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Cultură

Arte con mala hostia punk que suena a Ramones, Psychic TV y Suicide

La muestra 'PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo' aborda la influencia de la explosión musical de los setenta en distintos creadores. Un recorrido por temas como la sexualidad, el terror, el humor o, simplemente, el ruido.

Valie Export, de Peter Hassman (1969)

¿Una exposición con banda sonora? Y no de un grupo, de varios. "Efectivamente hay un ruido anarquista de Sex Pistols, pero también hay un sonido de fracaso en The Clash cuando cantan que lucharon contra la ley y la ley ganó; Suicide con un sintetizador y la voz loca de Alan Vega hablan de formas más complejas de sexualidad, pero también de alienación; que están los Ramones, Patty Smith, Television, Psychic TV, The Damned, etc."

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Lo explica David G. Torres, comisario de 'PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo', la exposición que se puede ver desde el próximo 26 de marzo en el CA2M (Móstoles, Madrid) y que reúne una gozosa selección de artistas para los que el punk ha sido fuente de inspiración, referencia estética o fin último de sus obras.

Y con espíritu punk, el comisario y crítico de arte, ha llevado a cabo este reto que concibe a partir de un concepto que Greil Marcus expuso en su imprescindible ensayo Rastros de carmín (buscar sus raíces en el pasado) para seguir sus rastros en el presente. Y lo ha hecho evitando el estereotipo que se tiene del punk: "Ese estereotipo del que habla Gloria Guso en el catálogo, que representaba el personaje de Vivian en la serie The Young Ones: bruto, con tachuelas y dos dedos de frente. He querido mostrar a través de su legado en arte contemporáneo que el punk es mucho más complejo".

VICE: ¿Ha sido difícil seguir los rastros del punk en el arte contemporáneo?

David G. Torres: Este proyecto surge de una intuición: y si lo que verdaderamente uniese a un buen número de artistas contemporáneos fuese una rabia común en la que se oyen ecos del punk. Cuando Greil Marcus escribe Rastros de carmín dice que el rechinar de dientes de Johnny Rotten cantando Anarchy in the UK proviene de una rabia que recorre el siglo XX desde Dada hasta el punk pasando por el situacionismo. Para 'PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo' he buscado la pervivencia de ese rechinar de dientes. Y no ha sido difícil, aparece por todas partes. En las conversaciones con artistas, creadores y agentes culturales, las referencias al punk surgen inevitablemente. La radicalidad sigue siendo un referente en arte contemporáneo. No sólo en 'PUNK' sino en proyectos anteriores he intentado reconstruir la genealogía de esa radicalidad, su vigencia y su pervivencia. Así que, sí, surge de una intuición y, al mismo tiempo, de los encuentros que, desde que llevé a cabo el proyecto 'Salir a la calle y disparar al azar' en 2005, esa intuición ha ido provocando. Y que espero sigan sucediendo…

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¿Qué influencia ha tenido la música en estos artistas seleccionados?

No se trata tanto de la influencia de la música como de otra cosa: el influjo de una actitud. Al fin y al cabo, ¿realmente el punk tiene que ver con la música? De hecho tiene que ver con muchas otras cosas. Yo diría que con el cruce entre música, arte, moda, escritura, diseño, política, activismo… Lo que hay en común entre todo ello es una actitud. Una actitud que se resiste a ser clasificada como exclusivamente música, arte o lo que sea. Y una actitud que es incómoda, a la contra y manifiesta su malestar. Más que de la música en concreto, diría que hay toda una genealogía de artistas (y no solo artistas) que parecen afectados por el influjo de la pregunta que Johnny Rotten lanzó en el último concierto en San Francisco, ¿alguna vez os habéis sentido estafados?; o mordidos por la rabia de Jello Biafra cantando histéricamente Holiday in Cambodia; tocados por el influjo destructor de Einstürzende Neubauten; infectados por la incorrección de COUM Transmissions; o reflejados en la intersexualidad de los New York Dolls.

5 Pound Bill with Red Nose, de Hans Peter Feldmann (2012)

¿Sigue habiendo arte punk en la actualidad?

Para el catálogo hemos entrevistado a Greil Marcus y prácticamente le preguntamos lo mismo. Dice que no entiende la práctica cultural de otra forma, es decir, sin formar parte, participar o surgir del mismo malestar que el punk. No puedo estar más de acuerdo. Creo que el punk es el epicentro de una explosión que se expande hasta la actualidad. Es más, creo que (y es una de las pretensiones de la exposición), frente a otras maneras de entender la cultura, marca una línea de demarcación o una frontera, cuyos rasgos son la creencia en la radicalidad de las prácticas culturales y una actitud en la que el arte y la cultura surgen de un malestar. Otra cosa es que esa parte de la cultura (en la que me sitúo) que cree en la pervivencia del punk y toda su genealogía (Dada, situaciomismo, etc.) pueda estar basada en la nostalgia. La nostalgia de cuando la radicalidad era posible, cuando en realidad todos esos momentos radicales que tanto nos fascinan fracasaron, es decir, tampoco pudieron ejercer su radicalidad más que de manera anecdótica. La nostalgia de momentos mitificados y su imposibilidad no quita trascendencia al reto ni anula la importancia de expresar la incomodidad y la intención de revolucionar la sociedad y la propia cultura. Uno de los lemas de Malcolm McLaren fue "fracasa otra vez, fracasa mejor".

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¿Por qué el punk no ha sido un movimiento efímero y se ha prolongado más de 30 años?

Su pervivencia seria una prueba de la existencia de esa rabia. Pero para no insistir en lo de la rabia. O para darle un sentido. Será que sigue habiendo motivos para sentirse estafado. El punk aparece a mediados de los setenta en un contexto de crisis económica, con una juventud abocada al paro y a un auténtico "no futuro"; en plena aparición del terrorismo y, en contrapartida, del uso del miedo y el terror como arma de estado para el recorte de libertades; con un retorno al conservadurismo político que implica el regreso al costumbrismo y la discriminación por la diferencia de opinión, cultural, sexual…; y con los grandes productores culturales cobijados en la propia institucionalización e industrialización de la cultura. No es muy difícil hacer una extrapolación con la situación actual. Me gusta decir que la famosa sentencia de "Punk is (not) dead" es literal, es decir, que el punk es como un muerto viviente, como un zombie, que va infectando a nuevos cuerpos incómodos.

De finales de los 70, cuando la verdadera explosión en UK, ¿qué artistas destacarías?

Siempre he sido un fan declarado de Malcolm McLaren: la pose de estafador listo; el ser un liante y plagar su biografía de semi-verdades. Pero también su iniciativa y visión; el haber sido capaz de conciliar tanta energía; el haber conseguido romper clasificaciones y trabajar al mismo tiempo en música, arte, cine, diseño…; y, en fin, ser un incentivador. Creo que configura un relato del creador contemporáneo más complejo que simplemente el que responde a la etiqueta de artista o escritor o lo que sea. Y luego siempre me ha impresionado la gente que se la juega y se la ha jugado. Y me refiero a jugársela físicamente. Los COUM Transmission con Genesis P-Orridge. Primero sus performances en las que incluso, un auténtico referente para mí como Chris Burden llegó a quedarse tan impresionado que declaró que aquello no era arte. ¿Te imaginas? el tipo que se electrocuta o se hace pegar un tiro, se escandalizó de las performances de COUM Transmissions. No sé que pensará ahora de Genesis operándose por amor.

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Self-portrait with black eye and bruises, de Jimmie durham (2006)

¿Quién puede ser el Sid Vicius del arte contemporáneo?

De verdad pienso que de entre todos, Sid Vicous es el personaje menos interesante de la historia del punk. Lo que pasa es que representa una forma heroica y maldita de entender la creación, heredada del romanticismo, con la que resulta fácil identificarnos, aunque sea por contraposición. Sid responde al mito del rock and roll del morir joven y dejar un bonito cadáver. Insisto, prefiero a Malcolm McLaren, Alan Vega o Genesis. O, mejor, a Vivienne Westwood que creó toda la imagen del punk, a Siouxsie que estaba allí desde el principio o a Wendy Williams. Recomiendo leer la carta de suicidio de Wendy Williams: es impresionante el relato de lo que se quiere de la vida, lo que se cree que es la vida y la conciencia de que cuando ya no se tiene, no tiene sentido seguir. Y ahí, en esas comparaciones, si que puedo pensar en muchos artistas: desde Maria Pratts hasta las Guerrilla Girls; de Tony Cokes, Mabel Palacín, Douglas Gordon o Christoph Draegher a Paul McCarthy, Mike Kelley, Aida Ruilova o Antoni Hervàs.

¿Cómo ha sido el criterio de selección?

Más allá de la actitud y de la recuperación de la radicalidad he querido hacer una especie de desmembramiento del punk. Es decir, poco a poco descubrir cuales eran las claves, los aspectos concretos y los desafíos precisos que el punk en su explosión puso en marcha y que de alguna manera perviven. Así aparecen temas como el nihilismo, la sexualidad, el terror, el DYS, el humor, lo gore y el terror, la anarquía o, simplemente, el ruido. A través de ese desmembramiento, de los proyectos anteriores en los que trazaba esa genealogía de la radicalidad o de conversaciones y encuentros, los artistas y proyectos aparecían y se iban sumando.

¿Cuéntanos algo sobre la disposición de las obras en la sala?

En primer lugar, que se articulan en seis ámbitos que responden a nubes de ideas relacionadas con la nociones que te mencionaba. Básicamente el ruido, la importancia de la superficie y la referencia explícita al punk; el NO, la oposición y la anarquía; la violencia; el terror y el terrorismo; la actitud, el nihilismo, el sujeto alienado o perturbado como respuesta a una sociedad alienante; y la sexualidad. Además, obviamente, la exposición tiene mucho ruido. No solo sonoro, sino visual, que también implica el insistir en la mezcla y en la desjerarquización de los lenguajes artísticos. Y, finalmente, las obras están llenas de guiños y similitudes en su disposición, en micro-relatos y links entre ellas.