Gentry: Claro. Muchos no saben ni lo que es una novela hasta que llegan a la cárcel. Allí lo ven como un lujo. Una vía de escape. Cuanto más grande el libro, más se evaden. Les permite dejar de planear crímenes y se olvidan de quienes les rodean. En cierto modo, también les ayuda a rehabilitarse. ¿Cuáles son los best seller de tu cárcel?
El Canto Del Cisne de Robert McCammon triunfa. Habla de Apocalipsis, el bien y el mal… pasan cosas raras y es fácil de leer. Creo que es el único sitio del mundo donde este libro tiene éxito. Las 48 Leyes del Poder de Robert Greene gusta mucho. Sobre todo a los narcos. Imagino que porque les ayuda a mejorar sus técnicas de manipulación. También Juego de Tronos. Y Cadena Perpetua de Stephen King. ¡Claro! Tú eres el personaje de Tim Robbins en la película.
Bueno, la biblioteca funciona parecido. El sistema de la tarjeta para pedir el préstamo y todo eso es igual, pero el resto no se parece tanto. Me gusta porque es un trabajo muy flexible. Llevo once años ahí. ¿Nunca has pasado miedo?
De vez en cuando, pero los presos se mantienen normalmente en su sitio y además les encanta la biblioteca. Suceden tragedias pero muchas veces me entero una vez estoy en casa escuchando la radio. Es un lugar desolador. ¿Puedes saber si alguien es culpable o inocente por sus lecturas?
Si sólo leen cosas de mafia y me encuentro notas en los márgenes en las que pone “yo lo consigo a mejor precio” o “esto no es nada comparado con lo mío”, pues igual sospecho un poco. ¿Qué libro no le prestarías nunca a un preso?
Supongo que uno de esos que explican cómo construir bombas. O El Club de la Lucha, que explica cómo hacer napalm a partir de zumo de naranja y cosas así. ¿Impedís que accedan a ciertos títulos? ¿El Conde de Montecristo?
Jajaja. Ese no lo ven tan peligroso. Tampoco los de cómo hacer bombas son tan censurados, no te creas. En realidad los guardias no leen los libros así que censuran en función de las portadas. Si se ve un pezón lo retiran. ¿Qué es más difícil? ¿Inculcar hábitos de lectura a un preso o a un joven?
A un joven. No sabría cómo hacerlo, la verdad. Sólo educando desde niño se puede conseguir que las nuevas generaciones lean. Y aun así no es nada fácil hoy en día. Tienen muchas distracciones y mucha tecnología. Con los libros, ¿eres muy vieja escuela?
Mi novia me regaló un Kindle, que para las giras está bien, pero donde esté el papel que se quite el libro digital. Yo todos mis libros los guardo y si en la biblioteca van a tirar algo me lo llevo a casa. ¿Para qué los guardas? No es como los discos, que los escuchas una y otra vez.
Tienen que pasar años hasta volver a leer una novela, claro. Con la poesía es diferente. Ahí repito como con un disco. ¿Has sido siempre una rata de biblioteca?
Estudié música en la Universidad y trabajaba en librerías de música. De ahí pasé a otros libros. Soy una rata ahora, antes menos. ¿Te influye mucho lo que lees a la hora de componer música?
Mucho. La poesía, las historias, las ideas, los mitos universales… Joseph Campbell, que escribió lo de las mil caras. En el nuevo disco hay una traducción de Federico García Lorca hecha con mi español cutre y el Google Translator. Es mi autor español favorito. Lo descubrí a través de George Crumb. Y en lengua española adoro a Borges. Me gusta mucho también Italo Calvino. ¿Conoces a otros músicos igual de apasionados por la literatura?
Alguno sí. Mark Deutron, el bajista de The Melvins en los noventa, lo sabe todo de Cormac McCarthy. Justo tengo una entrevista con Sasha Grey, que ahora es escritora. ¿Qué libros le recomiendas?
¿A Sasha Grey? No sé. ¿San Agustín? ¿Las confesiones? Le recomiendo los poemas completos de Rumi, el poeta persa. Es todo amor. Papillón, que es un libro muy leído en la cárcel. Raymond Carver lo tiene que leer sí o sí. Y también Corman McCarthy. Sobre todo Meridiano de Sangre. Fotos: Sergio Albert Avilés