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Si queremos hacernos una idea de cómo será el futuro, imaginémonos a Ikea aplastando un rostro humano… incesantemente.

Ikea planea urbanizar una parte casi deshabitada del este de Londres y convertirla en una comunidad planificada.

El pasado 1 de Abril, el Globe and Mail publicó un artículo que parecía y sonaba como la típica bromita del día de los inocentes: Ikea sigue haciéndose fuerte y planea urbanizar una parte casi deshabitada del este de Londres y convertirla en una comunidad planificada. Sus habitantes no serán empleados de la multinacional sueca, pero el terreno, las casas, las oficinas y las tiendas pertenecerán a Ikea y, siendo Ikea, podemos estar seguros de que no serán propietarios ausentes.

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“Será una comunidad estática, gobernada no por su propio desarrollo interno sino por un mega-propietario con una afición por el diseño sencillo y el orden social.

Eso, dice Andrew Cobden, director del proyecto, significa establecer y promover cosas como mercados de productores, tiendas de antigüedades y puestos de flores. Es de suponer que también significa obviar establecimientos de cambio de cheques, cibercafés, corredores de apuestas y otros detritos de la calle más comercial de Londres, así como también personajes desaliñados que hacen que la vida urbana sea colorida y variopinta pero desafiante. “Y eso”, dice Mr. Cobden, “proporcionará a los habitantes un calendario de eventos donde se destacarán todas las cosas que están pasando y que llegará directamente a las puertas de sus casas – y eso, de algún modo, crea una sensación de hogar. En lugar de endosárselo a la gente, lo amoldaremos a ellos — intentaremos tejer una comunidad sólida y que se mantenga unida”.

Básicamente, esto será como una empresa utópica de antaño, pero en lugar de que lo lidere un pirado socialista, es una empresa la que espera generar beneficios mientras (no nos olvidemos de que es Ikea) intenta hacer que la gente esté cómoda, en forma y sea más productiva y feliz. Según el artículo, los suecos tendrán un “interés a largo plazo” en la comunidad y, de hecho, Ikea, más o menos, hará el papel de gobierno municipal. Por supuesto, todos sabemos que el hecho de que las empresas actúen como un gobierno es el fin que está por llegar. Los negocios privados ya controlan al gobierno suficientemente (muy a menudo funcionan mejor que el gobierno) y, de hecho, estamos a un paso de que esta escena de la película Network se acepte cual palabra de Dios. ¿Por qué no dejar que Ikea asuma la planificación urbanística? ¿Por qué no dejar que Google ponga sus algoritmos a trabajar para solucionar la economía mundial, o dejamos que Yum! se ocupe de proporcionar la comida en los colegios? De todos modos, tampoco es que vayan a joder nada que no este total y absurdamente jodido ya.

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Ikealandia –o cualquier otro alias que suene escandinavo con el que se etiquete al barrio–probablemente será un buen sitio en el que vivir. Como en Ikea, nada será demasiado caro o extravagante, todo estará hecho con un gusto excepcional, con un diseño de líneas sencillas y será suficientemente homogéneo como para no provocar pensamientos distópicos en la gente. Justo como una tienda de Ikea: un poco lioso al principio, pero lleno de rasgos simpáticos a los cuales no puedes poner objeción –¡mira el dormitorio! ¡Mira qué sencillo es, y mira cómo aprovecha todo el espacio eficientemente y aún así mantiene su propia personalidad gracias a unos pocos muebles bastante baratos! Ikea es el sitio perfecto al que acudir cuando quieres comprar muebles para decorar tu casa pero no tienes ni idea de cómo quieres que sean (os revelaré algo: ahora mismo estoy trabajando en un escritorio de Ikea). Pero la verdad es que las habitaciones o apartamentos “ikeizados” no tienen ninguna personalidad más allá de un diseño moderno y sencillo y una buena relación calidad-precio –y un barrio construido por Ikea, lleno de edificios cuadrados y sosos y tiendas bien iluminadas, suena a terrorífico y desalmado. A veces se necesita un poco de fealdad y deterioro para dar a la comunidad un poco de personalidad, unas sobras de sordidez de una época anterior y menos segura. Puedes darle un golpe bajo a Ikea solo con recalcar las conexiones nazis de su fundador, o comparar su visión urbanística a la del arquitecto nazi Albert Speer, pero no hay necesidad de relacionarlo con estos “hombres del saco” para tener dudas sobre las comunidades planificadas, sin importar quién las haya concebido. Probablemente no necesitamos que las empresas nos controlen más de lo que ya lo hacen. Probablemente está bien dejar que los barrios se desarrollen de forma natural sin ayuda de un “Gran Hermano” siempre tan “bien intencionado”.

Qué más da. Soy un paranoico. La gente a la que le gusta Ikea acabará por mudarse a este barrio simpático, barato y nuevo y así daremos un paso más hacia lo que nos merecemos: un gobierno mundial, sin naciones, controlado y dominado por las empresas. Que sepáis que Ikealandia tendrá canales a ambos lados. Personalmente, eso me suena a foso.

[Globe and Mail]

@HCheadle