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"The Guest" recupera un género, el de los intrusos en hogares ajenos

Con motivo del estreno de esta joya del cine de entretenimiento, vamos a recuperar algunos títulos con gente que da muy mal rollo.

El año pasado, durante el festival de Sitges, descubrimos una tendencia que nos alegró hasta el punto de erizarnos el vello de nuestros brazos. El cine 'ochentero' de género ha vuelto, parece que para quedarse, tan hortera, tan libre y tan gozoso como surcó el camino que iba de las salas de estreno a las estanterías de los vídeo-clubs de VHS hace casi tres décadas.

Bienvenidos de nuevo los sintetizadores que dan ritmo a bandas sonoras increíbles, los créditos horteras, esa fotografía brumosa y de colores saturados, actores fríos como el hielo (o el acero), actrices sexis y directores que gozan gastando el botón de zoom de su cámara y animando a sus técnicos de efectos especiales a salpicar bien con sangre los encuadres. Puro cine de los ochenta de género. Bienvenidos.

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Y una de las perlas de este revival que descubrimos en el festival catalán fue The Guest, nueva película de Adam Wingard, que ya nos dejó bien pegados a la butaca con esa brutalidad que es Tú eres el siguiente. Con su compinche habitual Simon Barrett en el guion, esta vez el director pasa del terror a los terrenos del cine retro de 'serie B', con John Carpenter como referencia de cabecera. Y con todos los elementos antes citados presentes como homenajes nada disimulados.

Esta maravilla tiene además la peculiaridad de recuperar una línea temática tan festejada por nosotros como es el thriller con intruso o, como nos gusta llamarlas, las películas de 'hijodeputaquesemeteentucasa'. En este caso, un exmarine (un magnético Dan Stevens) vuelve de la guerra para meterse en la vida de la familia de un compañero fallecido en el frente. Y hasta ahí podemos leer, solo recordar en qué género estamos y no se necesitan muchas más pistas. Con motivo del estreno de esta joya del cine de entretenimiento, vamos a recuperar algunos títulos con gente que da muy mal rollo.

Durmiendo con su enemigo: Julia Roberts, en pleno momento Pretty Woman, interpreta un papel a su medida en un thriller de esos que dan veinte giros hasta llegar al desenlace. En este caso tiene que hacer frente a un marido psicópata y maltratador que interpreta Patrick Bergin (que después cayó en el olvido injustamente). No es gran cosa, pero en su tiempo fue un auténtico éxito solo por ver cómo las pasaba canutas Julia Roberts.

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El cabo del miedo: "Abogado, abogado". Robert DeNiro es el hijo de puta por excelencia, el campeón mundial de la disciplina de ser chungo. Ni siquiera el actor secundario Bob llega a su altura a la hora de tramar planes de venganza. Le hace la vida imposible a Nick Nolte y a su familia, incluida a su hija pequeña (que interpretaba una 'lolita' Juliette Lewis). Detrás de la cámara, el maestro Martin Scorsese. Palabras mayores.

De repente, un extraño: A quién se le ocurre alquilar la parte de abajo de su casa a un tipo con la pinta de psicópata que tiene Michael Keaton. Pues a Melanie Griffith (con un peinado que es un testimonio arqueológico de los 80) y a Matthew Modine (con su habitual gesto de no enterarse de nada), que son una pareja de incautos recién casados. Dirige el veterano John Schlesinger, el de Cowboy de Medianoche, que acierta con la clave para convertir una casa en un verdadero infierno.

Atracción fatal: Abandonamos por el momento a los psicópatas para entrar en el terreno de la locura. Adrian Lyne, tras Nueve semanas y media, se marcó el que podía ser el primer gran thriller erótico de la década. El erotismo era light y al final la película se puede leer en clave de defensa del matrimonio y de castigo del adulterio. Es decir, muy rancia. Pero Glenn Close en plan 'ángel de la venganza' es un icono del mal rollo. Que se lo pregunten al 'caletón' de Michael Douglas.

El buen hijo: Macaulay Culkin no era ese rubio querubín que aparecía en las películas de Solo en casa. En la vida real ya conocemos algunos de sus excesos y en cine nos dejó bastante acojonados cuando vimos cómo le amargaba la vida a su primo (Elijah Wood) en este gran thriller 'infantil'. Desde Damian en La Profecía no se veía a un niño con tan malas ideas y con tantas ganas de joder al prójimo.

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La mano que mece la cuna: Curtis Hanson (L.A. Confidential) firmó este thriller que bebía tanto de las fuentes del suspense de Hitchcock como perseguía el éxito de Atracción fatal. En este caso, la rubia peligrosa y desequilibrada era Rebecca de Mornay, que se metía en casa de una familia para vengarse de ella. Hasta el jardinero negro caía preso de su mala hostia.

Hermanos: Versión estadounidense de la película danesa de Susanne Bier. Aquí el que está 'para allá' es el padre de familia (Tobey Maguire), que vuelve de la guerra, donde ha estado prisionero, y no es capaz de distinguir realidad y ficción. Cree que su mujer (Natalie Portman) y su hermano (Jake Gylenhall) están liados y todavía sigue escuchando las bombas resonar en su cabeza. Como cuando John Rambo cerraba los ojos, igualito.

Suavemente me mata: Entramos de lleno en el thriller de alto voltaje. No sabemos muy bien a quién se le ocurrió encargar esta película a Chen Kaige, que después del estreno se volvió corriendo a hacer películas a su China natal sobre concubinas y cosas históricas. Aquí se metió en un jardín en el que lo mejor eran las escenas de sexo y dominación entre Joseph Fiennes y Heather Graham. La pareja con menos química que uno se pueda imaginar.

Mejor solo que mal acompañado: Nos hemos permitido la licencia de incluir esta comedia (casi surrealista) en un artículo que gira alrededor del thriller, los psicópatas y los giros de guion imposibles. Pero es que es una verdadera joya, un título de culto en el que John Candy ponía a prueba la paciencia de Steve Martin durante un viaje. Es verdad que es una 'road movie', pero eso se lo perdonamos por seguir viendo una y otra vez a estos dos genios del humor haciendo el tonto.