FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

Ei tío, ¿sabes que pueden meterte en el trullo por espiar el móvil de tu pareja?

Tómatelo con calma, amigo, respira hondo y acepta que te la están pegando pero por Dios, no te atrevas a bajarte uno de estos malditos programas.

Imagen vía

La verdad es que no se te pasó por la cabeza, ¿verdad? Cuando contrataste ese "sistema de monitoreo" de dispositivos móviles de esa web y te descargaste ese programa para tener acceso a todas las llamadas, mensajes, fotos, ubicaciones por GPS, historial de navegación, cuentas de Facebook y WhatsApp de tu novia e incluso tener la capacidad de poder activar siempre que quisieras su cámara y su micrófono para poder ver y escuchar todo cuanto quisieras y jugar a ser un pequeño Dios omnipresente; cuando hiciste toda esta mierda, no pensaste en ningún momento que quizás estabas cometiendo un crimen y que algún día podrías terminar entre rejas compartiendo celda con ese tipo al que llaman "El Duende", el mismo que "tocaba" a las niñas a la salida del colegio. "Eres un buen tipo" —te dijiste a ti mismo—, "simplemente estás pasando una mala época".

Publicidad

Crees que la novia te la está pegando y NECESITAS aclarar las cosas. Eres el equivalente de esos valientes capullos que enviaban archivos ".exe" con nombres como "Counter_Strike_Maps" o "Girls_Gone_Wild_Special_Compilation" —que realmente eran troyanos— y luego abrían y cerraban la bandeja del CD del ordenador de su víctima. Menudos hackers de pacotilla. Joder, lo de la bandeja era patético, ¿verdad? En fin. Estos programas existen porque hay demanda. Hay demanda porque la gente la lía. Y la gente la lía porque a veces tu novio es un capullo y no sabe ni follarte decentemente.

Espiar a alguien sin su consentimiento —lo que vendría a ser espiar con un buen par de pelotas— es totalmente ilegal por lo que los desarrolladores de estos programas tienen que valerse de "excusas" y desviar sus intenciones reales para poder poner estos sistemas a la venta. Por ejemplo, en la página de uno de estos desarrolladores apuntan que el programa "fue diseñado para ayudar a los padres a mantener a salvo a sus hijos y para mantener el nivel de productividad de los empleados y su uso es absolutamente legal". Advierten que los usuarios de los dispositivos vigilados deben haber aceptado este método de vigilancia y que es ilegal instalarlo en un móvil sin que la víctima lo sepa.

Si bien es cierto que es bastante útil para evitar que tu hijo mande fotos de su pene a hombres mayores con nicknames como "Sakura_99" o que tus empleados se pasen el día haciendo rondetas de Facebook, es evidente que este tipo de programas se utilizan normalmente para acechar sin el consentimiento de la víctima. Por eso mismo, los propios vendedores explica en sus sitios web cómo instalar remotamente el software espía.

Publicidad

Esta mierda no es precisamente barata —cuesta unos 150 € al año de media— pero es que el poder de estar presente cuando no se está presente es algo que no tiene precio. Si decides utilizar estas herramientas sin informar al usuario de destino de que su teléfono está siendo rastreado estarás, irremediablemente, cometiendo un crimen —saluda a "El Duende" de mi parte cuando entres.

Joder, y esto no es ninguna tontería, os lo digo de verdad. En España ya ha sucedido: el pasado 28 de junio se dictó una sentencia que condenaba a dos años y medio de cárcel a una persona por ser el " autor de un delito de descubrimiento y revelación de secretos con el agravante de parentesco". Ha habido otros casos parecidos pero este ha sido el primer caso castigado con pena de prisión —si los recursos del acusado no prosperan.

Supongo que este tipo de situaciones son normales, sobre todo cuando todos y cada uno de nosotros está llevando una auténtica bomba de información en su bolsillo, un dispositivo que pude informar a un tercero de cualquier mierda que hagamos. Y no solamente a través de programas que nos espían ya que hemos desarrollado una necesidad exhibicionista que nos obliga a compartir todo lo qué estemos haciendo, dónde, con quién y por qué. Nos encanta exponernos pero odiamos que nos espíen, hay algo de absurdo en todo esto.

Todos sabemos y aceptamos que las marcas, los estados y las organizaciones gubernamentales utilizan —o pueden llegar a utilizar si es requerido— todos estos datos en su beneficio pero nos ofende que alguien —nuestro marido— esté observando todos y cada uno de nuestros movimientos. Incluso si lo hace de forma legal —una rondeta por aquí en Instagram, otra rondeta por allí en Facebook— resulta tremendamente inmoral.

En fin, existe cierta incongruencia en todo esto sobre todo cuando nuestro móvil no es nada más que una enorme ventana desde la que poder observar toda nuestra vida.