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¿Quieres saber si eres un adicto (patológico) al porno online?

No te vas a quedar ciego de pelártela, pero sí puedes tener un problema. Los expertos te explican la diferencia entre masturbarse frente a un ordenador y el consumo obsesivo de vídeos guarros.

¿Cuáles son las delgadas líneas rojas por las que un hombre o mujer debe aceptar que su consumo de porno online ha pasado de abusivo a obsesivo? ¿Existe la adicción al porno online? Los testimonios de personas en tratamiento o rehabilitadas son in-fi-ni-tos, hasta convertirse en cine de palomitas en el último de los enlaces.

La principal diferencia entre la adicción a la pornografía antes y después de Internet es "el anonimato con el que se consume". Así lo apunta el doctor Jaime Gómez Gilabert, psicólogo clínico. A partir del análisis de sus propios casos, este especialista en psicodiagnóstico e investigador del comportamiento, apunta que "edad e intensidad" son los factores clave para diagnosticar una adicción patológica a la pornografía online.

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La Universidad de Cambridge publicó un estudio cuyas conclusiones certifican que el consumo de vídeos porno tiene reacciones cerebrales en los adictos al sexo muy similares a las que genera en un drogadicto el consumo de drogas. Y no solo esto, a mayor consumo de porno online, más satisfacción con el sexo explícito. Una escalada imparable que, por si fuera poco, se acumula en 'el mercado' e influye sobre las tendencias del lenguaje 'cinematográfico'.

"Para los que empiezan, el único modo de abrirse camino en la industria es centrarse en un nicho, aunque compiten contra los grandes tubes que ofrecen una creciente producción categorizada que convive con los vídeos más convencionales", comenta Enrique Álvarez. Este webmaster posee un enjambre de páginas con contenido porno específico, como tetazas.net por ejemplo.

La adicción al porno puede generar desinterés por las relaciones físicas.

La pornografía online, pese a su carácter anónimo, tiene rastro. Al menos el reguero de pasos voluntarios que los alias dejan en estas páginas: "es normal detectar a usuarios que tienen una actividad continuada y repetida porque comentan todos los contenidos, independientemente de la hora o del día. Con las redes sociales [logueados] todos dejamos rastro y es fácil identificar estos hábitos", añade Álvarez.

El Diagnostic and Statistical Manual de la American Psychiatric Association niega la adicción a la pornografía online, mientras que experiencias como la de Gómez Gilabert, clínicas especializadas y de prestigio (como la del doctor José Antonio Navarro), otros profesionales consultados por VICE o publicaciones como '¿En qué piensan los hombres?' (Paidós, 2012) de José Bustamante Bellmunt, dan hasta por normalizado el tratamiento y terapias contra ese enganche.

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Aislándolo de las peculiaridades de la pornografía, la adicción a Internet -esta sí aceptada por prácticamente todos los estamentos psiquiátricos a nivel mundial- parte de reacciones cerebrales similares a la ludopatía o el alcoholismo, tal y como se manifestó en el estudio de la Academia de Ciencias Chinas: anormalidades de materia blanca en el córtex orbito-frontal, la zona del cerebro ligada al procesamiento emocional, habilidades ejecutivas de pensamiento y funcionamiento cognitivo.

"Es una enfermedad del sistema nervioso central, del cerebro en concreto, que mantiene 'secuestrado' al mismo de forma que sus procesos de pensamiento, sus respuestas emocionales y conductas van dirigidos a conseguir el consumo de 'la sustancia', en este caso el visionado de pornografía online", apunta Bustamante Bellmunt, que además de psicólogo especializado en sexualidad y pareja es secretario general de la Asociación de Especialistas en Sexología y fundador de la Academia de Sexología y Medicina Sexual de España.

"El 'componente orgásmico' genera reacciones similares a las de la ingesta de azúcares o grasas en el cuerpo humano. Esta es la fragilidad que se asocia al riesgo de actividad, adicción y finalmente trastorno", apunta Gómez Gilabert. O sea, la alteración de los mecanismos fisiológicos más básicos conocidos como 'de supervivencia' y 'de recompensa'. Desafección personal, sociopatía, aislamiento, disfunciones sexuales y disfunciones eréctiles derivadas, depresión… ¿Qué síntomas se consideran una señal de alarma ante la pérdida de control ante este tipo de comportamientos?

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1.Expresión compulsiva : no atiende al apetito sexual. Se sucede de forma mecánica, sin estímulos físicos, porque sí.

2.Trazos combinados : no es necesario, pero los profesionales consultados hablan de una transversalidad recurrente en esta adicción, que va desde la pornografía online a la prostitución, pasando por el cibersexo e incluyendo la aparición de extremos como el voyeurismo o el acoso sexual.

3.Insatisfacción constante : no encuentro de la saciedad sexual y extensión de esto a otros ámbitos.

4.Dificultad para la autoestimulación sexual .

5.Problemas sociales "a corto, medio y largo plazo", tal y como apunta el doctor Gómez Gilabert. Consecuencias de aislamiento y dificultades con las relaciones desde la pareja al resto de ámbitos.

6.Insatisfacción a partir de la búsqueda y no encuentro de contenidos cada vez más extraños.

7.Intensidad del consumo , otro de los aspectos apuntados por Gómez Gilabert.

8.Ira e irritabilidad injustificada en cualquier ámbito familiar o social.

9.Mentiras y sobreprotección del consumo de pornografía online. Contraseñas, borrado constante de historiales de navegación, etcétera.

10.Desinterés por las relaciones sexuales físicas . Los profesionales clínicos apuntan a ésta como la señal de alarma que suele desencadenar el inicio de una búsqueda de soluciones al problema.

Imagen del estudio de la Universidad de Cambridge.

La cantidad de contenidos porno en la Red se multiplica y el acceso no deja de ser más global. La industria genera una mayor actividad: 800.000 españoles se conectan a diario a PornHub, uno de los mayores tubes de Internet, pero ni siquiera en el pódium de este tipo de páginas en España.Sin apenas margen de tiempo para asimilar los beneficios de un espacio de creación y conocimiento como Internet, la adicción a la pornografía online solo figura como otra de sus distópicas consecuencias. Una consecuencia que, pese a la presencia más o menos extendida de casos en las consultas psiquiátricas, ni siquiera es considerada como enfermedad.