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Cultură

Star Wars es la hostia, ¿pero es que no has visto otra película en 2015?

Podíamos haber hecho una lista con las mejores películas del año, pero hemos decidido rescatar algunos momentos y secuencias que nos han puesto bastante.

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Le pregunto a un amigo crítico de cine por las películas que metería en una lista de lo mejor del año. Respuesta: "Yo ya no hago esas cosas. Pero vamos, lo mejor del año ha sido Rajoy en casa de Bertín, de largo. Hombre, pero es que no he visto nada igual. Mariano cortando limones y movidas, buah, chaval". Toda la santa razón en tus palabras, compañero. Ha sido un momento culminante de la ficción. Pero es tele, así que no nos vale. Aunque aprovechamos para volverle a echar un ojo a este momento casposo-desternillante del esperpento español. Hemos encontrado a la persona que se resiste a publicar (aunque sea en su muro de FB) un listado con diez títulos imprescindibles y otros tantos vomitivos (especial para haters) que ha podido ver en los últimos doce meses. Esto de recomendar -discos, libros, vibradores, exposiciones, viajes o turrones- se ha convertido en el nuevo calvo de la Lotería. En la nueva capa de Ramonchu. En la nueva bronca de Nochebuena. La nueva matrícula del gimnasio. Es un un hit navideño más grande que pillarse un pedo monumental el día 31.

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Star Wars es como el disco de Kendrick Lamar. Es de lo que todo el mundo habla. Es el vídeo de Drake colgado de un teléfono. Es lo que no falta en ninguna lista. Lleva diez días en cartelera pero la ha visto ya (al menos una vez) todo Dios. Tus padres, nuestro portero, tu novia, mi compañero que no había visto ninguna de las seis anteriores e, incluso, un club entero de jubilados del barrio de Salamanca de Madrid. El despertar de la fuerza es la película que Lucas tenía que haber hecho hace más de 15 años. En lugar la gilipollez del Episodio I (II y III, por supuesto), en lugar de Jar Jar Binks, de convertir al yonqui Renton en caballero Jedi y generar mucho merchandising, tenía que haber hecho una peli como la J.J. Abrams. Pura fantasía y pura esencia espacial. El creador de Perdidos demuestra tener más músculo y más genialidad visual que Lucas, Spielberg y Michael Bay (ejem) juntos.

Todos coincidimos en que es una gran peli, que lo hemos pasado como niños (es decir, de puta madre) viéndola, que repetiríamos si el cine no costara una pasta y que estamos deseando ya conocer el parentesco entre Luke y algún personaje de la película. Además de que nos flipa el nuevo villano y el actor que lo interpreta. Hay mucho más consenso aquí que en los sofás esos mugrientos de La Moncloa donde Mariano (el breve) recibe a sus nuevos amiguitos. Ojo a los cuadros que decoran ese salón, el concepto kitch se queda vacío de contenido. Vale, todos a una con la película y con el robot redondo como un balón de baloncesto y otro de balonmano siameses, pero, ¿qué más hemos visto en 2015? En lugar de hacer la típica lista de películas, vamos a quedarnos con sensaciones, momentos y cosas que nos han 'puesto' en una sala de cine.

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El guitarrista del infierno de Mad Max: En la oficina hubo debate, bastante tenso, entre los que defendíamos que era una película entretenida y muy cañera con coches y camionetos que iban a un punto indeterminado y volvían la origen (empujados por fuerzas vectoriales misteriosas) y los que la consideraban masterpiece. El punto de coincidencia de ambos bandos (siempre hay dos bandos) era que el guitarrista volador con lanzallamas es, desde ya, un icono, una pieza esencial para entender el concepto 'macarra' unido al mundo del cine. Parecía el de Muse, pero, no, venía del infierno y sus solos de guitarra nacían de las mismas entrañas de Black Sabath. Simplemente, satánico. Como ese nuevo Max (Tom Hardy) que no tiene que decir mucho con las palabras y que prefiere utilizar las manos para repartir hostias.

Nadando, nadando, que me da la corriente: Este año hemos visto la mejor película de terror en muchos años, en décadas. Es una teen-horror-movie, pero también es una obra maestra del Género. Así, con mayúsculas. Seguro que a Kubrick le hubiera propiciado una buena erección la forma en la que David Robert Mitchell mueve y frena en seco su cámara en It Follows y, como si fuera un cirujano de pulso firme, rueda esos planos secuencia brutales, que dejan sin aliento y con el culo pegado, casi sellado con pegamento, a la butaca. El momento cumbre -aunque cada uno tendrá el suyo- nos parece esa secuencia en la piscina, con luces que se apagan, gritos y electrodomésticos que vuelan. Si alguien ha soñado alguna vez con morir carbonizado en una bañera, que se tape bien los ojos. Se va morir de miedo.

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Coño, pero si es Pasolini: Ya hablamos aquí de lo mostrenco que puede llegar a ser Ferrara, de las truculencias, atrocidades y bizarradas (en el sentido estricto de la palabra) que pueden llegar a pasar por su gigantesca cabeza. Pero este año nos dejó una película comedida, dentro de lo que puede ser su cine, sobre la vida y muerte de Pasolini. Sin cebarse mucho en el gusto del genio por los chaperos jovencitos, y fijándose más en su compromiso con la vida, la política y el arte, Ferrara encontró un compinche perfecto en Willem Dafoe. Con los pantalones de campana marcando paquete y las gafas de pasta parecía el mismísimo Pier Paolo. Acción mutante, podría llamarse lo suyo.

Un fumeta anda suelto en Los Angeles: Solo Paul Thomas Anderson le podía meter mano, clavar el diente, a la obra de Thomas Pynchon. Solo un director como él, que se atreve con cualquier cosa. Y el resultado es Puro Vicio (Inherent Vice) una película que parece una gran fumada de marihuana, una viaje lisérgico, como los que se pega su protagonista, Doc Sportello (Joaquin Phoenix). Porque este detective privado está colgado durante todo el metraje como un koala de su arbolito, no atina, no sabe lo que dice, pero aun así parece mucho más lúcido que el resto de la gente que le rodea. Puro vicio es una puta locura, una obra libre, que va a su aire, y que nos dejó el momento más romántico del año. No somos muy de llorar, pero esa secuencia en la que corre con su chica por la calle, buscando el lugar donde se conocieron, mientras suena Neil Young, hace que nuestro corazón palpite como el bombo de una canción de techno.

Las artes marciales son más que patadas voladoras: No es nada nuevo que los directores orientales más sesudos, festivaleros y densos de vez en cuando se pegan un homenaje. Se trata de una especie de vuelta a la infancia, a aquel momento en que todavía se hacían pis en la cama después de leer una buena novela (barata) de artes marciales. Lo han hecho Zhang Yimou, Ang Lee y Wong Kar Wai, entre otros, y este año le ha tocado del turno a Hou Hsiao-Hsien, director que hay que rastrear en DVD para disfrutar de su cine y que por fin ha llegado a nuestras pantallas como Dios manda (es decir, con patadas, puñetazos y armas medievales) con The Assassin. Su trama es difícil de seguir como un culebrón latinoamericano, pero es un regalo para los sentidos. Para todos.

Dos pajarracos como Babadook y Birdman: Hitchcock, que era bastante cabrón, intuyó que los pájaros podían dar mal rollo, que no solo cantaban anunciando la primavera, si no que se podían convertir en armas de destrucción masiva. Este año hemos tenido dos buenos pájaros, uno que volaba, el de Michael Keaton (para cuándo un Oscar para este tío) en Birdman, y otro que solo tenía el aspecto, pero que acojonaba tanto como los del maestro inglés en Babadook. Con el primero nos reconciliamos con Iñárritu, un director que no suele mirar más allá de su propio ombligo -lo de Biutiful era, directamente, denunciable ante un tribunal del buen gusto- y que demostró que con un (falso) plano secuencia se puede contar una gran historia. Habrá que ver qué ha hecho con Leo Di Caprio en The Revenant, que nos anuncian como un wester épico (miedito). Mientras que con Babadook lo que nos pasó es que volvimos a ser niños y nos asustamos de nuevo de esas malditas sombras que en nuestra habitación se convertían de noche en peligrosos monstruos. Luego hemos visto que los monstruos andan sueltos por la calle y respiran, de eso también trataba un poco la película de Jennifer Kent.

Si Fassbender no existiera, alguien tenía que inventarlo: Este año hemos visto una muy buena película de robots, como es Ex-Machina, con Alicia Vikander en el papel de androide. Pero también hemos descubierto a un actor que, por la cantidad de pelis que estrena, podía ser perfectamente un replicante de Blade Runner. De hecho, lo ha sido ya en la precuela de Alien, así que nadie se llevaría una sorpresa. En los próximos meses tiene siete proyectos -desde X-Men hasta la próxima de Terrence Malick- y este año le hemos visto en Slow West (un western), Macbeth y Jobs. Aunque la biografía del creador de Apple llegue el día 1 de enero, la metemos entre lo mejor de este año. Hacemos trampa, porque nos parece una película arrolladora y nos ha entrado ganas de conocer más sobre una persona que en principio da mucha pereza. Y todo gracias al gran Michael Fassbender, que no entiende de convenios laborales, ni de días libres, ni descansar los findes.