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Sleaford Mods y la eterna batalla contra los trabajos de mierda, los salarios miserables y las estrellas de rock banales

Cuando los de Nottingham abren la boca, no es para cantar, rapear o hablar: lo hacen para despotricar con rabia de la Gran Bretaña moderna.

Veinticuatro horas antes de conocer a Jason Williamson, el vocalista protestón y exaltado del dúo punk Sleaford Mods, su estado laboral oficial era el de asesor de prestaciones del municipio de Broxtowe Borough. Jason se ha pasado los últimos veinticinco años de su vida tratando de ganarse la vida con trabajos similares. Como dice en "Fizzy", se deja la piel en el trabajo por dos miserables raviolis y una botella de Smirnoff caliente, con un jefe que no se entera de nada.

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Pero aquel viernes todo cambió. Después de una buena temporada encajando ensayos y conciertos en las horas libres que tenía después del trabajo y pasando las jornadas laborales intentando superar la resaca, Jason dijo adiós a la ingrata y mal pagada vida laboral y dejó su puesto para dedicarse al cien por cien a la música.

"Se acabó eso de subirme en un autobús cada mañana vestido con traje y tener que obedecer las reglas de otro durante ocho horas", dijo.

Estoy con Jason y su otra mitad artística, Andrew Fearn en The Haunt (Brighton), en una desapacible mañana de sábado. Estaban en el ecuador de la gira promocional de su álbum, Divide and Exit, un viaje lúgubre y cómico a través de la Inglaterra moderna que rápidamente se granjeó muchas simpatías.

El éxito ha tardado mucho en llegar para Jason y Andrew. Ambos están en sus cuarenta y llevan años tratando de abrirse camino como músicos. Antes de empezar como dúo en 2009, los dos estuvieron a punto de tirar la toalla. Andrew trabajaba a media jornada en un centro de atención telefónica y hacía un ambient hip-hop muy temperamental inspirado en los álbumes agoreros que solía escuchar. Jason tocaba con varias bandas y siempre acababa imitando a alguien, generalmente a Paul Weller.

"Sleaford Mods nos salvó la vida", afirma Jason. "Yo empezaba a aburrirme y el trabajo era una lacra".

"Antes de conocer a Jason, estaba en un sitio muy deprimente", añade Andrew. "Estaba harto de todo. No soy muy espiritual, pero todo fluyó a la perfección con la creación de Sleaford Mods. Es curioso formar parte de algo que sientes como un fenómeno".

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Parece que por fin las cosas empiezan a arreglarse. Después de una exitosa gira, no han dejado de recibir llamadas para entrevistas y están aprendiendo a acostumbrarse un poco a ello, pero solo un poco.

"La verdad es que todo esto me ha cambiado la vida", confiesa Andrew entre sorbos a su café. "Ha sido una feliz coincidencia y todo nos ha cuadrado muy bien".

Ni siquiera el hombre que los contrató, Steve Underwood, sale de su asombro. Los chicos ya tenían cinco discos publicados cuando llamaron su atención en un concierto en The Chameleon, en Nottingham. Underwood probó suerte porque le gustó lo que el dúo hacía, aunque nunca imaginó que causarían tanto revuelo.

"Pensé que, en el peor de los casos, venderían 300 discos y cerrarían un par de conciertos por la zona. Ahora llevan más de 27.000 álbumes vendidos. No está nada mal para un par de capullos de Nottingham".

No debería sorprender que Sleaford Mods hayan llegado hasta donde están. Si no fuera porque el público británico tiene tendencia a refugiarse en lo kitsch como vía de escape cultural a la austeridad, el fenómeno se habría producido antes.

Si uno echa la vista atrás al año 2012, con las fiestas callejeras del Jubileo de Oro, hasta podría perdonar a quien pensara que nunca ha habido manifestaciones en Inglaterra y que las protestas estudiantiles de Millbank no fueron más que una estúpida batalla de comida. O cuando oíamos a Blair decir que "todos somos de clase media", o a Cameron asegurando que "estamos en esto juntos". Que somos una nación que aúna sus esfuerzos. Terratenientes conservadores y madres solteras, todos en el mismo barco feliz del sacrificio colectivo.

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Pues bien, Sleaford Mods están aquí para recordaros que todo eso son memeces, para dejar bien clarito lo que no dicen Mumford and Sons. Cosas como que hay 13 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza, o que hay otro millón que se ve obligada a recurrir a los bancos de alimentos.

Cuando Jason abre la boca, no es para cantar, rapear o hablar: lo hace para despotricar con rabia de la Gran Bretaña moderna. Protesta por sus trabajos de mierda, por los sueldos míseros, las estrellas de rock insustanciales y los "gilipollas del movimiento EDL". En los últimos años hemos escuchado mucha música que podría definirse como política, pero en ningún caso tan explícita, desdeñosa y cachonda como la de Sleaford Mods. No se trata de una réplica de Red Wedge ni de una canción protesta sobre el sistema nacional de salud. Es una explosión consciente de insatisfacción, enajenación y furia de clase obrera fundamentadas en sentimientos que muchos experimentan pero que pocos se atreven a verbalizar.

"Fui más consciente de lo podrido que está este país cuando empecé a hundirme yo también", afirma Jason. "No hacía más que beber, drogarme y provocar que me echaran de todos los trabajos. Había épocas realmente duras de las que conseguía salir solo para volver a caer en otras. En aquella época me detestaba bastante".

Mientras esperamos en el backstage media hora antes del concierto, Jason me cuenta que se está "cabreando mucho". Hablamos sobre Thatcher, el capitalismo, el 1% y Russell Brand (cómo no). Me cuenta que, antes de la actuación, le gusta recordarse a sí mismo todo lo que odia. "Mi mujer dice que no puedes odiar a alguien solo por ser rico", continúa. "Pero yo lo hago. Es como cuando Thatcher murió: todos se empeñaban en recordarnos que era un ser humano. Pues ve a contarle eso a toda la peña a la que jodió".

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Andrew, sin embargo, es un remanso de paz. Se está fumando su tercer porro en tres horas mientras habla sobre sus influencias musicales y sus primeros proyectos. "Primero estuve en un grupo de electro-pop llamado Mark's Brother porque mi hermano se llama Mark", afirma. "Antes estaba en una banda más grunge llamada Dutch Cop and The Perpetrators; yo iba todo desaliñado con una chaqueta de cuero y mi colega tocaba música tecno".

Traen algo de comida cortesía de su manager, pero se ha olvidado los cubiertos, así que se lo comen con las manos. Andrew cambia su vestimenta relativamente elegante por unos pantalones de chandal y una camiseta del Jefe Wiggum muy ancha.

"Intentamos que parezca lo más tirado posible", explica. "Anoche preferí usar un taburete para apoyar el portátil, en lugar de la mesa de ruedas enorme que me ofrecían. Les dije que era demasiado buena. Lo mejor es usar tres cajas de cerveza, tienen la altura perfecta y queda genial".

Pese a lo autodespreciativo que suena Andrew, lo cierto es que sus monótonos ritmos baratos y de corte low-fi son funcionales y el perfecto vehículo para desatar la ira verbal de Jason.

En el escenario, Jason lleva el peso de la actuación. Saca pecho y se planta de medio lado frente al micro, mientras se atusa el pelo compulsivamente. Suda, gruñe y grita con su marcado acento de los Midlands Orientales.

Y pronto llega el chorreo.

"The lonely life that is Tory."

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"'Weetabix, England, fuckin' Shredded Wheat Kellogg's cunts.'

"Can of Strongbow, I'm a mess/ desperately clutching on to a leaflet on depression, supplied to me by the NHS/It's anyone's guess how I got here/anyone's guess how I'll go/I suck on a roll up/Pull your jeans up/Fuck off."

El público es muy diverso. Hay universitarios, gente de mediana edad y mods de la vieja escuela. Todos parecen estar en sintonía.

"Normalmente a nuestros conciertos viene gente de clase media-baja", me había dicho Andrew anteriormente. "Como clase trabajadora, se identifican y se ven afectados. Trabajan muy duro y no es suficiente".

Uno no puede dejar de preguntarse si, ahora que Jason Williamson ha dejado su trabajo para entregarse a una vida mejor de gira en gira, esa furia que parece dominarlo perderá fuelle.

No es probable. Afirma que, pese a haber escapado de esa pesada rutina, todavía quedan los "Tories" y muchos otros problemas que nos seguirán jodiendo. "Aunque yo sea más feliz, seguirá existiendo el cinismo y el nihilismo", afirma. "Largarte del curro está muy bien, pero nunca acabas de ser del todo libre".

Sleaford Mods estarán el sábado 30 de mayo en el escenario Adidas Originals del Primavera Sound a las 21:10h.

Sigue a Philip en Twitter: @PKleinfeld.