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​#Putipobres: excitarse con chicas de barrio pobre

Fotos porno en casas humildes, tomadas con móviles baratos y lencería de mercadillo. La última moda del sexo por internet se llama pobrezafilia.

Piensa en la típica foto porno: un apartamento de lujo, una cama enorme, lencería cara y un chico o una chica posando ante una cámara profesional perfectamente maquillados e iluminados. Ahora quita la cama, borra el lujo y deshazte de la lencería cara. Ni maquillaje, ni iluminación, ni nada. El nuevo escenario es un barrio pobre, una casa humilde, paredes desconchadas y ropa vieja tirada por el suelo. En el centro, una joven se apunta con un móvil antiguo, quizás el que tú tenías hace cinco o seis años; se está haciendo una foto, sin ropa, o como mucho lleva lencería, eso sí, de mercadillo. Esta es la última moda del sexo y su nombre lo dice todo: pobrezafilia.

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Atrás quedó la mansión de Playboy con todas sus chicas rodeadas de lujos. El morbo ya no viste de marca. Las putipobres, como las han bautizado en Internet, se muestran en medio de un cuarto desordenado que suele repetir siempre el mismo atrezzo: una pared de ladrillo sin pintar, un techo inacabado, muebles viejos, un colchón sin sábanas tirado por el suelo y si todo está sucio… mejor, porque cuanto mayor es la pobreza, mayor será después la repercusión de las fotografías.

El fenómeno, entre el erotismo y la discriminación, lleva poco más de un año recorriendo las redes sociales y una de las primeras personas en analizarlo fue la psicóloga mexicana Cindy Gabriela Flores: "es más una fobia hacia las expresiones eróticas de las clases socio-económicas menos favorecidas, pese a que usan el prefijo filia, que hace referencia al amor o simpatía, pues los comentarios reflejan agresión y sarcasmo". Y es que a cada fotografía suelen acompañarle frases más cerca de la humillación que de la excitación. Existen por ejemplo una serie de reglas no escritas que sirven para medir el éxito de la foto, como que aparezcan vírgenes o santos en la habitación, que la ropa no sea de marca, que esté presente la camiseta de un equipo de fútbol local… Y hasta se valora la presencia de algún viejo juguete, sobre todo peluches de algún niño con el que conviven o de una infancia que muchas veces no queda demasiado lejos.

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¿Es esto fetichismo, voyerismo o simplemente humillación? Para la ciberfeminista Cindy Flores la respuesta está clara: "Creo que, más que fetichismo por la pobreza, podría reflejar un juego de poder y quizá cierto sadismo, pues se trata de un tema donde quienes critican, lo hacen asumiendo que se encuentran en una clase socioeconómica con mayores recursos económicos que quienes aparecen en las fotografías y también hay un elemento que pareciera reflejar la sensación de un colectivo o una masa cohesionada en contra de quienes se consideran ajenos, diferentes… Y a quienes se excluye de cierta forma".

Lo cierto es que cada día aparecen nuevas fotos sobre todo con chicas de países de Centroamérica, principalmente México (donde el fenómeno se ha expandido con mayor velocidad), aunque también hay fotografías de chicas de Honduras, Venezuela o Colombia, siempre según los propios usuarios. "Si no son latinas no es #pobrezafilia", asegura un mensaje que no recibe contestación en Twitter. El objetivo principal de la pobrezafilia son chicas, principalmente jóvenes, en torno a los veinte años, aunque de vez en cuando aparecen también algunas imágenes de chicos fotografiándose en las mismas circunstancias.

Pero, ¿cómo llegan estas fotos a publicarse? Es difícil responder a la pregunta. Para la psicóloga Cindy Flores "por la distancia y despersonalización que se lee en los mensajes, parecería que se trata de fotografías tomadas sin autorización de quienes las tomaron, aunque podría también tratarse de imágenes recibidas y compartidas". Se supone que algunas imágenes son realizadas por las propias jóvenes que libremente las comparten en Internet.

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Sin embargo en muchas ocasiones las imágenes surgen en el ámbito privado y acaban siendo públicas. Aquí es donde entra la figura de los denominados "cazadores": usuarios que rastrean la red en busca de fotos robadas o filtradas para luego difundirlas, principalmente a través de Twitter y con hashtags como #Pobrezafilia, #putipobres, #misseria o incluso #TanRicaYTanPobre. "Se trata más de un acto de humillación o intolerancia, ya dentro del hashtag. Pues pese a que las fotografías originalmente reflejan intenciones eróticas, han sido sacadas de su contexto", explica Cindy Flores. Las jóvenes acaban finalmente en un enorme escaparate de morbo y humillación muchas veces sin saberlo y sin que nadie se preocupe siquiera por ocultar sus caras, como si la pobreza ya se las hubiera borrado bastante.

En cambio, quienes difunden las fotografías se esconden bajo el anonimato de cuentas con seudónimos y fotografías falsas y si se intenta contactar con ellos, el silencio es la única respuesta que ofrecen. Tampoco quieren hablar las pocas jóvenes cuyas fotografías recorren la red y que sí han podido ser identificadas durante la elaboración de este reportaje. Aquí nadie habla y todos miran.

Hace unos meses se publicaba en Internet una información anónima que anunciaba la creación del hashtag #prosperafilia con el que instituciones mexicanas intentarían ayudar a las chicas que aparecían en esas fotos. Al final la noticia era solo una broma. Nadie parece tomarse en serio el fenómeno de la pobrezafilia, pero sí que empieza a generar cierta preocupación en el ámbito de los derechos humanos la falta de sensibilidad social que refleja

¿Qué se debería hacer? La respuesta no es fácil. En su análisis para la web Reversos.mx, donde Cindy Flores es editora de la sección Libido, se dan algunas claves: "Es una pregunta muy difícil de responder. Es muy complejo el tema, pero quizá si se promoviera un mayor respeto y menos prejuicios, un cambio social, este tipo de expresiones podrían disminuir, pero no podemos dejar de lado esa parte oscura del ser humano, esa que nos disgusta reconocer y que, sin embargo, nos demuestra una y otra vez que no somos tan dueños de nuestra psique como nos gustaría creer".

La paradoja de las nuevas tecnologías es que la pobrezafilia está a la vez a miles de kilómetros y en nuestro propio teléfono con un solo toque de pantalla. Tan lejos como para no preocuparnos, tan cerca como para importarnos.