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​Todas las maneras de acabar con este jodido mundo (según el cine nos ha enseñado)

El estreno de "San Andrés 3D" nos ha llevado a plantearnos una cosa. ¿Cuántas formas tiene el cine de acabar con la humanidad?

El fin del mundo según Von Trier.

Acabar. Terminar. Poner punto final. Como se quiera decir. La catástrofe sin vuelta atrás. Con todos estos conceptos ha jugado el cine -desde que es cine- para acojonarnos. En los sesenta fueron los extraterrestres, que en realidad no eran más que una (burda) metáfora de la chusma bolchevique que habitaba en Rusia. En los 70, las catástrofes naturales: desde huracanes o tornados hasta termitas y pirañas. En los 80, sobre todo durante la era Reagan, volvieron los marcianitos. La Guerra Fría no había terminado, y el comunismo volvía a ser el enemigo a batir.

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Con la caída del Muro llegó el miedo al contagio. Los noventa son la década de las infecciones, infectados y zombis. El miedo a las enfermedades de transmisión sexual se materializaba en el cine. No tocar al prójimo sin precaución, por favor, que puede ser peligroso. Y con el cambio de siglo llegó el exceso, el todo vale y el más difícil todavía. Desde Armageddon, hasta monstruos gigantescos o revisiones de clásicos (Spielberg y su güera de los mundos). Pero también la extrañeza y lo raro. Hasta los auteurs, de la talla de Haneke, en El tiempo del lobo, se atrevieron a fabular con eso de que todo se va a tomar por culo.

Sin ir más lejos, el más loco de los directores locos (lo que le convierte en casi cuerdo) se imaginó que un gigantesco planeta se precipitaba sobre la tierra y que solo Kirsten Dunst veía que el fin del mundo se acercaba. Música de Wagner, planos ralentizados, cámara de MDMA y ese fino sentido del humor, que a veces solo entiende su autor, sirvieron a Von Trier para hablarnos del fin del mundo en Melancholia. Y si nos ponemos así, hasta en Juego de Tronos hay cierto toque catastrofista, con ese "winter is coming" tan amenazante. Con motivo del estreno de San Andrés 3D, con un terremoto poniendo a la humanidad en peligro, repasamos los motivos que han hecho que todo se vaya a la mierda (al menos en el cine).

Extraterrestres: Lo hay para todos los gustos, pero al final los que más acojonan son los de aspecto humano, como en las diferentes versiones de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), de Don Siegel. De entre los que tienen pinta extraña, y responden a la iconografía de 'marcianos' de toda la vida, la palma se la lleva el bicho que sutilmente M. Night Shyamalan deja entrever en Señales durante un cumpleaños infantil. Para desparrame, el presidente de los EE.UU. defendiendo a los suyos pilotando un avión en Independence Day, de Roland Emmerich (volveremos a él pronto porque es un maestro del género); y La Guerra de los Mundos, versión Spielberg, con ese insoportable rollo de melodrama familiar con la que el 'rey Midas' tiñe todo lo que pasa por sus manos.

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Bichitos: ¿Pueden unos pájaros acabar con la humanidad? Pues la respuesta es sí, y nos la dio el 'gordo' Hitchcock. El inglés nos hizo temblar de miedo con estos parajitos, mucho más que bichos grandotes como el japonés Godzilla. Hay para todos los gustos: pirañas, cocodrilos, anacondas, arañas, termitas… y así hasta donde la imaginación llegue. Por ejemplo, los insectos gigantescos de las alcantarillas de Mimic, de Guillermo del Toro. La última gran joya de este subgénero es Monstruoso, producida por JJ Abrams, discípulo de Spielberg hasta en esto, y dirigida por Martt Reeves, curiosamente, el responsable de la última y filosófica versión de Godzilla.

Virus y zombis: La sombra del maestro George A. Romero es alargada, y su legado da para un sinfín de películas de muertos vivientes. Con el paso del tiempo, la cosa ha ido derivando en propuestas 'bastardas' y muy locas con zombis nazis (Dead Snow) o castores zombis (Zombeavers) creando un apocalipsis de dimensiones épicas, y no es coña. Otros son más fieles al clásico estilo de los caminantes como Zack Snyder en El amanecer de los muertos, o 28 días después, en la que Danny Boyle consiguió el crossover definitivo entre las plagas (o virus) y los zombis, con GYBE! sonando más amenazantes que nunca.

Catástrofes naturales: Volvemos con Roland Emmerich, que es el auténtico genio de las catástrofes y el tío que más veces se ha cargado el mundo. Y, de paso, casi destroza el cine, pese a sus más de cien años de vida. Suyas son El día de mañana y 2012, claros ejemplos de lo peor de este género, pero tremendos espectáculos visuales. Ahora (miedo) ha anunciado para el año que viene una segunda parte de Independence Day. Tras el alemán, el subcampeón de los destrozos es Michael Bay, con Armageddon y esos vaqueros espaciales luchando por los Estados Unidos. Puro patriotismo. Pero donde se quedó bien a gusto fue con la saga de Transformers. Como joyas kitch impagables de este subgénero encontramos Twister (con tornados) y Un pueblo llamado Dante's Peak (con volcanes). Definitivamente, hemos mosqueado y mucho a la Madre Tierra.

El cachondeo: ¿Puede el humor acabar con la humanidad? Aquí van algunos ejemplos. Bienvenidos al fin del mundo, de Edward Wright, con una pandilla de ingleses borrachos intentándose beber un pueblo entero, mientras todo se desmorona a su alrededor. Un auténtico resacón catastrófico. Algo parecido sucedía en Juerga hasta el fin, con James Franco, Seth Rogen y Jonah Hill o Bienvenidos a Zombieland. En cuanto a parodias, el genial Tim Burton le hizo sombra en cuanto a cachondeo (esta vez intencionado) a Roland Emmerich con Mars Attack! Y ahí está Disaster Movie, para los paladares menos exigentes. No nos podemos despedir sin citar, un respeto, esa joya inclasificable que es Sharknado. Tiburones arrastrados por un tornado (en realidad un croma espantoso) que parecen dibujados por un niño pequeño. Una maravilla.