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Sobre el terreno de las protestas de Occupy Central en Hong Kong

Tras una semana de huelgas de estudiantes, unos 200.000 manifestantes se lanzaron a las calles del distrito financiero de la ciudad para rodear los edificios del gobierno y así ppedir la democracia.

Fotos por Jeff Cheng

No importa lo que pase después de esto, la pasada noche ya ha quedado grabada en la historia de Hong Kong. Tras una semana de huelgas de estudiantes, unos 200.000 manifestantes se lanzaron a las calles del distrito financiero de la ciudad para rodear los edificios del gobierno como parte del movimiento Occupy Central. Lo que piden, en el fondo, es relativamente simple: quieren poder votar a quien ellos quieran y no teniendo que escoger de una selección de candidatos escogidos a dedo por el gobierno nacional de Hong Kong.

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El domingo por la mañana, los ciudadanos empezaron a reunirse en masa ante la noticia de que la policía había cortado las calles a ambos lados del Consejo Legislativo para evitar que se acercara más gente a la sentada que los estudiantes habían convocado la noche anterior.

Este gesto pacífico se mantuvo durante algún tiempo, pero hacia las seis de la tarde, la gente empezó a empujar hacia las barricadas formadas por la policía gritando: “¡CY Leung [jefe ejecutivo de Hong Kong] ten pelotas!”, levantando las manos en el aire en señal de no violencia.

La policía actuó con rapidez echando gas pimienta en los ojos de los que se encontraban al frente y lanzando botes de gases lacrimógenos entre la multitud, lo que hizo que cundiera el pánico entre los manifestantes aturdidos y cegados, que tropezaban unos contra otros mientras intentaban escapar a toda prisa de las nubes de humo tóxico.

A lo largo de la noche se utilizaron gases lacrimógenos un total de 87 veces en diferentes áreas de la ciudad, según datos de la policía, además de repetidas cargas con porras en un intento incesante de dispersar a los manifestantes.

“No nos dieron ningún aviso”, dijo Grace Chan sollozando, una joven de 19 años que había acudido sola a pesar de las advertencias de sus padres. “Así es como nos trata nuestro gobierno. Estamos desarmados; solo tenemos paraguas y gafas de natación [para protegerse del gas pimienta y gases lacrimógenos]. ¿Cómo pueden hacernos esto?”

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Tras la conmoción inicial que se produjo por el uso de dicha fuerza en una de las ciudades más seguras y pacíficas del mundo, los chavales mostraron su incuestionable valor y determinación, retirándose con calma tras el lanzamiento de los gases, pero volviendo a sus puestos tan pronto como las nubes tóxicas se hubieron dispersado. Rumores de que se había desplegado el ejército y de que se estaban disparando balas de goma provocaron unos momentos de tensión bajo un silencio que resultaba casi espeluznante, con algunos estudiantes jurando que estaban listos para morir.

La “revolución del paraguas”, tal y como ha sido apodada por las redes sociales, pronto se extendió hacia el distrito comercial y turístico de Causeway Bay y Mongkok. Parecía que las multitudes habían vencido, al probarse que las tácticas policiales no lograban acabar dispersando a los manifestantes de una vez por todas.

El lunes por la mañana, varias hileras de antidisturbios fuertemente armados se retiraron ante los fuertes gritos de las masas. La mitad de la ciudad estaba paralizada, la mayoría de los bancos y colegios permanecieron cerrados, las rutas de los autobuses quedaron bloqueadas y las calles, que por lo general se encuentran abarrotadas por los comercios, estuvieron vacías. Decenas de miles de manifestantes permanecieron en sus puestos, muchos de ellos utilizando sus paraguas para protegerse de un sol abrasador.

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Siguió una calma relativa. Se recogió la basura, la gente evitó sentarse sobre la hierba y se despejó el camino a los transeúntes que iban de compras. Llegaron montones de botellas de agua y paquetitos individuales de galletas a modo de víveres; se colgaron carteles sobre postes de indicación donde se leía “Sentimos las molestias, pero necesitamos una democracia”, y los cantos y coros se sucedieron hasta la noche.

Las autoridades parecen no tener una respuesta ante tal situación. CY Leung ha pedido públicamente a los manifestantes que se vayan a casa y que dejen de provocar altercados. En una rueda de prensa que tuvo lugar ayer, la secretaria jefe del gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, defendió la decisión de la policía de utilizar la “fuerza necesaria” para dispersar a las masas de manifestantes.

Mientras tanto, líderes de estudiantes y organizadores de Occupy Central han animado a los manifestantes a que aguanten hasta el 1 de octubre, el día nacional chino, cuando se anunciará el próximo paso de desobediencia civil.

“Me quedaré hasta que haga falta”, dijo Jackson Tsung, un estudiante universitario que no se ha duchado ni ha probado comida caliente desde el viernes. “Tengo miedo de lo que me pueda pasar, pero ¿de qué me sirve vivir si no puedo hacerlo en un lugar que podamos llamar hogar?”