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Cultură

Esa rabia intensa que sientes cuando oyes masticar a alguien se llama misofonía

Tranquilo, no estás solo.

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma dedicada a la ciencia y la tecnología.

No hay nada más repugnante que oír a alguien comer una manzana, zanahoria o incluso un bocadillo relleno con algo mínimamente crujiente. ¡Ecs! Me dan escalofríos solo de pensarlo.

Pero sé que no estoy solo. Tal como señala un pequeño estudio no oficial, existen muchas otras personas a las que les horroriza el ruido que se hace al masticar. Pero, ¿se trata realmente de un trastorno o de un simple rechazo a ese sonido?

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La misofonía (odio al sonido) no es un trastorno que se diagnostique con frecuencia. Según el Centro Médico Académico (CMA) de Ámsterdam, quienes la padecen sienten asco, rabia o frustración al oír ciertos sonidos.

El CMA afirma que los sonidos causantes de tal repulsión suelen ser de lo más inocentes, como el que se hace al mascar un chicle o al respirar profundamente. Aunque lo que de verdad no entiendo aquí es el uso de la palabra «inocente». Ejemplo ilustrativo:

¿No es el sonido más espantoso que has oído en tu vida?

Si las búsquedas en Google tienen alguna credibilidad, indagar sobre mi aversión solo sirve para reafirmar lo rara que resulta. Existen infinidad de foros repletos de anécdotas y consejos escritos por personas que sufren a diario los sonidos atroces que producen sus congéneres.

Sin embargo, la ubicuidad de estas páginas contrasta enormemente con la aparente falta de consenso entre los miembros de la comunidad científica sobre si definir la misofonía como un trastorno psicológico o como una mera reacción de disgusto ante ciertos ruidos. En 2013, los investigadores del CMA publicaron un caso de diagnóstico de misofonía, si bien este no está reconocido ni en el DSM-5 ni en el ICD-10.

Solo unas pocas instituciones en todo el mundo se toman este trastorno lo suficientemente en serio como para llevar a cabo una investigación empírica, entre ellas el CMA. Telefoneé a Arjan Schröder, psiquiatra del centro, quien actualmente está investigando la causa, los efectos y los posibles tratamientos de la misofonía.

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Para ello cuenta con la colaboración del Profesor Damiaan Denys, la primera persona que describió el trastorno en el ámbito de la literatura psiquiátrica. Ambos y su equipo también publicaron un cuestionario ideado para facilitar su diagnóstico. Pero eso lo veremos más adelante.

«Llevamos cuatro años trabajando en esto, y al menos dos o tres personas vienen pidiendo ayuda todas las semanas», afirmó Schröder. Se trata, principalmente, de personas que se han visto obligadas a acudir a profesionales por la gravedad de su trastorno.

El CMA de Ámsterdam es el único de los Países Bajos y de toda Europa que ofrece tratamiento para la misofonía y una de las pocas instituciones de todo el mundo que la reconoce como enfermedad.

Mucha gente reconoce sentir cierta aversión a determinados sonidos, pero, como indica Schröder, «quienes acuden al centro padecen síntomas tan agudos que su sufrimiento es patente. No son capaces de comer o dormir con otras personas o incluso a veces ni de ir al trabajo. La misofonía les afecta de tal modo que empiezan a evitar según qué entornos. Y eso solo empeora las cosas».

La mayoría de los que acuden al centro se muestran agradecidos al ver que se reconoce su problema. Si lo piensas, debe de ser abrumador el hecho de no poder evitar tener reacciones emocionales intensas al oír a alguien toser, cortarse las uñas, cepillarse los dientes, masticar alimentos crujientes, comer, sorber, respirar, roncar, bostezar, mascar chicle, reír, teclear o silbar (tachar las que no proceda). Sin embargo, poco se sabe de las causas.

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«Suele manifestarse a la edad de 13 o 14 años, que es cuando generalmente aparecen la mayoría de trastornos psiquiátricos; se da en familias, lo que hace pensar que existe cierto componente genético. Asimismo, el problema tiene su origen en el vínculo que se genera entre un sonido neutro y un sentimiento de aversión», aclaró Schröder. «Es un proceso condicionante: si te ves envuelto en una situación problemática con la suficiente regularidad y empiezas a evitar dicha situación, el problema empeora».

Pese a que no se conoce la causa, sí existe un tratamiento, uno bastante intensivo, según Schröder. «Consiste en realizar una terapia de grupo basada en diversas técnicas usadas por terapeutas del comportamiento cognitivo», explicó. Durante estas sesiones, que se celebran cada dos semanas, se enseña a los pacientes a disociar los sonidos de las emociones negativas que estos les provocan.

«Es un proceso largo y que requiere meses de esfuerzo por parte del paciente», continuó Schröder. El motivo es que, básicamente, se trata de una reprogramación del cerebro, de suprimir un comportamiento que ha estado reforzándose con el paso de los años.

Para empeorar aún más las cosas, todo lo que se prueba en el CMA es nuevo. Antes de que Schröder y Denys publicaran su artículo sobre el diagnóstico de la misofonía, esta no había sido objeto de demasiados estudios clínicos. La tendencia general era la de categorizar la misofonía comparándola con algún otro trastorno psiquiátrico conocido.

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El célebre neurólogo estadounidense Vilaynur Ramachandran estableció una comparación entre la misofonía y la sinestesia en un estudio de 2013. Schröder, no obstante, asegura que esta comparación es muy poco precisa o que, cuando menos, no existe correlación directa. La misofonía es una emoción provocada por determinados sonidos, no por el sentido del oído en general. Su equipo está estudiando la misofonía englobada en el grupo de los trastornos obsesivo-compulsivos.

Actualmente, el grupo de investigación de Denys utiliza IRMf para determinar las diferencias existentes en el cerebro de las personas con misofonía. Asimismo, están preparando experimentos con electroencefalogramas y trabajan en la mejora de las terapias del comportamiento. Por último, están optimizando la Amsterdam Misophonia Scale (escala de misofonía de Ámsterdam o A-MISO-S), un cuestionario utilizado para diagnosticar la gravedad del trastorno.

Como ocurre con otros tantos trastornos, la misofonía se manifiesta en diversos grados de intensidad. La mayoría de las personas de tu entorno que se quejan de que te estás comiendo una manzana demasiado cerca de su oído (como yo) o que se ponen auriculares con música en cuanto alguien saca una bolsa de patatas (como yo) probablemente no necesiten terapia para tratar su trastorno. Sin embargo, hay otros factores que entran en juego.

«También está relacionado con la sensación de tener el control», aclara Schröder. «Cuando oyes a alguien masticar de forma ruidosa, estás emitiendo un juicio de valor moral: "Tienes que cerrar la boca al comer" o "No deberías teclear tan fuerte". La mayoría de las personas que padecen misofonía tienen una personalidad un tanto rígida y compulsiva».

¿Te sientes identificado con todo lo anterior? ¿Huyes de los sonidos que te molestan? En ese caso, quizá valga la pena que hagas una visita al CMA, donde constantemente están buscando mejores tratamientos. Para aquellos que no vivan cerca de Ámsterdam, que sepan que poco a poco se está reconociendo la misofonía como trastorno internacionalmente, por lo que, con un poco de suerte, también habrá un sitio cercano al que puedan acudir.

Traducción por Mario Abad.