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Cultură

"Había más sexo por compromiso": como irte a vivir con tu pareja cambia tu vida sexual

¿Puede el ser humano seguir apareándose en cautividad?

Estos dos todavía no viven juntos ni aparecen en este artículo. Son dos personas a las que entrevistamos hace mucho justo después de que se hubiesen acostado. (Foto: Ed Zipco)

Ir a vivir juntos. El paso en el que una pareja consolida su relación. El momento en que reafirman su compromiso mutuo y proclaman a los cuatro vientos que lo suyo VA EN SERIO, cuando cruzan la línea que divide las noches locas y las noches de sofá viendo series y comprando jabón de manos en línea.

¿Pero como afecta la vida doméstica a la sexualidad de una pareja? ¿Acaba diluyéndose la tensión sexual en discusiones sobre quién vacía el lavavajillas o en decisiones mundanas como la elección del color de los rodapiés? ¿Puede el ser humano seguir apareándose en cautividad?

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Para averiguarlo, se lo preguntamos a varios especímenes.

"Había más sexo por compromiso"

La verdad es que fue muy raro. No es que fuera mejor ni peor, sino muy distinto. Quizá bajó la frecuencia, pero la "calidad" aumentó. Era del rollo: "estamos haciendo el amor en nuestro nidito". No tener compañeros de piso implicaba que podíamos hacerlo cuando quisiéramos y donde quisiéramos, sin miedo a que nadie nos pillara in fraganti. Por otro lado, al vivir juntos tampoco teníamos que practicar sexo cada vez que dormíamos en la misma cama, así que nos sentíamos más cómodos con la parte no sexual de nuestra relación. También empezamos a experimentar más.

Por otro lado, las etapas difíciles se traducían claramente en la falta de sexo. Y también practicábamos más sexo "por cumplir", lo cual era una mierda.

Carla, 30 años

"Este último año hemos tenido una relación abierta y no ha ido muy bien"

Creo que lo hicimos todo al revés, porque empezamos a vivir juntos antes incluso de salir como pareja. Yo me acababa de mudar a la ciudad. La idea era quedarme a dormir en su sofá, pero nos enrollamos y acabamos directamente en su habitación. Al principio yo era muy joven e inmadura y estábamos todo el día del revés, pero cuando superamos esa etapa, fue todo como un festival ininterrumpido de amor e intimidad.

Eso fue hace dos años. Los dos teníamos horarios muy raros y casi no nos veíamos, lo que generó cierto resentimiento. Notas la ausencia, pero al vivir juntos nunca sientes la necesidad de hacer planes. Duermes en la misma cama que tu pareja y al final el sexo parece más una obligación. Ahora que hemos evolucionado, nuestra vida sexual ha mejorado. Si nos acostamos es porque queremos, no por obligación.

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Además, desde hace un año tenemos una relación abierta y ha sido complicado. Él es del sur de Europa y muy romántico, por lo que le costó aceptarlo. Tuvimos que valorarlo todo de nuevo tomando un poco de distancia. Me siento más cercana a él desde que dejamos de vivir juntos, hace solo dos semanas.

Davis, 24 años

"Teniendo en cuenta que yo soy profesora de yoga y él contorsionista, ¿qué posibilidad hay de que el sexo entre nosotros sea malo?"

Fue genial que pudiera venirse a vivir desde el principio porque podíamos tener relaciones siempre que queríamos y eso intensificaba la experiencia de vivir en pareja. No es que lo hiciéramos siete veces al día, como he oído a algunos decir, pero yo estaba muy satisfecha con la frecuencia.

Los dos pasábamos mucho tiempo fuera, por lo que los momentos que pasábamos juntos eran especiales. Ahora estamos en una etapa en la que necesitamos más espacio, y creo que dejar de vivir juntos ha contribuido a nuestra relación física y emocional y ha fortalecido nuestra relación.

Hemos tenido nuestros altibajos, pero hay buena comunicación entre nosotros y siempre arreglamos las cosas. No considero que nunca hayamos tenido una vida sexual insatisfactoria. Teniendo en cuenta que yo soy profesora de yoga y él contorsionista, ¿qué posibilidad hay de que el sexo entre nosotros sea malo?

Paulo, 24 años

"Quería que folláramos mientras ella nos miraba en el espejo"

Llevamos años con una relación muy turbulenta, pero las cosas se fueron de madre cuando mi casero decidió no renovarme el alquiler después de tres años. Fue una bofetada de realidad: en Londres no había nada que se acercara a las 450 libras que había estado pagando en el otro piso. Fue entonces cuando se me ocurrió la brillante idea de formar una casa de parejas: tres habitaciones, tres parejas. ¿Soy o no soy un genio?

Vivimos los dos juntos varios años durante los cuales la relación empeoraba por momentos. Desde el primer día, la convivencia no hizo más que reafirmar nuestros deseo de que el otro cambiara. El sexo ocurría cada vez con menos frecuencia, hasta el punto de que empecé a utilizar mi baja libido como arma: me negaba a acostarme con ella en momentos cruciales como manifestación de mi enfado por otros motivos. La verdad es que fue una absoluta pesadilla.

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Ella enseguida se dio cuenta de que yo me limitaba a hacer tiempo hasta que se acabara nuestro contrato de alquiler. La situación nos estaba consumiendo emocionalmente. Se le ocurrió pasar un fin de semana en Ámsterdam para intentar avivar la llama, pero yo me cabreé más por que me hiciera gastar el dinero que no tenía en un viaje que habría preferido hacer con gente que me cayera bien de verdad. Aquel fin de semana no hubo sexo.

Las cosas se pusieron muy feas después de una noche bastante chunga en la que había estado bebiendo mucho, me había metido un par o tres de rayas y tiré una botella de vino por la ventana. Pasé los últimos meses del contrato de alquiler viviendo en el sofá.

El sexo entre nosotros (cuando ocurría) era siempre muy bueno, pero lo que más recuerdo son los encuentros que tuvimos después de haberlo dejado. Fue entonces cuando empezó una etapa de sexo exhibicionista, sucio, a caballo entre la intimidación y la complacencia. La última etapa fue la mejor. Ella me llevó a su nuevo piso, mucho más bonito que el mío, con un espejo de cuerpo entero en la pared de su habitación. Quiso que folláramos mientras ella nos miraba en el espejo (sobre todo a ella misma). Me aparté y ella arqueó la espalda, un poco más y susurró: "No me hagas mucho daño". Entonces me invitó a darle por el culo también.

Pese a que la convivencia fue un absoluto desastre, el recuerdo que siempre tendré de ella es aquella imagen en el espejo que borraba de un plumazo el resentimiento, los juegos de poder y la desesperación.

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Jamie, 26 años

"Ahora podemos experimentar en nuestra propia casa"

Creo que nuestra vida sexual cambió drásticamente desde el momento en que el espacio nos pertenecía a ambos. Empezó a extenderse a otras partes, más allá del dormitorio: la cocina, el salón, la ducha, el sofá… Odiaba su antiguo piso y, además, vivía con más gente, así que ahora que tenemos nuestra propia casa, nos sentimos más cómodos para experimentar.

Como los dos viajamos mucho, cuando estamos juntos nuestra casa se convierte en nuestro espacio íntimo. Cuando llegamos a casa todo es muy especial, es como fuera nuestro momento de conectar.

Jenny, 27 años

"Tú tocas aquí, yo toco allí y nos corremos los dos"

Estuve cinco años saliendo con Giuliana. Durante seis meses mantuvimos una relación a distancia, luego estuvimos un año y medio compartiendo una habitación pequeña en un piso compartido y al final ya nos fuimos a vivir juntos.

Creo que al principio de todas las relaciones siempre hay mucho sexo. Luego depende de si viven juntos o no. Era la primera vez que vivía con una chica y me gustaba observar la dinámica que teníamos: durante la semana casi no pasaba nada y las mañanas de los sábados eran como la hora del sexo. Era un tiempo que nos dedicábamos y durante el cual no estábamos cansados, aunque acababa convirtiéndose en una rutina.

El sexo siempre ha sido bastante bueno, aunque se convirtiera en algo un poco rutinario, del estilo: "tú tocas aquí, yo toco allí y los dos nos corremos". Pero encontramos formas de innovar, como explorar prácticas tántricas. Hay que ser creativo y asegurarse de no dar por sentado nada de tu pareja.

Luego ella se marchó de casa y empezamos a vernos muy poco. Por eso, cuando nos veíamos, sentíamos la presión de querer pasarlo muy bien los días que estuviéramos juntos. Eso fue lo que originó los problemas.

Stefan, 31

Traducción por Mario Abad.