"Ahora se folla con más alegría": Hablamos con la propietaria del club swinger más antiguo de Madrid

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"Ahora se folla con más alegría": Hablamos con la propietaria del club swinger más antiguo de Madrid

Visitamos su local, que puede llegar a recibir 130 parejas un sábado, y nos habla de su público, las preferencias sexuales de la gente y de fantasías que se cumplen.

Todas las fotografías por Davit Ruiz

Patricia es propietaria, junto con dos de sus hermanos, de un club de swingers en Madrid. Concretamente del más antiguo de la ciudad, una leyenda entre las discotecas liberales. Cerca del metro de Prosperidad, en una calle muy discreta, se encuentra el Club Fusión VIP.

"Esto es un negocio familiar, lo comenzaron mis padres, creo que parte del éxito es ése, que al ser familia es algo que se transmite. Tenemos muchos años de experiencia. Nos gusta nuestro trabajo, es un trabajo muy respetable, aquí nadie viene con una idea premeditada de lo que va a pasar. Aquí la gente viene a tomarse una copa, y lo fundamental es que hay respeto. No se permiten ni profesionales, ni drogas, ni mal rollo".

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Antes su familia tenía una discoteca y hace 25 años decidieron abrir un club liberal, "fuimos de los primeros, somos pioneros". Habla de un público entre 20 y 50 años, al que le gusta cuidarse y exhibirse. Los tríos de dos mujeres con un hombre siguen siendo la combinación más demandada, aunque poco a poco gana camino el encuentro entre dos hombres y una mujer. Todo con buen rollo.

Mientras nos hace la "excursión" -que es como llaman a la visita a las instalaciones por la que tiene que pasar cualquier cliente novato- nos habla de la gente que suele haber por allí. Son las 3 de la tarde y están a punto de abrir. "La gente aquí viene a pasar desapercibidos, no a llamar la atención. Viene a realizar sus fantasías, y no viene gente de beber mucho. En cuanto uno se sale del tono, inmediatamente le dan la espalda, además nosotros estamos muy pendientes". Esto tiene que ver con una de las normas de oro del local: "Aquí los límites los pones tú".

Acabamos el paseo por la instalaciones, vemos la mazmorra, la X en la que la gente acaba esposada, la zona ibicenca, así como un chill-out, los camarotes y, por supuesto, la piscina: la gran atracción, alrededor de la cual suele haber bastante movimiento. Lo habrá dentro de muy pocos minutos. Y, antes de empezar la entrevista, ¿cuánto me costaría entrar aquí? "Dependiendo de la zona del local que se vaya a utilizar hay tarifas, un chico solo son 15 euros, con consumición, y si le invitan a entrar en la zona de parejas, tiene que pagar 50 euros. La pareja paga 30 euros dos copas y el fin de semana son 50 euros cuatro copas". Nos pasaremos algún día, ahora vamos a charlar con Patricia.

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VICE: Dinos, Patricia, ¿cómo es llevar un club swinger?

Patricia: En este caso es un negocio que ha pasado de padres a hijos. Ahora mismo somos tres hermanos y nuestras respectivas parejas. Nuestra función es recibir a los clientes, explicar cómo funcionan las normas… y a los que ya lo conocen dependiendo de lo que busquen nosotros le ayudamos a encontrarlo. También vigilamos que haya orden, que nada se salga de lo normal.

Y el perfil de vuestras parejas.

Ahora sí se puede describir como un público joven, si no es en edad, sí en actitud. Gente que se cuida, que viene aquí a lucirse. Porque dentro de que sea un local swinger, tiene buena luz para exhibirse.

Primera norma antes de entrar.

"Aquí los límites los pones tú". Puedes llegar hasta donde tú quieras. Puedes conocer a otras personas a través de una charla, donde se pacta lo que quieres o no. O, si no, ir a las zonas comunes, donde se practica el sexo en grupo, como la mazmorra o la zona de la piscina. Ahí existen unos códigos, para insinuarte tienes que acariciar a la otra persona en una zona no muy señalada. Si quieren algo, te devuelven la caricia. Si no, pues te apartan la mano. Todo esto se le cuenta a la gente que viene por primera vez. Las reglas se pueden resumir en respeto y discreción.

¿La higiene?

En general todo el mundo tiene mucha información y en este sentido no hay problema. Tenemos preservativos, por si no los han traído.

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Me habéis dicho que el fin de semana pueden llegar a entrar 130 parejas, ¿es mucho, no?

Sí, el sábado es el día por excelencia. Los viernes también, durante la semana el ambiente es diferente.

Los problemas, ¿cómo lo solucionáis?

Con amabilidad, no hace falta llegar a más.

En el fondo sois un poco como un gabinete de Psicología.

Sí, sabemos leer el pensamiento de los clientes y solemos acertar. Cuando entra una pareja, por la forma de andar, ya sabemos si viene por primera vez. Van con miedo y nosotros le tendemos la mano para que se sientan bien.

Aquí lo que no hay es ningún espacio íntimo, ajeno a las miradas.

Tenemos dos camarotes, dos espacios independientes, pero intimidad absoluta no se puede ofrecer, estamos donde estamos. Por eso tiene esa ventanita y la puerta no tiene cerrojo. Aquí lo que se viene es a realizar las fantasías sexuales que todo el mundo tiene. Mirar, que les miren, interactuar entre ellos…

¿Alguien ha salido corriendo asustado?

Sí, a lo largo de tantos años algún caso ha habido, pero en general no pasa. El que viene aquí sabe lo que busca, otra cosa es que entren por accidente, o que lo hayan han traído por sorpresa.

¿Se usa mucho más la piscina?

Mucho más la zona del alrededor, la zona ibicenca y el chill-out.

¿No es una profesión muy convencional, no?

A mí no me sorprende, porque yo he crecido escuchando hablar de esto siempre, solo me faltaba ponerle cara. La diferencia, por ejemplo, es que no lo puedo compartir con las mamás del cole de mis hijos. A los amigos hay que contárselo de una forma suavecita, aunque luego les encanta tener la información. Y, claro, no hay reunión donde no termines hablando de esto.

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Despierta mucha curiosidad.

Pero es nuestro día a día, no hemos inventado nada. Al revés se ha destapado, la gente entra despacito y sale muy contenta. Se hace todo de mutuo acuerdo y nada se hace a escondidas.

¿Los trabajadores participan?

Está terminantemente prohibido. Sería ficticio y aquí todo es natural. Lo único que como te cuentan su fantasía, les puedes ayudar presentándole a alguien… Después de la excursión, que es como llamamos a la presentación del local, la gente ya confía en ti para pedirte cualquier cosa que necesiten.

¿Es obligatorio estar desnudo?

Hay zonas, por ejemplo en la piscina, que sí, o en las zonas de contacto. Pero hay otros lugares que no, en la zona de discoteca la gente está vestida o en lencería bailando.

¿Quién ha decorado el club? Mola.

Al principio mis padres y luego nos ha ayudado un amigo, un decorador francés.

¿Hay tendencias en esto de los clubs swinger?

Al final cotilleas un poco a través de las webs, echamos un vistazo por ver qué pasa en el resto de locales. Pero nosotros intentamos mantener nuestro estilo, de hecho, al ser pioneros, suelen salir de aquí ideas para otros locales.

¿Ha habido alguna fantasía que hayáis parado?

Hace poco tuve que parar una situación que a la gente no le estaba gustando. Había una persona atada a la mazmorra que quería que todo el mundo le pegase muy fuerte, todo el mundo que pasara por allí. Si me avisa, hacemos una fiesta privada y lo puede hacer. Pero es que a la gente no le apetecía pegarle y fueron ellos quiénes nos avisaron.

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¿Cuántos locales tiene la familia?

Ahora mismo, tres.

¿Tenéis clientes de todas las edades?

La verdad es que la gente muy mayor no encaja, suele ser entre 20 y 50 años.

¿Se folla con más alegría ahora que hace algunos años?

Sí, bastante más. Hay mucha más cultura del sexo, y antes muchos más tabús. Las ganas siempre han existido, eso está claro. Ahora vienen muchas chicas solas, la mujer se ha liberado más. Lo que sí te puedo decir es que esto ayuda a las parejas, sobre todo a las que llevan tiempo juntos. Algunas sexólogas se lo recomiendan como terapia de pareja. Haciéndolo de mutuo acuerdo, todo funciona.

Gracias, Patricia.