problemas van a ser los mismos o como mínimo van a parecerse. Porque claro, alguien que con menos de treinta ha llegado a la cumbre de la enseñanza seguro que tiene la misma vida que un capullo que acaba de cumplir los 20 y para el que los problemas empiezan y acaban con la paga que aun le tienen que pasar sus padres. Seguro que sí.

Para romper con ese estereotipo (o no) de profe guay hemos hablado con varios profesores universitarios españoles que empezaron a dar clases en la veintena.

Alberto Postigo, 36, Universidad de Málaga, empezó con 26

Alberto es profesor en la Universidad de Málaga desde que tenía 26 años. Hace algún tiempo se hizo viral una campaña que hizo en la que prometió aprobar a sus alumnos si conseguían hacerse5.000 selfies con extraños llevando una máscara de cocodrilo, todo basado en su idea de que un profesor lo que tiene que hacer es motivar.

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"Mi primer día como profesor universitario estaba muy ilusionado y porqué no decirlo, algo nervioso, porque pasé de ser alumno a profesor en prácticamente 2 años. Mis alumnos rondaban los 21-22 años, estaban en penúltimo año de derecho, con algunas excepciones de alumnos más mayores. Para mí era todo un reto tener alumnos de la edad de mi madre.

Mi roll en clase siempre ha sido el mismo desde el primer momento, motivar. Me gusta motivar al alumno, hacerles sentir cerca mía, hablarles claro de manera directa y real. Al tener solamente 4 años más que la mayoría de mis alumnos, me han pasado bastantes anécdotas con ellos y me los he encontrado por todos sitios. Una vez, por ejemplo, me apunté a un torneo de pádel, y mi rival era un alumno mío. Era algo curioso ver cómo se comportaba, con muchísimo respeto hacia mí tanto en clase como en la pista de pádel.

Con algunos de mis alumnos sí hemos quedado para comer o cenar e incluso he hecho amigos. Me llevo muy bien cada año con unos cuatro o cinco de los cuales nos seguimos escribiendo con el paso del tiempo, les pregunto cómo les va, son muy majos conmigo, y yo me quiero presentar ante ellos como alguien al que pueden acudir cuando tienen dudas sobre su futuro porque se lo que es tener 23 años y no saber exactamente qué hacer con tu vida".

Irene Da Rocha, 33, Universitat Pompeu Fabra, Empezó con 25

Pocos meses después de encontrarse al otro lado del aula Irene empezó a dar clase en la Facultad de Periodismo de la Universidad Pompeu Fabra. Como alumna suya que he sido debo confesar que el primer día que la vi delante nuestro pensé que era una nueva compañera que bromeaba haciéndose pasar por la profesora. La mayoría de los alumnos teníamos su edad o un par de años menos. Reconozco que fue bastante extraño ese primer momento: ella misma es consciente de la primera reacción de sus pupilos.

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"Lo más frecuente que me ocurre es que confundan con una alumna. Entras en clase, borras la pizarra, preparas el ordenador, enciendes el proyector y todo el mundo te mire con cara de ¿qué hace esta? Y entonces entra otro profesor en el aula y se dirige a los alumnos diciéndoles que ahora viene el profesor. Tú delante: "perdón … estoy aquí…" todavía me pasa.

Con alguno de mis exalumnos todavía mantengo el contacto, incluso con algunos hemos llegado a ser buenos amigos. Incluso acabé compartiendo piso con una exalumna del primer año que di clase. Como no habíamos perdido de todo el contacto, me enteré que alquilaba una habitación y era justamente lo que buscaba … no me imagino lo que le pasó por la cabeza cuando la contacté. '¿Compartir piso con alguien que me había puesto nota?' ¡Suerte que tenía buena nota y que no tenía de mi un mal recuerdo.

Noté el salto generacional cuando empezó el Grado adaptado a Bolonia. Ahora para los alumnos creo que no soy tan joven. Mi lección aprendida es que te tienes que renovar y reinventar, continuar formándote para ofrecer tu mejor versión. Saber que estás un paso por delante de los alumnos es clave para que como mínimo cada día se marchen con alguna idea nueva".

Núria Casas, 29, Universitat de Barcelona, empezó con 28

Nuria es profesora de la Universidad de Barcelona en el ámbito de la comunicación y la mayoría de sus alumnos son mayores que ella ya que el curso que imparte es de formación complementaria extra

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"Algunos de mis alumnos tienen mi teléfono y nos hemos escrito whatsapps. Sí es verdad que con la mayoría tengo una relación más directa: hay quienes me escriben mensajes por twitter o comentan las fotos que cuelgo en las redes…

Intento tener un trato próximo con ellos y al final les acabas por contar anécdotas personales dentro del mundo profesional del día a día, un poco para que vean con lo que se encontrarán. De este modo me encuentro con que la complicidad y la confianza son muy amenas y hay un muy buen ambiente en el aula. Desconozco si esto también les pasa a los que son profesores mayores que yo".

Rafa Bonilla, 36, Universidad de Córdoba, Empezó con 22

Con solo 22 años, y aún siendo becario en la Universidad de Córdoba, Rafa se tuvo que enfrentar a su primer día como profesor de literatura española porque el doctor titular había sufrido un accidente doméstico de gravedad. Cinco años después recibió el título de Profesor Titular de Filología Hispánica más joven de toda España.

"Soy poco fiestero y escasísimamente discotequero. Sin embargo, alguna tarde-noche me he encontrado con algún alumno en alguna sala y lo hemos tomado con absoluta normalidad. En dichas circunstancias me muestro un punto anglosajón. Aprendí en la Universidad de Cambridge que si un alumno veía a su profesor en un pub, o tal vez haciendo la compra, o bien no lo saludaba, o bien lo hacía con toda normalidad, pidiendo excusas por "invadir" su vida privada.La normalidad ayuda lo suyo en las relaciones humanas.

Sobre todo al principio, dada la escasa diferencia de edad (pues era solo un año mayor que mis pupilos), trabé buenas amistades, que aún conservo y a las que frecuento.

Jamás he tenido problemas con los estudiantes, porque me esfuerzo en comprender sus diversos avatares y circunstancias".