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Puro vicio: auténtico colocón de marihuana y cine sin adulterar

Paul Thomas Anderson adapta a Thomas Pynchon con banda sonora de Jonny Greenwood. Todos los ingredientes para convertir la película en un clásico instantáneo. Un capítulo más de la 'gran crónica americana' que es la filmografía de su director.

Érase una vez un hippie, 'fumeta', colgado de su ex novia, detective privado con una oficina en una clínica que solo quiere disfrutar del mar… Érase una vez una novela de Thomas Pynchon, autor maldito donde los haya; un director que decide adaptarla, Paul Thomas Anderson; un actor que se mete en un viaje de marihuana de dos horas y media hasta quedarse 'blando', moldeable y transparente, Joaquin Phoenix; y una banda sonora alucinógena y con tintes clásicos al mismo tiempo, que firma Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead.

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Estos son algunos de los ingredientes de Puro Vicio (Inherent Vice, en el original). Los principales, los que se ven en los títulos de crédito, sus credenciales más visibles. Pero la película es un complejo entramado de referencias cinéfilas, una viaje a Los Angeles de los setenta, donde igual pasean por sus calles motoristas nazis, dentistas traficantes de drogas, policías con complejos freudianos, actores comunistas… y donde los extras ya no se pueden ganar la vida con el cine.

Paul Thomas Anderson cierra una trilogía sobre personajes alucinados, que van contracorriente respecto a la sociedad de su tiempo y que tienen una visión alterada (aunque no siempre equivocada) de lo que le rodea. Personajes extremos que, a veces, se refugian en la violencia para conseguir hacer realidad sus delirios de grandeza, como Daniel Pleinview (Daniel Day Lewis) en Pozos de ambición; y otras veces buscan la vía de escape espiritual más radical y maquiavélica, como Freddie Quell (Joaquin Phoenix) en The Master. Hasta llegar a este Doc Sportello (Joaquin Phoenix), que se evade a través psicotrópicos.

Puro vicio es (solo) en apariencia una obra ligera dentro de la carrera de Paul Thomas Anderson. Lo puede ser si se compara con la rotundidad dramática de Magnolia -con su inolvidable lluvia de ranas final- o con la ambición psicológica de The Master. Pero es solo en apariencia. El director consigue llevar una trama de cine negro un paso más allá, mediante una relectura de todos los clásicos del género (a nivel audiovisual) y apoyado en el imaginario de Pynchon.

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Paul Thomas Anderson se está convirtiendo en el gran cronista de la historia reciente de su país. Está escribiendo esa 'gran novela americana' que persiguen todos los narradores con aspiraciones y de las que salen publicadas un par de ellas cada año. Y lo está haciendo sin un orden cronológico. Si en Boogie Nights fue la industria del porno (su auge y caída) y sus códigos, aquí se mete directamente con el género negro. De la literatura al cine. Su protagonista es el resultado de una noche de copas y posterior resacón entre el Marlowe de El Sueño Eterno, de Chandler, y el 'colgado' Lewoski de los hermanos Coen.

Con la película sobre la vida y divertidas miserias de El Nota comparte el sentido del humor absurdo y sutil al mismo tiempo. La comedia en Puro Vicio no busca la carcajada, si no la mueca de extrañeza, el desconcierto. Que el espectador intente entender cómo se ve el mundo a través de alguien que acaba de fumar marihuana y que anda con paso lento, ralentizado. Y respecto a Chandler, Anderson asume todas las claves del cine negro para incrustarlas en la California hippie, con la misma mirada nostálgica que utilizaba Robert Atlman en El largo adiós.

Para dar forma o, mejor dicho, desmontar estos tópicos literarios, el director cuenta con la complicidad de Joaquin Phoenix. Que no se haya llevado el Oscar este año es una injusticia, pero, claro, ¿cuándo hay justicia en los Oscar? Su detective privado es ya, por derecho propio, historia dentro del género. Y su forma de afrontarlo, entre la mueca del cine mudo y la verborrea del 'fumeta', es pura magia. Como en todas las 'películas río' que ha firmado, Paul Thomas Anderson apuesta por un reparto ecléctico, repleto de sorpresas.

Aquí, la réplica al protagonista se la ofrece Josh Brolin, como traumado detective de Policía de Los Angeles, y luego la lista de actores en papeles de más o menos peso es interminable. Y comprende desde gloriosas recuperaciones como Eric Roberts o Martin Short, a estrellas como Reese Witherspoon, Owen Wilson y Benicio del Toro, o guiños como las presencias de Maya Rudolph o el icono indie-musical Joanna Newsom. Verlos desfilar por pantalla es una gozada, porque Anderson descontextualiza su presencia y les ofrece la oportunidad de sumarse a su cinéfila gamberrada.

Pero Puro Vicio es mucho más que eso, como todo el cine de Anderson está repleto de momentos inolvidables. ¿Escenas memorables? Aquí, y sin hacer spoilers, hay una reconciliación entre el protagonista y su ex novia, bajo la lluvia y con Neil Young sonando de fondo, que es puro cine. O cine como debería ser la vida. Un momento que hay directores que nunca consiguen en su vida y de los que Paul Thomas Anderson lleva ya unos cuantos acumulados a lo largo de estos últimos veinte años. Un maestro incontestable.