FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

El sexo con mi profesor me encantó, pero las consecuencias fueron horribles

Empezó cuando él me prestó unas novelas modernas y unas películas extranjeras. A partir de ahí todo se volvió muy raro.
sexo con mi profesor

Todavía recuerdo la primera vez que lo vi; fue en una salón de asambleas lleno de gente. Tenía piel pálida, mejillas rosadas y ojos grandes color miel, como un gato. Parecía divertido y avergonzado a la vez, como si fuera el protagonista de un episodio de A través del tiempo que hubiera terminado ahí por accidente. No se parecía a nadie que hubiera conocido antes. Vestía trajes Armani y citaba poesía. Fue amor a primera vista, al menos para mí. Poco después, cambié todas mis asignaturas para poder estar en su clase.

Publicidad

Mientras estuve en el instituto, nuestra relación se volvió muy extraña. Empezó cuando él me prestó unas novelas modernas y unas películas extranjeras. Soy del extrarradio de Londres; no tienes idea de lo adulta y sofisticada que me sentía viendo cine danés Dogma a los 16 años (como Grace Kelly yendo a cobrar su pensión con guantes a la altura del codo). Después de este inofensivo comienzo vinieron los casetes con las carátulas escritas a mano. Así conocí a Jesus and Mary Chain, a Jane's Addiction y a Bowie. Pero los casetes no eran solo para mí. Tenía un grupo de fans, entre las que estaba yo. Nos sentíamos muy especiales. Hoy día, me pregunto por qué a los otros maestros no les preocupaba la situación. Él tenía veintitantos y una novia con la que llevaba mucho tiempo. Supongo que por eso creyeron que no había nada de qué preocuparse.

Por aquel entonces yo solía escribir poesía. Hasta gané concursos y todo. Un día terminé leyéndole uno de mis escritos y me dijo que "en la adolescencia, saber escribir poesía que no es para adolescentes es un don". En ese momento sentí que el corazón se me derretía y se esparcía por mi cuerpo como jarabe sobre un flan. Ahora me río de lo desesperada que estaba por un poco de amor y la facilidad con la que él me manipulaba.


Lee: Nunca te líes con tu jefe


Acabó siendo mi editor. Nos íbamos a alguna sala pequeña a revisar mis poemas. Los cortaba sin piedad y cada trazo de su bolígrafo lo hacía más poderoso. En mi cabeza, él era el Ezra Pound de mi Eliot. Y por si todo aquello no fuera lo suficientemente pretencioso, me leía La tierra baldía en voz alta mientras movía sutilmente la pelvis en su silla, como si respirara por las pelotas.

Publicidad

Nunca me había enamorado de alguien con tanta intensidad y nunca he vuelto a sentir algo así. Todas las noches me iba a dormir pensando en cómo sería darle un beso. No tenía mucha experiencia en el sexo y no sabía cómo masturbarme bien. Tampoco sabía cómo iba a ser el sexo, así que me conformaba con imaginar el beso una y otra vez.

Nunca le confesé lo mucho que lo amaba. Tampoco coqueteamos de forma muy explícita. Creía (y sigo creyendo) que demostrarle tu aprecio a alguien que te gusta es un signo de debilidad. Pero recuerdo que peleábamos como si fuéramos novios, a veces hasta el punto de que uno de nosotros se iba dando un portazo. No era una relación normal entre maestro y alumna. A pesar de nunca se lo dije, él sabía que estaba loca por él. Estoy segura.

Cuando acabé el instituto, seguimos en contacto. Era algo bastante común en mi centro. Varios de mis amigos siguieron en contacto con sus profesores. En esa época, obviamente, me moría por ser una persona fuera de lo común, pero no lo era. Quedé con él unas cuantas veces para cenar o tomar un café pero él nunca rebasó los límites.

Durante las vacaciones de Navidad, después de mi primer semestre en la universidad, me llamó por teléfono para invitarme a un bar esa noche. En cuanto colgó, corrí a ducharme y a depilarme. Tenía muchas esperanzas, pese a mi falta de experiencia en el sexo. En poco tiempo salí para encontrarlo. Estaba muy emocionada y nerviosa. Tenía un presentimiento extraño. Acababa de cortar con su novia y ya estaba en el bar cuando me llamó. Algo en mi cerebro adolescente ingenuo y fantasioso me decía que aquello no iba a terminar bien. Nadie toma decisiones acertadas en un bar.

Publicidad

Cuando llegué, él ya estaba borracho. Dijo que tenía algo que decirme pero que primero tenía que estar igual de borracha que él. Fue a la barra y volvió con cuatro tequilas dobles. Me tomé el tequila tímidamente y le prometí que no le iba a contar a nadie su secreto. Cuando se me acercaba, yo me alejaba; no estaba dispuesta a desprenderme ni de la chaqueta ni de mi sobriedad. Después de un rato, me contó más o menos lo que había pasado. Después de cortar con su novia, pasó algo con una exalumna. Era más joven que yo pero se fue a estudiar a otro lado. Mi profesor fue su tutor mientras ella estuvo en secundaria. El novio de esa chica estaba en el bar y buscaba pelea. Probablemente ella también y yo iba a ser su castigo.


Lee: Las peores historias que te inventaste para ligar


Entonces me besó. A esas alturas yo ya estaba borracha y aunque llevaba mucho tiempo esperando este momento, todavía era lo suficientemente consciente como para avergonzarme de besar a mi profesor en un bar demasiado iluminado.

Pedimos un taxi y fuimos a su casa. Dentro hacía tanto frío que podía ver cómo se formaban nubecitas cada vez que respiraba; creo que hacía más frío incluso que fuera. Nos metimos en la cama y fue la primera vez en mi vida que realmente disfruté una experiencia sexual. De pronto entendí por qué tanto alboroto por el sexo. Los chicos adolescentes nunca me llamaron la atención.

Por la mañana, me vestí rápidamente y corrí a la puerta antes de que me viera su madre. Sí, a los 27 años seguía viviendo con su madre, y eso que fue antes de la recesión. Caminamos a la estación juntos y dijo, "Voy a decir en la sala de profesores que les mandas saludos". Lo dijo de una forma tan casual que me dejó horrorizada. No podía entender por qué querría contarles lo que había pasado.

Publicidad

Cuando llegué a casa, estaba eufórica. Había logrado mi objetivo. Había obtenido lo que quería. Me sentía muy bien, la química entre nosotros era real, todo había salido bien. Después, poco a poco, en los días que siguieron, la imagen que tenía de él y de nuestra relación empezó a desmoronarse para dejarme ver la cruel realidad. Traté de repararla y fingir que no había visto nada.

Unos días después hablamos por mensajes y quedamos en vernos en otro bar. Esta vez estaba más ansiosa que emocionada por el miedo a que la imagen que tenía de él se quebrara por completo. Cuando llegó, llevaba un abrigo puesto y no se lo quitó en todo el tiempo que estuvo conmigo. Charlamos un rato, evitando tocar temas sensibles. Después me miró a los ojos y me preguntó, "¿Por qué no te buscas un novio y dejas de ser tan miserable?". Se fue y nunca lo volví a ver. El resto de la noche me dediqué a beber hasta que mi cuerpo no aguantara y a analizar el significado repentinamente profundo de las letras de Boyzone.

El problema de cumplir la fantasía de follarte a tu profesor es que el tipo de profesor que se follaría a una alumna es generalmente un completo imbécil

El problema de cumplir la fantasía de follarte a tu profesor es que el tipo de profesor que se follaría a una alumna es generalmente un completo imbécil. El tipo de profesor que merece esa atención nunca se aprovecharía del poder que tiene sobre sus alumnos. A pesar de que ya no estaba en el instituto, el desequilibrio de poder seguía presente. Enamorarte de tu maestro es, pues, una paradoja moral en la que estás eternamente frustrada porque el objeto de tu afecto realmente vale la pena y por lo tanto nunca va a dormir contigo, o es un pervertido que se va a aprovechar de ti y te va a arrebatar tu fantasía. Te vas a sentir traicionada de una forma que nunca antes creíste posible.

Ahora que lo analizo, su comportamiento era el de una persona calculadora, el de un depredador. Esperó a que dejara el instituto para no cometer un delito. Pero sabía que iba a estar ahí, lista y dispuesta. Me usó para sentirse mejor y no le importó lo mucho que me pudiera afectar. Sospecho que lo ha hecho más de una vez. Sospecho que lo ha hecho muchas veces.

Todos los días del semestre siguiente me tomaba como mínimo media botella de vodka. Si por un breve instante me llegaba a sentir mal, se reproducía automáticamente una película en mi cerebro: la casa fría, mi propia respiración formando nubecitas, la prisa por llegar a la puerta antes de que su mamá me viera y la frase "¿Por qué no te buscas un novio y dejas de ser tan miserable?", una y otra vez.