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Tanino Liberatore

De Tanino Liberatore casi nadie se acuerda. Sin embargo, fue él, con Stefano Tamburini, quien creó RanXerox, uno de los mejores cómics de la historia.

  De Tanino Liberatore casi nadie se acuerda. Sin embargo, fue él, con Stefano Tamburini, quien creó

RanXerox

, uno de los mejores cómics de la historia; tan bueno, que Chris Cunningham decidió llevarlo a la gran pantalla. Liberatore, además de dibujante, es también un ilustrador increíble: diseñó un buen puñado de carátulas de discos antes de embarcarse en la nave de pasajeros de

Objectif Nul

, la serie que hizo que cualquier francés creyese que sólo por salir en la tele podía hacer cualquier cosa rara.

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Un colega me dijo hace poco que se había cruzado con él en la peluquería y que curraba en Point FMR, donde le han puesto una casa; esto explicaba los enormes

RanXerox

que decoran las paredes del lugar. Cuando quedé con él, Liberatore no dejaba de quejarse de su Dell porque no arrancaba, y andaba algo nervioso porque no podía ir a la farmacia a por unos antibióticos. Le dimos la tabarra para que nos contara algo de su vida, desde la Italia de los años 60 hasta el París del 2011, pasando por las chavalas albanesas.

Vice: ¿Cuánto hace que trabajas en Point FMR?

Tanino Liberatore:

Diez años. Al principio sólo hice la toma de posesión, pero desde que me mudé a un apartamento pequeño, se convirtió en mi estudio. Está justo al lado de mi casa, es perfecto.

¿En qué estás metido ahora mismo? ¿Ningún trabajo que cobrar?

¡En todo! En todo lo que me gusta trabajar. Acabo de terminar las ilustraciones de

Las once mil vergas

de Guillaume Apollinaire. Lo que me preocupa es hacer unos cuadros para una exposición que haré… un día… Creo que necesito ponerme límites; si no, no la haré jamás.

Cuando te llamé el otro día, acababas de volver de Roma. ¿Vas y vienes a menudo?

No, la verdad. Dos veces al año, más o menos, y me quedo una larga temporada en verano.

Imagino que la ciudad ha cambiado bastante en treinta años.

Sí, ¡y eso hace que se me quiten las ganas de ir! Cuando lo hago, nunca voy a Italia, ¡voy a mi pueblo, que es distinto! La Italia de hoy, la verdad… Si tuviese que ir por “ir a Italia”, me quedaría en Francia.

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¿Naciste en Roma o te mudaste allí?

Nací en un pueblo de los Abruzzes. Mil habitantes. Viví en Roma doce años y después me fui a París. Pero mi hija llegó aquí con tres años, así que es más francesa que italiana. Estoy obligado a quedarme.

¿Cómo llegaste a trabajar para el sello RCA?

Por pura casualidad. RCA eran los más grandes en aquella época, y en Roma, los únicos. Yo andaba buscando un guionista de cómics y di con una cantante que preparaba un disco y que me pidió que le hiciese algunos bocetos para la portada. Le dije que vale, al tío de RCA le gustó y me pidió que siguiese trabajando con ellos.

¿Podías elegir lo que hacías?

No, nunca. ¡Aquello era una fábrica! Me llamaban por la mañana para darme proyectos que tenía que entregar por la noche. Y pagaban una miseria. Siempre había trabajado para mí mismo, y solía ser muy duro conmigo… Trabajar me permitió echar a volar. Empecé a hacer publicidad y conocí a gente de las revistas

Frigidaire

y

Cannibale

. Con 22 años ya era un viejo.

¿De qué portada estás particularmente orgulloso?

Diría que de la última que hice, para el álbum

Agnese dolce Agnese

de Ivan Graziani, que además era de mi región: una portada conceptual de cuatro hojas, por delante, por detrás, y otras dos imágenes en el interior. Después lo dejé, porque empecé a pedir más dinero y me di cuenta de que la calidad se la sudaba, y que otros jóvenes eran menos buenos pero les salían aún más baratos.

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¿En aquella época existían los punks en Italia?

Sí. Pero nunca me interesé por el movimiento punk, por la simple razón de que siempre he hecho lo que me ha apetecido. Los punks eran como todo el mundo. Se ponían un uniforme, y eso a mí nunca me ha gustado. La verdad es que yo ya era punk mucho antes… A decir verdad, siempre me he sentido más anarquista que punk.

Pero tengo la impresión de que la música ha ocupado siempre un lugar muy importante en tu trabajo.

¡Claro! Pero no el punk. Me gustaban sobre todo Devo y Pere Ubu. Esa fue la banda sonora de

RanXerox

, junto a otros tíos como Robert Wyatt o Frank Zappa. También los primeros Talking Heads, pero no su parte más ruidosa. Mi disco fetiche era el de la Velvet Underground con el plátano de Warhol. En aquella época diría que el único apartado intelectual de mi casa era la música. El resto era bastante campechano, en el buen sentido.

¿Y ahora te sigue interesando?

¡Lo que escucho ahora es bastante

easy listening

en comparación con aquello! Entonces me iba lo duro. Ahora ya no escucho tantas cosas como antes. Pero creo que es muy importante haberlas escuchado, apreciado y comprendido.

¿Cómo era la sociedad descrita en Frigidaire, Cannibale y RanXerox? ¿Una caricatura, o una crítica pertinente y violenta de la realidad?

Un reflejo de todo aquello. El reflejo de una mundialización antes de hora. Llegó demasiado pronto a Italia. En aquella época, en 1977 o 1978, era ya muy, muy duro. Los autónomos, el nacimiento de las Brigadas Rojas. Había violencia cada día: muertos, atracos para financiar la revolución, nadie se atrevía a salir… Aun así yo sí que salía.

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Imagino también que las diversiones como la droga y el sexo estaban tan presentes en la realidad como en los cómics.

Sí, por supuesto. La mafia proporcionaba la heroína en aquella época. Después se pasaron a la cocaína, pero en aquella época era heroína lo que podías pillar con más facilidad. La verdad es que tampoco lo sé muy bien, porque nunca probé la droga en Italia.

Me cuesta creerlo.

¡Es verdad! Me movía en el ambiente y tenía amigos que estaban muy metidos, por eso tenía cierta facilidad para dibujar todo aquello. No, las principales drogas haciendo

RanXerox

fueron el café y el vino. Pero mis amigos eran buenos observadores, sobre todo Stefano Tamburini.

Fue uno de tus mejores amigos.

Nos conocimos por casualidad. Gracias a la música, claro. Tenía un amigo, Andrea Pazienza –también él está muerto–, un gran dibujante. Aún hoy es una celebridad en Italia. Era un tío que había conocido en el instituto, en Pescari. Me llamó un día para contarme que se iba a Roma a conocer a una gente que estaba haciendo una “revista para jóvenes”. Eso fue en verano. Me llamó en Navidad para que me uniera a él, y para que me presentara a la gente de

Cannibale

. Fui con mis bocetos de cómics. A él no le gustaban mucho, le parecían demasiado clásicos, pero llevaba retratos de músicos: de Wyatt, de Nico… Viendo a un tío como yo, que parecía un pastor, pero con gustos parecidos a los suyos, debió de pensar que quizás había algo de interesante en lo que hacía… Así fue cómo entré en

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Cannibale

. Y si no, habría sido un “vuelve a intentarlo”.

Una pregunta de fan: siempre me he preguntado si a Lubna, la chica de RanXerox, la sacaste de la inmigración albanesa…

No, para nada. Era la hija de alguien que conocía Stefano.

¿Existía de verdad?

No exactamente, pero Tamburini quería a aquella niña. Era de origen húngaro y checo, del Este. Luego, cuando vimos a Lubna Azabal en

Aram

, descubrimos que era un nombre árabe. Siempre había creído que el nombre procedía del Este.

Gracias a RanXerox Pasolini se convirtió en una influencia para todos, también para mí.

Todos se empaparon de lo que hacía. Habíamos visto todas sus películas. Hubo algunos que fueron estoicos hasta el final. Le adorábamos, era el más poeta de todos. Formaba parte de nuestra cultura. Le gustaba la gente joven. Creo que si no hubiese sido asesinado, habríamos hecho algo con él. Además, le encantaban los rizos, ¡y Tamburini tenía el pelo rizado! Habríamos acabado colaborando a la fuerza.

¿Os gustaba Hugo Pratt, o tenía un punto reaccionario contra todo aquello?

En un momento sí, pero bueno… Nunca le propusimos hacer nada porque, en realidad, fue reconocido más tarde. Pero yo le conocí más en París que en Italia, donde hacía cosas para niños. Tenía a Stevenson de su parte. Hay que decir que alimentó su mito. Era un gran ligón y un gran follador, y todo el mundo le respetaba por eso.

¿Por qué te fuiste a París?

Me fui en 1982, sin más. Para la publicación de

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RanXerox

. Siempre me ha gustado París. Cuando era pequeño tenía un trayecto hecho: mi pueblo, Roma, Venecia, París, Nueva York y morir en Irlanda o en Escocia. Ahora vivo en París y espero no mudarme pronto a Escocia.

¿Te han acogido mejor en Italia o en Francia?

En Francia he tenido mucha suerte. Me salió todo bien, porque tenía 4 páginas en blanco y negro en el

Libération

, diez días seguidos. Eso fue lo que nos dio a conocer. Cuando la gente nos descubrió en color, terminó de cuajar.

Recuerdo haber leído en Starfix que Gainsbourg se interesó por una adaptación cinematográfica de RanXerox.

No lo sabía. Jean-Claude Fleury, el productor, había intentado hacerlo con Mondino. Después me pidió hacer un cartel para

Charlotte for ever

. Fue el único contacto que tuve con Gainsbourg.

¿Y la supuesta adaptación de Chris Cunningham de hace unos años? ¿Seguiste el desarrollo?

Vino a París. Hablamos. Con Cunningham no habría tenido espacio. ¡Es muy duro! Y tenía otra visión. Yo veía algo humorístico, pero él… No sé qué tenía en la cabeza. Me encanta lo que hace, pero ya sabes, es un efebo que no sale nunca de su casa. Además, se lió con los productores y no pude seguirlo demasiado. Ahora quien tiene los derechos es [Alain] Chabat, y va para largo.

¿Cómo empezaste a currar en Objectif Nul?

Pues gracias a Chabat, a quien conocí cuando él era periodista en Radio Monte Carlo. En aquel momento, aún era yo la estrella. Me entrevistó dos veces en directo y fueron las dos mejores entrevistas que he hecho en toda mi vida. Nos hicimos amigos. Cuando llegó a París para trabajar en Canal + me lo crucé en Bain Douches y volvimos a hablar. Todavía hoy tengo un despacho en su empresa.

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Trabajar para el cine, ¿es un placer o una obligación?

Cuando trabajé en

Astérix

fue gracias a Robert Kechichian y a Alain, que tenía problemas con el sastre. Dije que sí. Siempre está bien trabajar para Alain.

¿Cuando te propusieron dibujar a Batman dijiste que sí directamente?

¡No, directamente no! El cómic es algo que me exaspera. Allí funcionó, era una historia corta, pero las historias largas nunca se acaban. Me harían falta dos vidas para hacerlo. Es una cosa que va muy lenta, y a la tercera página me cabreo.

Cuéntanos tu amor por Lucy, la primera mujer del mundo, a quien consagraste un álbum. Es menos sexy que Lubna la pequeña albanesa.

Esa es una historia que me apasiona. Técnicamente fue una buena experiencia, aprendí a usar el ordenador. Evolucioné como homo sapiens.

El culo, las drogas, ¿es cosa tuya o viene de lejos?

En Lucy no había mucho sexo, pero había drogas. Había hierbas. Creo que en los lienzos que hago siempre aparece. Ése de ahí detrás [

señala uno de sus últimos cuadros, el primer plano de un pubis rasurado bajo una falda de flores

] es un homenaje a Courbet, pero sin el vello.

Y sin la apertura.

Sí, no hay apertura. Pero hay una raja. La idea siempre fue trabajar con el cuerpo. La idea del sexo, de la violencia y de la fuerza, pero con carne.

En tus primeros álbumes encontramos una rabia que no aparece en tus trabajos posteriores. ¿Es por madurez, o porque París tiene un efecto relajante en ti?

No es una cuestión de lugar, está en la cabeza. Tengo una forma un tanto singular de ver las cosas cuando se trata de violencia. Pero en comparación con lo que dibujé y lo que tuve que leer para el libro de Apollinaire, ¡soy un monaguillo! ¡Joder! Leer ese libro me trastornó la cabeza. Me dije: “¡Mierda!” Me hizo sentir incómodo. ¿A ti no te incomodó? Después se me hizo hasta familiar.

Cómo, ¿familiar?

¡Sí! Familiar.